40 años de basilea

Qué noche la de aquel Barça

Basilea es un trencadís gaudiniano de recuerdos, pulsiones y, claro, sentimientos.

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Frederic Porta

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Antonio Franco, el 'dire', tituló así la portada del día siguiente 'Qué noche la de este Barça', tomando prestada la canción de los Beatles. Perfecta síntesis. Qué noche la de aquel día. La noche que puso a prueba los corazones del barcelonismo, dispuestos a resistir como fuera. Pasados 40 años, cuatro décadas nada menos, Basilea es un 'trencadís' gaudiniano de recuerdos, pulsiones y, claro, sentimientos. Como legó Tarradellas, en esta vida podemos hacer de todo salvo el ridículo. Y la previa era pavor. Miedo atávico a padecer otra final y perderla.

Unos 35.000 desplazados al St. Jakob Stadium, el estadio del trenecito que pasaba por detrás. La semifinal contra el Beveren, por los pelos. La previa con el accidente de Inge Krankl, la esposa de Hansi, que despertó una solidaridad en la tragedia capaz, aún, de ponernos 'la gallina de piel'. Hoy, los Rexach, Asensi o Zuviría, el del gol milagroso al Anderlecht, confiesan que, al ver la gradería teñida de 'senyeres', se conjuraron. No podían perder, ni por lo divino ni por lo humano, aunque notaran las piernas atenazadas por la responsabilidad.

Travesía del desierto

Significaba el primer título continental en color, el logro inaugural de un nuñismo aún balbuceante. El Fortuna Dusseldorf de los hermanos Allofs se antojaba el Brasil del 70 o casi. No había peor enemigo que el fatalismo propio, que el recuerdo de Berna'61, la incapacidad por sacudirse el polvo moral de la larga travesía del desierto. Sale el Barça de 'Quimet' Rifé Toni Torres, dos de los nuestros, y 'Tente' Sánchez marca a los cinco minutos, sólo para que Klaus Allofs se la cuele a Sant Artola Gloriós cuando ni siquiera notábamos la ventaja. Con empate a uno, Charly, cómo no, le pega al suelo en el penal que debía relajar tanta taquicardia. Nunca fue tan insultado el 'noi de Pedralbes', seguro, aunque le echara un capote el capitán Asensi pasada la media hora. Ni por ésas, Seel vuelve a igualar. Descanso y ya no quedan uñas.

Nada en la segunda mitad, superioridad que no se traduce. Prórroga. Ay, la fatalidad que ronda. Nadie puede con sus piernas, salvo Neeskens, que corre aparte. Rexach pega en la espalda de un defensor y fusila el tercero a quemarropa. Charly bajo una montaña humana, piernas acalambradas por el esfuerzo. En la distancia, todo el mundo besando y abrazando al prójimo en el tipo de paroxismo que sólo puede crear el bendito fútbol. Aprieta el Fortuna, por aquello tópico de vender cara la piel. Una contra, por Gamper, un contraataque propulsado por el Lobo, que para, vacila, no llega nunca, sí, ahora, pase de la muerte a Hansi, a Krankl por justicia poética. Gol del austriaco, el cuarto, que la cuela bajo el costillar del portero. El tanque enloquece y los culés con él, faltaría más. ¿Cuánto queda? Nueve minutos, suficientes para que Seel reduzca la distancia. Son seis. Larguísimos, eternos, interminables. ¡¡¡¡Finaaaaal!!! Ni un lacrimal seco. Esa foto de Asensi Krankl levantando el trofeo, felices y exhaustos, vistiendo la camiseta blanca del rival, quedará fija para siempre en las retinas y en las memorias.

Triunfadores en Europa

La imbatible sensación de volver a sentirse triunfadores en Europa, casi dos décadas después, olvidada la última copa de Ferias incluso por el memorión de la 'colla'. Sensacional comportamiento de los desplazados. Regreso triunfal a Barcelona. Felicidad desbordada en las calles, hablan de un millón. Infinidad de motos siguiendo la comitiva en el trayecto desde El Prat. Jugadores que ven desde el autocar a gentes de cualquier edad con un solo denominador común: Nadie mantiene la compostura. Qué emoción frenética, qué gentío. Incluso hay quien se tumba ante el autocar y pide ser atropellado, 'ja em puc morir en pau'.

La corbata de Neeskens

Sant Jaume con Johan II hecho una Magdalena, hombre destrozado en el adiós. Enfado del presidente, que pide mayor reconocimiento en una celebración ya empañada por el adiós del bravo holandés. Desde el balcón de la Generalitat, el amado Neeskens lanza incluso su corbata a la multitud, mínima porción de cuantos seguían la fiesta en la retransmisión televisiva. Inolvidable, maravilloso, definitorio de un tiempo, puerta de entrada en la modernidad. Parémonos a respirar, a celebrar tan fausto recuerdo: Si algún jovenzuelo tilda a los veteranos de 'aixecarecopes' le espetaremos que resulta muy fácil renegar del jamón pata negra cuando te han acostumbrado al caviar Beluga. Pero conste, chaval, que aquel sufrido manjar supo a gloria divina. Gloria in excelsis Deo, sin Leo. Qué noche la de aquel día.