Tradición centenaria

Cien años de ofrendas azulgranas en la Diada

Bajo la presidencia de Ricard Graells, el Barça consolidó su vocación catalanista y se sumó hace un siglo a los actos de homenaje a Rafael Casanova

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Frederic Porta

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La Diada de este año marca el centenario del inicio de las ofrendas florales que el Futbol Club Barcelona realiza ante el monumento dedicado a la memoria de Rafael Casanova. Desde 1919 se ha convertido en tradición depositar flores dedicadas a la memoria de quien fuera 'conseller en cap' en la defensa de la capital catalana allá por 1714, siempre y cuando las dictaduras militares no prohibieran tal iniciativa. Unido en práctica simbiosis con el catalanismo desde sus primeros años y convertido en su embajador deportivo, el Barça vivió unos años de plena efervescencia nacionalista a partir de la refundación realizada por Joan Gamper en 1908 hasta la dictadura militar de Primo de Rivera, acaecida en las postrimerías de 1923. En aquellos 15 años, el club adoptó una idiosincrasia harto combativa, valiente y sin complejos en defensa del hecho catalán.

El 2 de diciembre de 1908, el fundador suizo consiguió salvar a la entidad en plena asamblea de socios convocada para su disolución. Lo hizo siguiendo una estrategia muy definida entre la que figuraba vincular íntimamente su continuidad y desarrollo al apoyo de las formaciones políticas entonces autonomistas. Al cabo de pocos años, el club empezó a redactar sus escritos en catalán y a ondear la senyera en su sede social, entre muchos otros jalones de similar contenido que caracterizaron entonces su recorrido vital.

El club de Catalunya

Así, una vez terminada la Primera Guerra Mundial, el Barcelona se convirtió en el único club deportivo del territorio que dio explícito apoyo, por acuerdo unánime de su junta, a la petición de un Estatuto de Autonomía que dotara de mayores competencias a la recién instaurada Mancomunitat de Catalunya. Tal singularidad provocó que, hace ya cien años, el periodista Daniel Carbó, apodado 'Correcuita', escribiera en 'La Veu de Catalunya', órgano periodístico de la Lliga Regionalista que, tras esa decisión, "el Barcelona ha pasado de ser 'un' club más de Catalunya a ser 'el' club de Catalunya". El lema finalmente acuñado por el presidente Narcís de Carreras en su discurso de investidura de 1968 ya rondaba por la cabeza de los culés más significados medio siglo antes.

Tiempos también en que el intelectual Rovira i Virgili realizaba paralelismos entre "el cop de falç" del himno de 'Els Segadors' y las bondades del "cop de pilota" representado en las victorias del club. Catalunya paliaba su falta de victorias políticas con la metáfora de las simbólicas victorias futbolísticas que lograba el Barça.

Deporte y patria

El compromiso aparecía diáfano, sin medias tintas. Los presidentes Gaspar Rosés y Joan Gamper refrendaron esta tendencia irreversible en sus respectivas gestiones y su sucesor, Ricard Graells, fue el hombre que, en definitiva, dio el beneplácito a la ofrenda de estreno en 1919. Tres meses antes, Graells había tomado posesión del cargo haciendo constar su "firme propósito de continuar la orientación que los antecesores, con tan buen acierto, han dado al club en todos sus conceptos, reafirmando, si cabe, la catalanidad del mismo”. Entre los múltiples detalles que ratifican el posicionamiento de la institución, basta con citar la frase final de la memoria leída ante la asamblea de asociados de 1920: "Somos del FC Barcelona porque somos de Cataluña. Hacemos deporte porque hacemos patria".

Mientras sobre el campo de juego Samitier, Zamora y una generación formidable de futbolistas provocaban un aumento exponencial de seguidores barcelonistas en el arranque de la llamada 'Edad de Oro', desde los despachos los guiños al catalanismo se sucedían constantemente. El club igual apoyaba a alcaldes irlandeses fallecidos en huelga de hambre por la independencia de su nación que bautizaba oficialmente a sus equipos inferiores con nombres tan inequívocos como 'Separatistes', 'Nova Germanor' o 'Jove Catalunya'.

La represión de la dictadura

Ya instalados en el nuevo estadio de Les Corts y convertidos en incomparable potencia del fútbol español durante la década de los 20, el Barça acabaría topando de bruces contra la represión de la dictadura de Primo de Rivera. Una serie deepisodios y encontronazos marcados por el antagonismo político hacia las autoridades militares acabarían en junio de 1925 con la proverbial gota que consigue rebosar el vaso. Así, el abucheo a la 'Marcha Real' en el partido de homenaje al Orfeó Català disputado ante el también beligerante Júpiter provocó la prohibición de toda actividad del Futbol Club Barcelona durante seis meses.

En los papeles oficiales de acusación se calificaba al Barça como "nido de separatistas" e incluso los propios futbolistas estaban al corriente del simbolismo de la entidad, ya que ni uno solo de ellos abandonó el barco durante la sanción. Todos prefirieron esperar medio año y reemprender la marcha deportiva con la misma camiseta como si nada hubiera sucedido. A Gamper, convertido en chivo expiatorio, abandonado por sus correligionarios, le tocó el castigo del exilio.

El resto del recorrido hasta hoy, a punto de cumplir la entidad sus 120 años de existencia, combinaría luces y sombras, largos periodos de resistencia política durante el franquismo contrastados con décadas marcadas por un sustancial descenso de identidad ideológica o brotes recientes de una militancia combativa similares a los de antaño.