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Ramificaciones del lío con Griezmann

Griezmann, en un entrenamiento del Barça en la ciudad deportiva.

Griezmann, en un entrenamiento del Barça en la ciudad deportiva. / periodico

Albert Guasch

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Cuando acabó el partido ante el Atlético Pichi Alonso habló en Movistar+ del orgullo del futbolista y dijo que un jugador prefiere no salir al campo a hacerlo solo cuatro minutos. Si encima es un excampeón del mundo con ficha de superestrella, y se produce ante su exequipo, la decisión está destinada a añadirle desgaste a Quique Setién. Como si le faltaran quebraderos de cabeza. Los familiares de Antoine Griezmann aventaron enseguida su irritación en las redes sociales y evidenciaron que el entrenador cántabro no encontrará gestos cómplices del francés al cruzarse con él en el campo de entrenamiento. 

Setién, que no fue un jugador fácil según admisión propia, reconoció enseguida el problema potencial y en la rueda de prensa tras el empate ante el Atlético dijo que trataría de confrontar la situación. «Sacarle faltando tan poco es duro para un jugador de su nivel. Mañana hablaré con él. No le voy a pedir disculpas, pero entiendo perfectamente que se pueda sentir mal».

Aceptables cifras

Más allá de los detalles de tacto, tan relevantes en la convivencia de un vestuario, el francés se ha ganado poquito el derecho al pataleo.  Su desconexión del juego del equipo es palmaria y las potables estadísticas (14 goles y 4 asistencias) no reflejan la verdadera dimensión del desaguisado. Es otro fichaje estratégico que arrastra el olor agrio a fallido (recuérdese Coutinho y Dembélé). Fueron 120 millones, más 15 de inesperada propina que el Atlético le ganó al Barça en los despachos, que no se han reflejado en el campo.

Su difícil encaje no puede pillar por sorpresa a nadie. Hubo advertencias a la directiva por parte de opiniones futbolísticas acreditadas de que el juego de Simeone potenciaba las virtudes del delantero francés pero que en el Barça, con menos espacio para correr hacia delante y con Messi y Suárez como intocables, tendría dificultades. La ruidosa persecución de Neymar en verano mitigaron las discrepancias, pero la realidad se ha impuesto con toda crudeza. 

Griezzman trata de desmarcarse y nadie parece verlo. En la banda, cuando forma parte de la delantera junto a Messi y Suárez, carece de regate, por lo que prodiga el pase atrás en cuanto recibe el balón. Corre y suda, pero es improductivo. Desde el retorno tras el confinamiento, que son seis partidos, lleva cero goles y cero asistencias, apenas tres disparos y tres regates intentados. Muy pobre. 

"Ganas de llorar"

Setién le ha dejado en el banquillo en tres de los cuatro últimos partidos, y los cuatro minutos que jugó ante su exequipo coronaron la visibilización de un problema con ramificaciones. «Me dan ganas de llorar. Dos minutos…», escribió y luego borró el hermano del francés en redes sociales. La familia como medidor del estado de ánimo de un jugador comedido y poco dado a las malas caras. 

Más cruel con Setién fue el padre del futbolista. Esto escribió tras escuchar al entrenador decir que hablaría con Griezmann aunque no le pediría disculpas. «Para tener este tipo de conversación necesita tener las llaves del camión y este no es el caso, solo es un pasajero», aseguraba sobre la cacareada falta de mando del entrenador barcelonista.

Malas cartas

Ciertamente el francés juega con malas cartas. La personalidad política que ha mostrado Setién respecto a aquellos futbolistas que se enfadan al ser sustituidos le va en contra. Sería el caso de Suárez, quien aún no está en plena forma tras su lesión. No es el primero que sucumbe a las jerarquías. Ernesto Valverde hizo también lo que pudo. 

Setién efectuó una declaración reveladora tras el encuentro del martes en el Camp Nou. «A Griezmann le veo bien. El problema es que no pueden jugar todos y hay que decidirse por algunos. A Suárez siempre hay que tratar de tenerle, a Messi también, porque no sabes nunca lo que va a pasar. No es fácil encontrarle sitio sin desestabilizar el equipo», explicó.

Traducido: Suárez, por si se enoja, también es insustituible, como se vislumbró en Vigo. Y Setién, que está en modo supervivencia, debe medir sus alineaciones, sus cambios y sus declaraciones. Por el camino, su ideario se va desgastando. Actuar como un político tiene sus peajes.