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LEGANÉS 1 - 2 BARÇA

Victoria sin fútbol

El equipo de Valverde salva otro desastroso partido con dos goles que nacen en acciones a balón parado

El remate de Luis Suárez que ha significado el empate a uno en Butarque.

El remate de Luis Suárez que ha significado el empate a uno en Butarque. / periodico

Marcos López

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No pregunten por el juego. Por favor, no lo hagan. Ni pierdan el tiempo en saber lo que ocurre con el mal fútbol del Barça. Acaba noviembre y nada cambia. El líder sigue siendo el líder, aunque termine ganando de rebote, con goles extraños, como el de Arturo Vidal, sostenido con el respirador artificial del balón parado. Donde no llega el fútbol aparece la pizarra. Una falta de Messi y un córner de Dembélé resultaron los prólogos de los tantos de Suárez y del chileno para salvar un desastroso sábado.

Era como si nada hubiera cambiado. Era como si el Barça estuviera anclado en Butarque desde hace un año. Entonces, acabó perdiendo. Ahora, también empezó perdiendo. No aprende la lección. Ni de la pasada temporada. Ni tampoco de esta. Bilbao, Pamplona, Granada, Valencia, Praga, Leganés… Las ciudades cambian; los escenarios, también. Pero el equipo de Valverde sigue ofreciendo esa imagen triste, apocada, tenebrosa incluso, que no sabe rebelarse contra las adversidades que él mismo se genera. Pero lo más doloroso es que no tiene un plan. O si lo tiene no se saben la partitura. Por mucho que el técnico vaya removiendo la pizarra en busca de un remedio que no llega.

Así empezó el frío mediodía al sur de Madrid. No tenía alma el campeón. Ni alma ni pasión alguna en su fútbol, a pesar de que Valverde acumuló todos los delanteros que tenían en su plantilla sobre el césped. Solo faltaba Ansu Fati. Pero ahí estaban Messi, Luis Suárez, Griezmann y Dembélé formando una nueva sociedad ofensiva que prometía grandes emociones. Solo provocó grandes momentos de aburrimiento porque el balón transitaba a velocidad endiabladamente lenta. Iba tan despacio que el Leganés, colista de la Liga, vivía una matinal tranquila. Nadie lo diría teniendo tanto talento delante suyo. Pero no el fútbol no entiende de fortunas invertidas en delanteros que no crean peligro.

Fue entonces cuando el Barça, que arrancó con un 4-2-3-1 para que entraran los cuatro (Luis, Leo, Ousmane y Antoine) quedó desnudo. El golazo de En-Nesyri que sacudió la escuadra derecha de Ter Stegen pone en el primer foco de culpable a Piqué, el azulgrana que tenía más cerca. Pero el central diestro andaba ocupando el territorio del central zurdo porque no había noticias de Umtiti, fuera de sitio, mientras todo el equipo exhibía una indolencia defensiva que le llevaba, un partido más fuera de casa, a la perdición.

Juego 'pastoso'

Perdido andaba el campeón. Con un traje táctico nuevo, al que Valverde, consciente de que no le sentaba nada bien, cambió antes incluso de llegar a la media hora. Confinó entonces a Dembélé en la banda izquierda y colocó a Griezmann en la derecha. O sea, los cambió de costado porque el equipo estaba “pastoso”, usando la expresión que patentó el técnico tras ganar al Celta.

Aquello ocurrió antes del parón. Dos semanas más tarde, todo continuaba igual de pastoso. Hasta desagradable resultaba el juego azulgrana porque no emitía ninguna señal positiva. ¿El Leganés? A lo suyo. Orden, método, solidaridad defensiva y aprovechar la indecente primera parte azulgrana. Con eso le bastaba para ganar al Barcelona y sin apenas tener que sudar. Necesitó media hora el campeón para firmar su primer remate a puerta con el cabezazo de Suárez, repelido de forma felina por ‘Pichu’ Cuéllar. Eso y ya está. Antes, la nada; luego, la nada. Si acaso las juveniles conducciones de Frenkie de Jong, que ha ‘envejecido’ demasiado en sus primeros meses. Y no es responsabilidad suya. Ni mucho menos. Más bien todo lo contrario. Son los demás los que no le ayudan. Aún así, se rebeló al inicio de la segunda mitad asumiendo ya todos la magnitud del drama. Perdía el Barça en casa del colista.

Aferrados a la estrategia

Peor no podían jugar. Y en los 10 minutos iniciales de la segunda mitad había generado peligro de verdad. Un cabezazo de Piqué al palo, el tanto del empate de Suárez a balón parado (si no hay fútbol que funcione, al menos, la estrategia) y una ocasión atrapada por Cuéllar a disparo suave de Messi.

Entonces, intervino, otra vez, Valverde. Quitó a Busquets y puso a Rakitic. Sacó del campo, con 1-1 en el marcador, a Griezmann y puso a Arturo Vidal. Había sido irrelevante Antoine, quien empezó asumiendo el rol de extremo zurdo y terminó siendo extremo derecho. Y el técnico que arrancó con Busquets y De Jong, que sufrió un golpe en el tobillo, como pareja de medio centros finalizó con Rakitic y Arturo Vidal. El partido se tornó entonces extraño. Y cuando los escenarios adquieren un aire raro y desordenado es cuando mejor se maneja el chileno, autor de uno de los goles más peculiares, retrato del caos que sacude al Barça, sobre todo lejos del Camp Nou.  Miren el marcador, por favor. No hay más. 

Leganés, 1 - Barcelona, 2

<strong>Leganés: </strong>Cuéllar (6); Rosales (5), Bustinza (5), Omeruo (6), Siovas (5), J. Silva (6); Óscar (5), R. Pérez (6), Roque Mesa (6), Braithwaite (6); En-Nesyri (7).