LA CRISIS AZULGRANA

La tesitura de Bartomeu

El presidente consensúa este lunes en un ambiente de desánimo la continuidad de la junta directiva

Josep María Bartomeu, en la entrada del club

Josep María Bartomeu, en la entrada del club / periodico

Albert Guasch

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Josep Maria Bartomeu lleva muchas horas rumiando sobre los pasos a dar a partir de hoy, cuando debe exponer su hoja de ruta tras la deshonra histórica de Lisboa. Desde el viernes por la noche, medita y consulta sobre la manera adecuada de reaccionar a la vasta indignación barcelonista. Ha pilotado la respuesta deportiva, el relevo de Quique Setién. "Esta prácticamente hecho", explica una fuente del club. Léase<strong> Ronald Koeman</strong>. Pero la parte peliaguda es la institucional.

En medio de vehementes peticiones de dimisión y convocatoria de elecciones inmediatas, el presidente mantiene su deseo de terminar el mandato y cerrar de forma ordenada las carpetas pendientes. "Por responsabilidad", insiste. Por no dejar la gobernanza del club en el limbo de una gestora. Al fin y al cabo la nueva temporada está a la vuelta de la esquina y aguardan muchas decisiones perentorias, por ejemplo sobre la plantilla, sus altas y sus muy necesarias bajas.

Pero esta convicción ya no es tan firme y puede tambalearse. Calculador y hermético en lo emocional como es, ha exteriorizado algunas dudas. No puede esquivar la crispación ambiental, aunque el Camp Nou esté cerrado y el aficionado no pueda expresar ahí su desencanto. Su continuidad dependerá de cómo discurra la reunión extraordinaria convocada para este lunes a las 11 horas de forma telemática. El grado del hartazgo en la junta definirá su destino. 

Alejarse del ruido

Bartomeu deberá consensuar con los directivos la fecha de las elecciones. Es asunto espinoso y promete ocupar la mayor parte del debate, a desarrollar seguramente en un tono fogoso. El relevo en el banquillo, siempre trascendental, merecerá en esta ocasión confrontaciones ideológicas menores.

Estas son las tres opciones en la agenda: irse ya, dejando el club en manos de una comisión gestora; avanzar los comicios a finales de año una vez aprobadas las cuentas del último ejercicio y el presupuesto en asamblea; o bien designar un día lo más cercano al 15 de marzo. De prevalecer esta última opción dejarían de considerarse elecciones anticipadas y no satisfacería a los que reclaman el harakiri a la junta. El gobierno de la candidatura ganadora, en este caso, se iniciaría el 1 de julio.

En la directiva no faltan los miembros desanimados, dispuestos a arrojar la toalla lo antes posible, alejarse del ensordecedor ruido. Los hay partidarios de resistir y cuadrar bien los números. Y luego están los que aguantarían a regañadientes. Dependerá su voto de cómo sople el viento del debate y el nivel del cansancio expuesto.

Bartomeu se encuentra en su peor momento en el cargo. Ha soportado otras tormentas, pero el tamaño de la humillación de Lisboa ha convulsionado a todo el club. Esta vez no se libran de la indignación popular ni las estrellas, pero a nadie le pesa más que a la presidencia. Es lo que tiene ser el máximo responsable. Este lunes se sabrá hasta cuándo.