SEMIFINALES DE LA CHAMPIONS

El Pistolero vuelve al río Mersey

Luis Suárez se reencuentra en Anfield con la afición que lo convirtió en ídolo supremo y en futbolista "de élite"

Luis Suárez, en la conferencia de prensa que ofreció en Anfield antes del Liverpool-Barça.

Luis Suárez, en la conferencia de prensa que ofreció en Anfield antes del Liverpool-Barça. / periodico

Rafael Tapounet

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Si los jugadores del FC Barcelona saben bien lo que es tirar por el inodoro una ventaja de tres goles en un partido importante, hay un miembro de la plantilla azulgrana que lo sabe por partida doble: Luis Alberto Suárez Díaz. Para el uruguayo, antes del Estadio Olímpico de Roma estuvo Selhurst Park, el feudo del Crystal Palace; el lugar en el que vio cómo todas sus opciones de conquistar una Premier League se iban por el sumidero cuando en apenas 10 minutos su equipo pasó de ir ganando 0-3 a empatar 3-3 y decir adiós al título. Eso sucedió el 5 de mayo del 2014. Su equipo, entonces, era el Liverpool Football Club.

“Me queda la sensación de que estuvimos a un paso”, sigue lamentándose hoy. Aquella imagen de Suárez sobre el césped de Selhurst Park con la camiseta sobre el rostro para ocultar las lágrimas es un testimonio elocuente no solo del imbatible gen competitivo del ariete de Salto sino también de la identificación que el uruguayo llegó a sentir con los anhelos, aspiraciones y frustraciones del equipo 'red', en el que militó durante tres temporadas y media y en el que su progresión como jugador lo situó en la élite del fútbol mundial. Que el nombre de su hija mayor, Delfina, nacida seis meses antes de la mudanza a Inglaterra, fuera un anagrama de Anfield parecía una señal del destino imposible de obviar.

16 minutos

Suárez llegó al Liverpool en enero del 2011, procedente del Ajax, para ocupar el hueco dejado por Fernando Torres, que había sido traspasado al Chelsea en una operación de alta rentabilidad. Pocos en Anfield confiaban entonces que aquel temperamental uruguayo que abandonó Amsterdam en mitad de una suspensión de siete partidos por morder a un oponente (Otman Bakkal, la primera víctima de su sombrío instinto licántropo) se pudiera acercar siquiera al rendimiento del Niño. Suárez solo necesitó 16 minutos para empezar a sacarlos de su error; ese fue el tiempo que transcurrió entre su primera salida al césped de Anfield (desde el banquillo, en un partido frente al Stoke) y su primer gol en la Premier.

Cuando el de Salto abandonó la capital del Merseyside al cabo de poco más de tres años, en medio de otra sanción por mordisco (el del Mundial a Giorgio Chiellini), acababa de conquistar la Bota de Oro al máximo goleador de las ligas europeas y había sido elegido el mejor jugador de la Premier. “El Liverpool me dio muchísimas cosas, me hizo madurar y mejorar en muchos aspectos. Gracias a este equipo llegué a la élite. Ser capitán del Liverpool ha sido una de las cosas más grandes de mi carrera”, recuerda. Pero seguía sin oler un solo título.

Aun así, la hinchada 'red' lo adoraba y sus compañeros sentían por él un respeto que a menudo era bastante más que eso; era pura admiración. Basta echarle una ojeada a 'My story', la reciente autobiografía de Steven Gerrard, el totémico líder de aquel equipo, para constatarlo: en el índice onomástico del libro, las referencias a Suárez ocupan más de media página. Como subrayó con cierta perversidad el periodista Simon Hughes en 'The Independent', es más que lo que dedica a Jamie Carragher, Rafa Benítez, Gérard Houllier y Fernando Torres... juntos.

Piscinazo para Moyes

El Pistolero conquistó definitivamente el corazón de la afición del Liverpool una tarde de octubre del 2012. Y no fue con un gol (al menos, no con uno suyo). Aquel día se disputaba en Goodison Park el derbi ciudadano que enfrenta a los 'reds' y el Everton. Unos días antes, el entrenador local, David Moyes, había acusado públicamente a Suárez de tirarse al suelo reiteradamente para fingir faltas, así que cuando el Liverpool marcó su primer tanto, el uruguayo se dirigió al banquillo del Everton y, al llegar a la altura de Moyes, <strong>protagonizó un piscinazo de impecable ejecución</strong>. Los fans lo elevaron a la categoría de ídolo supremo.

Ni el feo episodio de las acusaciones de Patrice Evra por un supuesto insulto racista ni esa nueva muesca en su historial vampírico que fue la dentellada al defensa del Chelsea Branislav Ivanovic hicieron mella en el idilio de Suárez con la hinchada de Anfield, pero la falta continuada de títulos quebró el ánimo del ambicioso ariete uruguayo, que empezó a otear más allá del Mersey en busca de retos mayores. Los acabó encontrando en Barcelona.

Más aplausos que silbidos

Suárez aguarda ahora con ilusión el reencuentro con la que fue su afición, de la que espera recibir más reconocimiento que hostilidad. “Estuve tres años y medio y la gente sabe lo que hice aquí. Cuando vine, el equipo no llegaba a la Champions y en mi último año estuvimos a un paso de ganar la Premier. Por el trabajo que uno hizo y por lo que se consiguió, creo que en el estadio va a haber más aplausos que silbidos”. Al menos, los empleados del club siguen profesándole afecto. “El personal de la cocina me esperaba con regalos para mis hijos. Eso te habla del cariño que aquí me tiene la gente. Y yo a ellos. Mi hijo [Benjamín] nació como quien dice en este estadio, mi hija se sabe las canciones de la hinchada, y mañana [por hoy] van a venir a ver el partido”.

Lo que no verán es a su padre celebrar un gol si es que llega a marcarlo. “La gente que sabe de fútbol conoce la importancia que tiene un gol en las semifinales de la Champions. Pero yo tengo un gran respeto a la afición del Liverpool y les estoy muy agradecido por todo lo que me dieron. En Barcelona, en el partido de ida, sí lo celebré cuando marqué, pero después hice un gesto de disculpa que algunos no entendieron. En Anfield no lo celebraré, igual que no lo celebré cuando, jugando en el Ajax, marqué ante el Groningen”.

Aunque para que ocurra todo eso, Suárez debería anotar, algo que no hace fuera de casa en Europa desde septiembre del 2015. El delantero dice no darle importancia a esa larga sequía, que, por otro lado, considera acabada: “El gol que hice en Manchester [y que la UEFA atribuyó a Shaw en propia puerta] lo cuento para mí, aunque ustedes no lo cuenten”.