ACTUACIÓN MAJESTUOSA
Ansu Fati, un niño con ángel
Soñaba Messi con la foto del tridente del 2015. Soñaba Leo, y así se lo hizo saber a quien correspondía, al presidente Josep Maria Bartomeu, que reunir, de nuevo a Neymar con Luis Suárez y con él garantizaba los títulos, sobre todo en esa Europa tan esquiva. Lo que no soñaba nadie, ni siquiera el genio argentino, es que el Camp Nou asistiera al nacimiento de una estrella. Ahí andaba el 10, junto al banquillo, en la primera fila de la grada del estadio, todavía dolorido por esa traicionera lesión muscular, cuando un adolescente, de apenas 16 años y 318 días, sacudió al Barça con una deslumbrante aparición.
Soñaba Messi con el tridente del 2015 y, de pronto, viajó al futuro. Como si fuera el tridente del 2022. No, no fue su gol de puro delantero centro. No, ni mucho menos. No solo se frotaba los ojos Ansu sino millones de personas delante de la televisión tenían la certeza de que algo único estaba ocurriendo. Privilegiados fueron los 81.617 aficionados que podrán decir dentro de un tiempo que ellos estaban la noche en que Ansu Fati se disfrazó de Samuel Etoo para convertirse en un nueve invisible para la experta defensa del Valencia.
La sabiduría de un adulto
Resultó indetectable porque el ataque del Barça nació en el flanco derecho con una combinación entre Carles Pérez y Frenkie de Jong para terminar casi en el punto de penalti donde apareció un niño con la determinación y frialdad de un adulto para firmar el tanto con una precisión exquisita. Derechazo de viejo goleador. Al marcarlo, se convirtió de nuevo en niño. Y se emocionó. ¡Como para no emocionarse!
El mundo moviéndose vertiginosamente a su alrededor. Pero él, a lo suyo. Generoso como es, quiso Ansu devolverle el regalo a De Jong en el 2-0. Entonces, se camufló bajo el ropaje de extremo izquierdo, esos tipos solitarios que viven encerrados en su mundo, aguardando a que le llegue el balón.
Cuando lo tuvo, aceleró de tal manera que rasgó a la zaga valencianista, provocando problemas en la cintura de Garay, teniendo, además, la calma necesaria para levantar la cabeza cuando la línea de fondo amenazaba con devorarlo. De repente, paró y miró. De pronto se hizo sabio porque esperó a que De Jong acudiera puntual al regalo de su joven colega de la pandilla.
Todo ocurrió en siete minutos de locura. En siete minutos nació un niño con ángel. En siete minutos marcó un gol de delantero centro. También lo hizo en Pamplona antes del parón. Allí, en El Sadar, con un imponente cabezazo. En el Camp Nou, en cambio, con un letal derechazo. En siete minutos, un niño con estrella. Y el estadio se emocionó de tal manera que jamás olvidará la noche de Ansu.
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