Una Copa para poder pasar página

En su novela 'Retrato del futbolista adolescente' (Periférica), el escritor Valentín Roma, actual director de La Virreina Centre de la Imatge, pasa revista a sus años como prometedora figura de los equipos inferiores del Atlético de Madrid, club con el que ganó la Copa del Rey de juveniles y en el que llegó a firmar un contrato profesional que le garantizaba subir al primer equipo (desechó ese camino para centrarse en sus estudios de historia del arte). En uno de los pasajes del libro, Roma describe su sensación de perplejidad e impotencia cada vez que alguien que no pertenecía a la plantilla opinaba (o, peor, pontificaba) sobre las cosas que supuestamente ocurrían en el vestuario. "Yo odiaba hablar de fútbol con alguien ajeno al ámbito deportivo –escribe-, ya que explicaban ridículas leyendas y datos ficticios que a quienes vivíamos esa realidad nos avergonzaban. Además, era imposible hacerles cambiar de opinión, su testarudez corría paralela a su desconocimiento".

Es un sentimiento que probablemente han compartido estos días los jugadores y técnicos del FC Barcelona al verse protagonistas de todo tipo de rumores y especulaciones después de que la dura derrota europea en Anfield introdujera una nota trágica en la historia de una temporada que apuntaba a gloriosa. Interpretar el estado anímico de los futbolistas de Ernesto Valverde (y del propio entrenador), calibrar sus niveles de compromiso y motivación y aventurar sus reacciones ante cada noticia aparecida se ha convertido en las últimas semanas en un ejercicio periodístico tan extendido como estéril.

Bonanza o tempestad

Anclar a la plantilla azulgrana a la tierra en medio del ciclón desatado por el fiasco de Liverpool ha sido una de las principales preocupaciones de Valverde cara a la final de la Copa del Rey que el Barça y el Valencia disputarán el sábado (21 horas) en el Benito Villamarín. Una final que, en caso de victoria, no servirá para cerrar la herida de la Champions pero sí permitirá despedir el curso con una alegría y pasar página en un clima de cierta bonanza (sin excesos: que nadie espere este año una rúa por el doblete porque no hay previsto nada similar). Ahora bien, en caso de derrota empezará sin duda  a diluviar de nuevo sobre el Camp Nou, por más que el presidente Josep Maria Bartomeu haya garantizado públicamente la continuidad del técnico.

La afición ha decidido aparcar la frustración y acompañar al equipo en este último acto de la temporada. Las 21.400 entradas de las que disponía el FC Barcelona (incluidas las correspondientes a compromisos institucionales y de patrocinio) se han despachado en su totalidad, y unos 5.000 seguidores azulgranas harán el desplazamiento utilizando el transporte organizado por el propio club (la cantidad más alta que ha gestionado nunca el servicio de viajes del Barça).

Mejores sensaciones

Como era previsible, a medida que se acerca el día de la final crecen las expectativas y el ansia de victoria. Los jugadores, que han vuelto a los entrenamientos tras un día de descanso, entienden que el desastre de Anfield les obliga todavía más, ante la hinchada y ante sí mismos. "Es el último partido del año y queremos disfrutarlo para irnos de vacaciones con unas sensaciones mucho mejores que las que tenemos después del partido de Liverpool", reconoció Clément Lenglet en declaraciones a los medios oficiales del club.

El central francés, que acaba de ser convocado por primera vez por la selección absoluta de su país, jugó el año pasado la final de la Copa del Rey defendiendo la camiseta del Sevilla. Con poca suerte, porque el Barça pasó por encima del conjunto hispalense y le endosó un 5-0. En aquel partido, que devino un homenaje a la magia de Andrés Iniesta, el equipo de Valverde ofreció la mejor cara de la temporada. El sábado, ante el Valencia, tiene una oportunidad de hacerlo de nuevo y demostrar a los escépticos que lo de Anfield tuvo más de accidente que de horrible síntoma.