LOS PILARES DEL TRIUNFO

Piqué y Lenglet, los colosos del Bernabéu

"Hay que defender con cabeza, Clement ha hecho un partidazo, Sergi ha parado a Vinicius, Alba....", dice el central

Piqué celebra junto a Messi el segundo triunfo consecutivo en el Bernabéu.

Piqué celebra junto a Messi el segundo triunfo consecutivo en el Bernabéu. / periodico

Marcos López

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Terminada la primera mitad se vio a un Messi tumbado en el césped, dolido por la nueva entrada de Sergio Ramos, que no recibió la amarilla. No es Leo un tipo que suela tirarse. Ni mucho menos. Le avala una larga historia de compromiso con el juego. La misma historia, por ejemplo, que emparenta al central y capitán del Madrid con acciones que exceden el reglamento. Sea como en Ámsterdam donde forzó una amarilla para librarse de jugar la vuelta en el Bernabéu, pero cometió la torpeza de decirlo públicamente un castigo de la UEFA de dos partidos. Ni la vuelta con el Ajax ni una hipotética ida de cuartos de final.

En Ámsterdam erró; en el Bernabéu, también. Pero Undiano Mallenco, un árbitro veterano y diplomático, prefirió mirar hacia el otro lado. Ya lo había hecho antes el colegiado navarro cuando, de nuevo, Ramos dejó su pierna para zancadillear al propio Messi. No vio la primera Undiano; no vio la segunda.

Debía estar enfadado, y con razón, el capitán madridista porque el Barça detectó donde estaba la llave del tesoro. A la espalda de Ramos. A la espalda de Carvajal. A la espalda de Reguilón, por donde llegó el 0-1 obra de Rakitic tras una jugada que duró 17 segundos y en la que intervinieron hasta seis jugadores del Barça.

En el gol quedó retratada la esencia del Barça: 17 segundos, seis jugadores y siete segundos para que marcara Rakitic

17 segundos, seis jugadores y siete segundos como prólogo del gol que silenció el Bernabéu. Arthur, Jordi Alba, Busquets, Messi, que la prolongó, y la delicada conexión entre Sergi Roberto y Rakitic. Delicada y, al mismo tiempo, precisa porque el croata definió con un toque mágico. Mágico porque se burló del gigantesco cuerpo de Courtois con tanta delicadeza que lo dejó sin respuesta. A Ramos ni se le vio en esa jugada. Luego, curiosamente, Undiano se la enseñó en la segunda mitad cuando le correspondía verla a Carvajal. Es lo que tiene darle un clásico a un árbitro que se está retirando, agotando sus meses finales en este complejo oficio. Más complejo lo hizo él.

Esa acción de Ramos, prácticamente en el tiempo añadido, enervó a Messi. Y al barcelonismo. Era tan evidente esa acción antideportiva que todos los jugadores azulgranas rodearon a Undiano para hacerle entender la dimensión de ese error. Pero ni caso. Seguía el árbitro feliz por la decisión que no tomó provocando la ira de Valverde. "Ha sido una agresión a Leo. Tenía sangre en el labio", ha dicho Piqué.

"Ha sido una agresión de Sergio Ramos a Leo. Tenía sangre en el labio" (Piqué)

No podían entender que no se viera algo tan evidente. Lo que sí resultó verdaderamente evidente fue el colosal partido de dos centrales. Ambos jugaban con el Barça. Colosal estuvo Piqué, convertido en algo más que un jugador. Se le mira siempre con recelo como si tener multitud de inquietudes o iniciativas pudieran despistarle de su rol de jugador. Ni mucho menos. Puede crear una nueva Copa Davis, puede tramar su acceso a la presidencia del Barcelona dentro de unos años, compra un club, se mete en declaraciones políticas y, además, juega de maravilla a fútbol.

"Hemos estado seguros atrás, intentando dar estabilidad, soy el que más años llevo ahí", ha recordado Piqué. "Clement se ha adaptado maravillosamente, ha hecho una temporada fantástica. Ha jugado un partidazo. Sergi ha parado a Vinicius, Jordi Alba... No solo los cuatro de atrás sino todo el equipo ha estado muy bien defensivamente", ha añadido uno de los capitanes.

A Piqué le da tiempo a crear una nueva Copa Davis, comprar un club de fútbol en Andorra y de jugar de maravilla a fútbol en el Bernabéu

Tan maravillosamente estuvo Gerard que se adueñó del clásico controlando el paisaje táctico. No solo eso. Gobernó hasta el paisaje emocional desquiciando al Madrid con y sin balón. Con balón saliendo con inteligencia dejando una postal espectacular que acabó haciendo claudicar al madridismo.

Se sintió, como diría Guardiola, el “puto amo”. Pero no estaba solo. A su lado tenía a otro central colosal. Joven él. Apenas 23 años. Y era, y es, su primera temporada en el Camp Nou, sin sentir vértigo en ningún momento. Al contrario. Mientras Ramos se empequeñecía, Piqué ofrecía una tesis del oficio de central.

La 'costilla de Lenglet'

Y no es que no tuviera mucho trabajo. Que lo tuvo, sobre todo dejando rasgos monumentales en las acciones de centros laterales. Lenglet se convirtió en mucho más que un alumno. Tuvo la personalidad y, especialmente, la autoridad que le porporcionaba su socio y, al mismo tiempo, su jerarquía. Parece mentira. Siendo un recién llegado como es, Lenglet y Piqué dejaron al Madrid sin marcar ni un solo gol en los últimos 180 minutos. Pueden ir preparando una sala en el Museo del Camp Nou. Una sala para la ‘costilla de Lenglet’, que evitó hasta tres tantos.