OBITUARIO EN AZULGRANA

Adiós a Silva, el 'chófer negro' de Llaudet

El presidente azulgrana viajó a Brasil a fichar una estrella que reanimara el equipo pero el veto a los jugadores extranjeros impidió el debut del delantero

Silva, el brasileño que fichó Llaudet.

Silva, el brasileño que fichó Llaudet. / periodico

Frederic Porta

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desde Brasil llegó ayer la noticia del fallecimiento a los 80 años de Walter Machado Da Silva, conocido futbolísticamente como Silva, uno de los mejores delanteros de los años 60 y también protagonista de un fichaje inolvidable por parte del FC Barcelona. Inolvidable porque Silva llegó a la capital catalana en enero de 1967, cuando las fronteras permanecían cerradas para los jugadores extranjeros y se convirtió en un fallido refuerzo de recuerdo indeleble en la larga historia del club.

Todo comenzó, de modo indirecto, en el Mundial de 1962. El pésimo papel realizado por la selección española pese a contar con una rutilante constelación de figuras nacionalizadas, empezando por Kubala y Di Stéfano, provocó la inmediata rabieta de las autoridades franquistas. Algún mandatario de la federación consideró que la manera de elevar el listón de talento nativo pasaba por prohibir la llegada de foráneos y las fronteras quedaron cerradas a cal y canto.

Apertura inminente

En 1967, Juan Antonio Samaranch asumió el cargo de Delegado Nacional de Deportes y Enric Llaudet, a la sazón presidente del FC Barcelona, oyó rumores sobre un inminente cambio en la legislación. Con Samaranch al frente del deporte español, era cuestión de días que se levantara la prohibición de contar con extranjeros en la Liga.

Fiel a su volcánica e impulsiva personalidad, Enric Llaudet no quiso esperar a que el BOE publicara la noticia y corrió hacia Brasil a la caza y captura de algún fenómeno que aliviara las cuitas del equipo, ya metido de lleno en la larga y vacía 'travesía del desierto' de los 60. En el Flamengo encontró al que la publicidad local promocionaba como el segundo mejor futbolista del país, un internacional que había estado en Inglaterra-66.

Ya que Edson Arantes do Nascimento era imposible de alcanzar, considerado en su patria como 'patrimonio nacional' y, en consecuencia, intransferible, Llaudet puso 12 millones de pesetas sobre la mesa para llevarse a Silva al Camp Nou. Era un delantero de imponente estampa, hábil, goleador y, en teoría, una apuesta segura. Silva aterrizó en Barcelona entre una formidable expectación tras un largo lustro sin ver caras foráneas y tuvo que armarse de paciencia porque el beneplácito oficial no llegaba.

Gira por Sudamérica

Al final, Silva debutó en marzo durante una gira por Sudamérica del equipo y se alineó ante rivales de lo más variado, desde el Botafogo al Feyenoord, pasando por Cagliari y Roma o los más modestos y cercanos Mataró, Figueres, Atlètic Bisbalenc o Nàstic de Tarragona. Tras tres meses de estancia, Samaranch se echó finalmente atrás. Mientras tanto, cien largos días, Llaudet tuvo que soportar las continuas chanzas y preguntas de una prensa que no le dejaba en paz. Cierto día, harto ya de tanta presión, estalló para proclamar una frase lapidaria que figura ya en los anales del barcelonismo. Al presidente culé le dio por sacarse los micrófonos de encima soltando que, si Silva no jugaba, se convertiría en su "chófer negro, porque siempre me ha hecho ilusión tener uno".

Cuando quedó claro que Silva no podría ser alineado oficialmente en España, Llaudet se resignó y le traspasó, precisamente, al Santos de Pelé. Para la posteridad, la operación quedó como un rotundo fracaso, aunque la leyenda no casa con la realidad. Al margen de conseguir siete millones de vuelta, el astuto Llaudet había sufragado su fichaje gracias a la organización de 15 amistosos, y sus correspondientes recaudaciones, en los que Silva metería ocho goles y dejaría constancia de su excelente nivel.

Máximo goleador

La operación no había sido tan bochornosa. De lo perdido había sacado mucho más de lo invertido, aunque para siempre quedó la etiqueta de "chófer negro", hoy convertida en el colmo de lo políticamente incorrecto y entonces una salida de tono habitual en tan peculiar industrial del textil.

Silva había aterrizado aquí en plenitud, con 27 años, y mantendría aún una larga carrera que le permitiría militar de nuevo en Flamengo e incluso convertirse en máximo goleador del campeonato argentino con Racing de Avellaneda. Seis largos años después, por fin se levantaría la frontera para los futbolistas extranjeros y el Barça apostaría entonces por Johan Cruyff y 'Cholo' Sotil.