ANIVERSARIO

Inmortal Koeman

Koeman corre a celebrar el gol recién marcado al Sampdoria en la final de la Copa de Europa de 1992.

Koeman corre a celebrar el gol recién marcado al Sampdoria en la final de la Copa de Europa de 1992. / periodico

Joan Domènech

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La acumulación de whatsapps que ve cuando se despierta le recuerda el día que es, por si alguna vez se le ha olvidado. Tal vez el 20 de mayo deba competir en su memoria con otras jornadas inolvidables en el ámbito personal y profesional. Para los culés es una fecha imborrable, imperecedera. Y Ronald Koeman tiene la condición de inmortal.

Han transcurrido 28 años y no se trata de un aniversario redondo ni especialmente entrañable. O no lo es más que octavo o el decimoséptimo. ¿O sí lo es después del <strong>“susto” del pasado día 3,</strong> cuando tuvo que ser ingresado de urgencia por un principio de infarto? Una fecha que, a diferencia de otras, debería quedar enterrada en el olvido. Como las que remiten a las malas experiencias.

“Me encuentro muy bien, estoy en casa y hace muy buen tiempo en Holanda”, contaba Ronald, disfrutando de una jornada soleada y primaveral. Comparable al mismo día de 1992, cuando el FC Barcelona vio la luz en el palmarés de la Copa de Europa, una ausencia que le acomplejaba en comparación con otros clubs de igual o menor entidad que ya la habían conquistado. Todas las frustraciones, todos los disgustos, todos los complejos concentrados en la final de Berna-61 (derrota 2-3 con el Benfica) y, especialmente, la de Sevilla-86 (0-0 con el Steaua de Bucarest y caída en los penaltis) morían estrellados en la red de la portería del Sampdoria en el minuto 111 de partido.

La avalancha del 20 de mayo

Han transcurrido 28 años. “Estoy cansado de tantos mensajes”, bromeaba Ronald, con la voz vigorosa, transmitiendo vitalidad. Jocoso, contemplaba atónito la avalancha acumulada en el teléfono pese a que se produce con precisión anual. No deja de enorgullecerle. “Es broma”, recalca, “es una alegría ver año tras año a tantas personas que se acuerden de esto”.

Es una alegría ver año tras año a tantas personas que se acuerden de esto"

Al principio, en los primeros tiempos, le sorprendía toparse de golpe con un inesperado cúmulo de avisos, hasta que paraba en la cuenta de que los números y las llamadas procedían, básicamente, de Barcelona. Una rápida conexión con el pasado azulgrana reactivaba su memoria. “Nunca pensé que haría feliz a tanta gente”, recordaba, de nuevo, igual que cuando volvió para celebrar el 25 aniversario en el 2017. “Joder, me llaman más que por mi cumpleaños”, confesaba entre risas a un amigo. Es el 21 de marzo.

No lo pensó en Wembley, otro santuario eterno, tanto en la versión del antiguo recinto de 1992 como en el moderno del 2011 donde Pep Guardiola, compañero entonces, amigos siempre, coronó una mayestática obra en el 2011 con una lección de fútbol sobre el Manchester United (3-1). Esa Copa de Europa era ya la cuarta (son cinco), después de que Koeman abriera con su icónica alta un boquete en el muro del fracaso en el que se estampaba el Barça.

Aún hoy, Koeman es el mejor lanzador de penaltis contemporáneo del Barca con un 87,5% de acierto

Pero él sí que fue feliz. El sentimiento de plenitud es algo que no se olvida. El juego, los apuros, los detalles quedan en un rincón. El partido pasa a ser lo de menos. Solo queda la falta, el gol, repetido una, mil, millones de veces, desde aquella noche en la que no pudo dormir. “Me despertaba a cada hora y me decía: ‘Joder, qué feliz soy”, confesó hace tres años.

El defensa goleador

El “joder” es una palabra fetiche, fuertemente arraigada desde que la aprendiera a partir de junio de 1989, cuando fichó por el Barça, y era el futbolista más cotizado del planeta, en dura competencia con sus compatriotas Marco van Basten y Ruud Gullit. Todos los grandes querían a aquel defensa rubicundo y pecoso, dotado de una calidad de pase espectacular y un disparo terrorífico. Tambien el Real Madrid, que andaba al acecho de ese singular goleador, infalible casi en faltas y, sin el casi, en los penaltis. Todavía hoy, es el mejor lanzador de la historia azulgrana. Mejor que Rivaldo, Ronaldinho, Stoichkov, Neymar… Mejor que todos. Sí, mejor también que el de Messi, con un 87,5% de acierto en la transformación: 42 de 48.

Medio año antes, en diciembre de 1988, ya se había decidido. “Fui al Barca por Johan, a quien había tenido un año en el Ajax, y porque me gustaba el Barcelona”, explica. Y juntos recorrieron el camino desde el Camp Nou hasta Wembley. No sin sobresaltos (Johan fue intervenido del corazón de urgencia y Ronald, se rompió el tendón de Aquiles y estuvo cuatro meses parado en 1991) ni críticas.

La cara B del triunfo

La gloria quedó reservada para él. Podía haber sido para Stoichkov, que remató al poste. O para Julio Salinas, que siempre chocó con Pagliuca, el meta del Sampdoria, aquella tarde en Wembley y dos años después en Boston. O para Zubizarreta condenado al ingrato olvido de los porteros en las victorias. Por eso bromea con el supuesto hartazgo de los mensajes. Es la recompensa a la cara B del triunfo, la que encierra los malos momentos de las lesiones, los disgustos y las críticas iniciales: que si era lento, que si estaba gordo, que si era caro (mil millones de pesetas costó), que si er un protegido de Cruyff, que si era holandés…

"La primera vez siempre es especial", admite Ronald, que antes (1988) fue campeón con el PSV Eindhoven

 “El 20 de mayo de 1992 fue fantástico. Es un día para recordar, un partido para recordar”, concede Ronald. Igual que hacen miles de culés. Y es lo que ha quedado en la historia.

“Era la primera Champions para el Barcelona y la primera vez siempre es muy especial”, admite. En su caso era la segunda. Cuatro años antes, el 25 de mayo de 1988 (otro aniversario, seguro que algunos mensajes más), la había conquistado con el PSV Eindhoven. Ante el Benfica, (0-0, 6-5 por penaltis). También abrió el camino del triunfo, en la tanda, con el lanzamiento inaugural. Al cabo de un mes (25 de junio), se coronaba con Holanda como campeón de la Eurocopa con un triunfo sobre la Unión Soviética (2-0).

Principio de infarto

Aspiraba a lo mismo este año, a conquistar la Eurocopa, pero ya como seleccionador, en el lugar que ocupaba Rinus Michels. Y no podrá por la pandemia del coronavirus. El planeta ha dejado de girar, igual que el balón, y los preparativos quedan aplazados al 2021. Como aplazada está la visita a Barcelona para estrenar el piso que se compró.

Aplazada la Eurocopa al 2021, el coronavirus ha retrasado la vuelta a Barcelona para estrenar un piso

Pero su corazón sigue latiendo con fuerza, superado “el susto” como denomina al dolor en el pecho que sintió el primer domingo de mayo, al regresar a casa de una salida en bici con un amigo. Bartina, su mujer, llamó a una ambulancia y un cuarto de hora después entraba por las puertas de urgencia del hospital AMC con el<strong> pronóstico de infarto</strong> por la obstrucción de una vena. Mediante un cateterismo en el brazo derecho, le implantaron dos estents para ensanchar los conductos sanguíneos.

Koeman sigue leyendo mensajes.