ANÁLISIS TÁCTICO

Lección de fútbol del Liverpool

El Barça no juega, tampoco tiene la coartada del resultado y firma otra eliminación con un último gol ridículo

Wijnaldum celebrates scoring their third goal with Jordan Henderson and Trent Alexander-Arnold

Wijnaldum celebrates scoring their third goal with Jordan Henderson and Trent Alexander-Arnold / periodico

Joan Domènech

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1. El comienzo de Roma se repite

La pesadilla de Roma reapareció desde el saque de centro. Antes de que se cumpliera el primer minuto, una pérdida absurda de Arturo Vidal al entregar un balón a Milner dio pie al primer ataque del Liverpool, que terminó en un córner.

El chileno no estaba en el Olímpico, pero sí estaba Jordi Alba, que con otro error originó el de Origi en el minuto 7. Apenas un minuto después del que marcó Djeko hace un año para el cuadro italiano en el principio del cataclismo azulgrana. <strong>Los siguientes tantos del Roma llegaron en el segundo tiempo con un penalti y un córner.</strong>

Pero hubo una diferencia: el Barça reaccionó. El Barça no tuvo el balón que tanto paseó en el Olímpico y, sin embargo, llegó más al área ajena. Tal vez fuera porque se corrigió al revivir los errores que le condenaron entonces. También influyó que el Liverpool hiciera un fútbol más vertical y dejara espacios a sus espaldas que los azulgranas supieron aprovechar. Alba trató de enmendar su fallo con varias progresiones por la banda izquierda y dio aire al Barça, sin acabar de aplacar la fogosidad local. La defensa barcelonista se retrasó mucho tras el impacto del prematuro gol.

Valverde quiso evitar el vaivén llenando el centro del campo y no lo consiguió. Ni en la ida ni en la vuelta. La presencia de Coutinho como cuarto interior más que como tercer delantero no sirvió para que el Barça encadenara pases y posesiones, cuando menos para tranquilizarse. El Liverpool sí que dibujó el 4-3-3, como en la ida del Camp Nou, y dio la sensación de que controlaba todo lo que sucedía en el césped. No obstante, sufrió tanto o más que el Barça en su propia área.  Al descanso, había tantos remates a Ter Stegen como a Alisson.

2. El córner más vergonzoso

Asistencia de Alba y remate de Messi. Asistencia de Messi y remate de Alba. ElBarça dio señales de vida a partir de una de sus principales conexiones. No fue suficiente. En un partido grande, el equipo careció de otros registros en ataque. La defensa tampoco aguantó, condicionada por el marcador, la presión y los nervios. El descanso interrumpió los mejores momentos y la pareja no tuvo continuidad. Solo aguantó Ter Stegen, impotente ante el monumental hundimiento del equipo que se resumió en dos goles de jugada en un minuto y un córner, otro córner, que pasa a la historia como uno de los más ridículos de la historia del club.

Una jugada que señaló directamente a los jugadores por el despiste colectivo, la falta de atención y el exceso de confianza injustificado: con el 3-0 todos de espaldas al balón y Origi rematando a placer, solo. La autocomplacencia ridícula ante un espectacular hundimiento del Barça, denunciado por el marcador. Ni juego ni resultado.

3. Vidal no ataja el hundimiento

Hubo un momento, especialmente en la primera mitad, en que no se sabía cuántos Arturo Vidal había en Anfield. En teoría, uno; en la práctica, también. En realidad había más de uno porque tuvo la capacidad para desplegarse por todos los rincones del campo. No solo ejerció de guardaespaldas de Messi, sino que le echó una mano, y hasta dos incluso, a Mané, el delantero más venenoso que tenía Klopp en el campo tras las lesiones de Salah y Firmino. A veces, era Origi quien venía a ese flanco izquierdo del Liverpool, pero ahí aparecía, de nuevo, el incansable chileno, disfrutando como si estuviera jugando en el jardín de su casa.

Con un aire agónico en cada jugada, tal si se fuera a acabar el mundo en ese momento, llevando al límite su esfuerzo, sus piernas, su mentalidad. Contrastaba la enorme vitalidad de Arturo Vidal con la lenta velocidad de Coutinho, quien tuvo, eso sí, una excelente oportunidad en la primera mitad, que nació, precisamente, de una acción defensiva del exjugador del Bayern de Múnich. Robó Arturo, inició el contragolpe Leo y remató Cou. Pero apareció entonces Alisson para repeler ese disparo del brasileño.

No fue el único robo del chileno. Luego, todo cambió. No hubo ni rastro del Barça en el inicio de la segunda mitad. Empezó igual de mal que la primera. Peor incluso. Además, con dos goles. Dos tantos en los que Wijnaldum se convirtió en un elemento indefectible para la defensa azulgrana. No llegaron los centrales, ni Piqué ni Lenglet, pero era un problema colectivo porque el equipo de Valverde entró en pánico. Un pánico que se trasladó a la pizarra porque el técnico hizo el cambio del Camp Nou (Semedo por Coutinho y Sergi Roberto ejerciendo de interior diestro) pero no le salió tan bien.