Messi adelanta la gala del Balón de Oro

Cinco días antes de la gala del Balón de Oro 2019, Leo Messi se probó en el Camp Nou el esmoquin con el que acudirá el lunes al Theatre du Chatelet de París a recoger, salvo imprevisto giro de los acontecimientos, el trofeo que lo acredita por sexta vez como el mejor futbolista del mundo. En su partido número 700 con la camiseta azulgrana, un duelo con el Borussia Dortmund que podía decidir, para bien o para mal, la suerte europea del Barça, el astro argentino se vistió de bonito y se miró en el espejo de sus mejores actuaciones pretéritas -elegancia bajo presión- para dejar sellado el pase a octavos de su equipo como primero de grupo con un exuberante ejercicio de liderazgo futbolístico. El 3-1 final convierte en intrascendente (para el Barça, que no para el Inter) el viaje a Milán de dentro de dos semanas.

Condicionado por las bajas en defensa, el once del Barça fue la enésima prueba de que a estas alturas Ernesto Valverde sigue tocando las teclas de la plantilla un poco al tuntún a ver si en una de esas le suena un acorde más o menos limpio. Después de no contar apenas con Ivan Rakitic en el primer tramo de la temporada y de hacer creer a la afición (con escasa convicción, eso es cierto) que el triunvirato Busquets-De Jong-Arthur era lo más parecido a un centro del campo titular, el técnico dejó al brasileño en el banquillo y puso al croata a jugar de inicio en el que quizá (y sin quizá) era el partido más importante del curso hasta la fecha. El exsevillista estuvo un palmo por encima de lo simplemente correcto y acabó ovacionado por el estadio.

Nueva lesión de Dembélé

La otra sorpresa de la alineación se produjo en el ataque, donde el ininteligible Dembélé pasó esta vez por delante de un Griezmann que no acaba de encontrar su sitio en este equipo. Como en él es habitual, el Mosquito se mostró tan participativo a la hora de pedir la pelota como errático en la toma de decisiones y, en su afán por intervenir en todas las acciones, su juego acabó extendiendo un cheque que sus delicados tejidos musculares no pudieron pagar. En el minuto 24, el francés se dejó caer al suelo, se quitó las botas con gesto de consternación y pidió el cambio.Desgraciadamente, eso sí que no constituye ya ninguna sorpresa.

Hasta ese momento, el Barça se había mostrado como un equipo algo ambiguo, alternando fases de juego intenso y ritmo alto con otras en las que se recogía en su campo y cedía la iniciativa al conjunto alemán. La lesión de Dembélé tuvo el singular efecto de activar, y de qué manera, al dúo Messi-Suárez, que en apenas cinco minutos de vendaval futbolístico revolucionó el encuentro con dos goles (que pudieron ser tres) y dejó al Dortmund boqueando en la lona. El primero lo marcó el uruguayo tras una asistencia milimétrica del 10, que poco después anotó el segundo al culminar con frialdad de sicario un servicio del charrúa aprovechándose de un error de Hummels. Entre uno y otro, el portero Bürki evitó que Messi presentara su candidatura al Premio Puskas del año que viene al negarle el gol tras una jugada descomunal.

Pleno del 'clan del mate'

Los de la cuenca del Ruhr recompusieron el equipo en la segunda mitad con la entrada del talentoso Jadon Sancho, en persecución de una remontada que se antojaba poco viable, pero su ambición creó los espacios necesarios para que el capitán azulgrana cogiera ya las riendas del partido definitivamente y liderara los mejores minutos que se le han visto al Barça en las últimas semanas, tal vez meses. Bajo la batuta de Messi, hasta el exasperante Giezmann logró sonar afinado y obtener el premio del gol (su estreno europeo de azulgrana) en una jugada (otra) conducida por el rosarino. El clan del mate celebró su pleno con un abrazo que parecía más ensayado que sentido pero que bien está.

Con el 3-0 pareció quedarse conforme el equipo local y ello permitió al Dortmund expresarse sobre el césped con más naturalidad. Tanta, que los alemanes encontraron el camino del gol con cierta facilidad en el minuto 77 en un delicioso disparo a pie parado de Sancho y a punto estuvieron de anotar el segundo y sembrar el pánico en el Camp Nou en otro remate del delantero inglés que Ter Stegen desvió al larguero con la punta de los dedos.   

Al final, sin completar un partido redondo pero subiendo un par de peldaños en la escalera que conduce a la excelencia, el equipo de Valverde se llevó una victoria balsámica que no solo mete a los azulgranas en el bombo de octavos y les permite gestionar esfuerzos en el último partido de la fase de grupos sino que les recuerda a los rivales (y sí mismos) que aún no se les ha olvidado del todo eso de jugar a fútbol. Y que el que mejor lo hace lleva en el pecho el escudo del FC Barcelona.