Ocho minutos de frenesí del Barça liquidan al Sevilla (4-0)

Hasta el minuto 25 el Sevilla había rematado cuatro veces y Ter Stegen ya se había lucido, en una reacción en la que pudo romperse todos los ligamentos de la rodilla desviando un tiro a bocajarro de De Jong, el malo, el del Sevilla, porque desperdició tres de esas opciones. La siguiente vez que llegó un balón al área, en la otra, Luis Suárez dibujó una espectacular chilena con la izquierda.

El golazo del uruguayo trazó la frontera del partido que se estaba viendo con el que continuaría, y estableció la diferencia que existe entre los dos nueves del encuentro.

Suárez desencadenó un tsunami azulgrana de acierto en ocho minutos de frenesí que se llevó por delante al Sevilla. El pobre Julen Lopetegui, que volvía al Camp Nou revivido después de morir con el 5-1 encajado con el Madrid, estuvo a punto de desmayarse otra vez.

Solo faltó Coutinho

Suárez le endosó tres tantos aquella tarde, y Arturo Vidal uno. Los mismos goleadores -faltó Coutinho- que encarrilaron de forma inexplicable el duelo a favor del Barça antes de que se sumara también Dembélé.

Discutido el uruguayo (fue pitado en el partido ante el Villarreal, pero luego ha encadenado cuatro goles entre el Getafe, el Inter y el Sevilla), y con pocos adeptos Vidal y Dembélé, solo faltaba incorporar a Semedo como gestor de los dos primeros tantos barcelonistas para negar cualquier posibilidad de refugiarse en la lógica para describir la metamorfosis del Barça.

Solo hubo una razón: el perfecto índice de acierto en el remate. De Jong, Luuk, el desafortunado, estampó un tiro en el poste recién nacida la segunda mitad. Semedo centró con la izquierda Suárez en el 1-0 y regateó ¡a Jesús Navas! en la génesis del 2-0.

Premio a Vidal

Frenkie, el otro, llamémosle el bueno, ofició de mediocentro. El sitio de Busquets, el sacrificado por Valverde para premiar con la primera titularidad a Vidal por su vigorosa aparición ante el Inter.

Vidal es uno cuando entra como titular y otro cuando se incorpora desde el banquillo. El efecto gaseoso que genera como revulsivo reporta más beneficios que si empieza el partido y se regula. La ganancia en robo de pelotas y presión, en cambio, supone una pérdida en la fluidez del juego.

Al Barça le faltó fútbol, también ayer. Demasiados vaivenes ha sufrido el equipo, al que no se ve engrasado ni con automatismos más allá de darle el balón a Messi en todos los casos siempre que el capitán ande cerca. El Sevilla le llevó de lado a lado incluso con el 3-0 y lanzó una lluvia de centros que alteró el pulso de Todibo y Piqué. Los andaluces remataron casi todas las jugadas de estrategia.

Como el Inter

Las novedades (entró Todibo por el sancionado Lenglet y Dembélé en la primera suplencia de Griezmann) no cambiaron sustancialmente al equipo. El partido comenzó por unos trazos muy parecidos al del Inter. El Barça volvió a jugar angustiado.

Aquella tortura duró 45 minutos con el agravante de un gol en contra; la de esta noche ha sido un mal rato de 27 hasta la explosión de luz y color azulgrana. Josep Maria Bartomeu se ahorró el peor trago. Apareció tarde en el palco, pero aún no había acabado la asamblea. Quien aguantó hasta el fnal por formalidad no se lo perdonará durante unos días.

Messi y Mateu han vuelto

La goleada mantuvo a salvo el marcador y los efectos de Mateu Lahoz como elemento agitador, que expulsó a Dembélé y al debutante Araujo de una tacada. La hinchada contempló con displicencia la segunda mitad. El equipo solo ha mejorado los resultados, y con el Madrid por delante, esa es la prioridad. Pero ha recuperado algo mucho más valioso. Ha recuperado a Messi, que se atrevió a hacer largas carreras poniendo a prueba su propia potencia y acertó con un gol maravilloso de falta.