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El Espai Barça, en punto crítico

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Albert Guasch

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Hace un par de días, el aspirante al trono del palco del Camp Nou, Víctor Font, reclamó a través de una larga misiva que se retrasasen todas aquellas decisiones estructurales que no fueran imprescindibles ante los lúgubres interrogantes que plantea la crisis del coronavirus. «Es vital aplazar la decisión sobre el Espai Barça hasta que la nueva Junta Directiva sea elegida», escribió, alertando sobre la economía del club.

Los retrasos forman parte inseparable del proyecto emblemático de Josep Maria Bartomeu. Quién sabe si este último de forma mortal. Tal y como están las cosas, la primera piedra no se podrá quitar del Camp Nou hasta verano del 2021. Es, paradójicamente, justo el año que debían terminarse las obras, según se estableció en el 2014, cuando el proyecto fue aprobado por el 72% de los socios en referéndum. Es el verano en que el presidente cerrará su ciclo en el club y se celebrarán las elecciones. Ni las excavadoras podrá ver Bartomeu. 

Inicios con Rosell

La parálisis se ha instalado en la magna obra del Espai Barça. Construido el Estadi Johan Cruyff y derrumbado el Mini, queda pendiente el nuevo Palau y las instalaciones adyacentes y, por supuesto, el Camp Nou, tan viejo como indestructible pese a los diferentes planes de diferentes presidentes de cambiarlo de arriba a abajo. Su reforma parece maldita.

El club ha mantenido negociaciones avanzadas con un par de empresas para el apellido del Estadi

Josep Lluis Núñez no pudo llevar a cabo su proyecto Barça2000, que tuneaba el barrio de Les Corts, por la oposición vecinal. Joan Laporta llegó a elegir a Norman Foster para construir un nuevo y flamante estadio, pero Sandro Rosell tumbó el proyecto en cuanto logró la presidencia. Antes de dimitir plantó el embrión del Espai Barça, que Bartomeu asumió como propio y lo convirtió en su proyecto bandera. 

El Espai Barça ya no vale 600 millones como se presupuestó inicialmente sino que ha trepado su coste más allá de los 800. Por los retrasos, por la inflación, por las sorpresas que uno se encuentra cuando acomete una obra de tal calibre… Un desvío que Bartomeu juzgó como excesivo y, por tanto, entendió que merecía un nuevo referéndum. 

Este debe celebrarse en día partido. Pero no habrá partido, con público, hasta váyase a saber cuándo. Y como las excavadoras deben entrar en el campo fuera de la temporada futbolística, no hay más remedio que trasladar el momento de acción de la maquinaria pesada hasta el verano 2021. Con suerte lo estrenará la próxima directiva, si se lleva adelante tal y como está planificado. Cabe recordar que la actual junta, tras la intempestuosa dimisión de Emili Rousaud, se ha quedado sin candidato continuista.

Bartomeu siempre ha sostenido que se trata de un proyecto de club, no de directiva. Lleva años elaborando un plan financiero que ha ido mutando. El último, el que debe presentarse ante los socios, involucra al banco de inversiones Goldman Sachs, que aporta 700 millones para la reforma a cuenta de los ingresos futuros que dará un Camp Nou renovado, con multitud de palcos vips. Unos 150 millones anuales, según las estimaciones oficiales. 

La entidad confía en que Goldman Sachs mantiene su compromiso de 700 millones con la financiación de las obras

El club mantiene el mensaje de que, pese a la sobrevenida crisis, Goldman Sachs no ha modificado su implicación. Los contratos están redactados y al día siguiente de que los socios den el visto bueno, los compromisos se pueden dar por firmados.

Menos certidumbre existe sobre el apellido del Camp Nou. Había negociaciones avanzadas con dos empresas. El objetivo era conseguir de 25 a 30 millones cada año durante los próximos 20. La crisis golpea fuerte y falta ver cómo el coronavirus alterará los planes de tantas compañías, incluidas estas dos.

Aval de expertos

Pese a las dudas de la oposición sobre la salud del club y la viabilidad del proyecto ya antes del azote del virus, Bartomeu quiso respaldarse y sondeó la estructura financiera con tres economistas catalanes de prestigio (alguno de ellos bajo la condición de que no se revelara su participación) y el club encontró confort al recibir de parte de los tres, tras estudiarlo detenidamente, un informe positivo. Avalaron la fortaleza de los números y su viabilidad. 

Este aval, producido antes de que golpeara el coronavirus, dio un impulso a los gobernantes del club que aún hoy se mantiene. O esa es la impresión que buscan exteriorizar. Hay tres ejecutivos en la entidad tratando de reorientar los números ante el nuevo panorama que se plantea en la industria del fútbol y que tendrán que reportar ante Bartomeu y Òscar Grau, el CEO del FCBarcelona. En estas cuentas figura también el Espai Barça, la joya de la corona que, después de tantos retrasos, no se sabe si un día verá totalmente la luz.