CONTUNDENTE VICTORIA EN EL CLÁSICO

Luis Suárez y la rotunda efectividad del Barça

El Madrid de Solari puso el juego y la ambición y el uruguayo los goles que decantaron la eliminatoria

spain soccer copa del rey 83253-c327a

spain soccer copa del rey 83253-c327a / periodico

Alejandro García

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si en algún contexto el fútbol pudo ser tildado de resultadista, se tuvo que parecer mucho al análisis positivo que puede sacar el Barça del Bernabéu, después de resolver una eliminatoria de Copa en el campo del eterno rival con la contundencia de un 0-3 que no fue reflejó del juego que se vio sobre el césped de un Bernabéu con el mejor ambiente de la temporada.

El gran mérito del equipo de Valverde fue la efectividad, personificada en un Luis Suárez cuyas aportaciones al juego colectivo durante la mayor parte del encuentro fueron inexistentes, casi ni buscadas. La misma eficacia fue de la que adoleció el Madrid, sobre la que vio perecer su plan de partido, dirigido a ahogar la salida de atrás del Barcelona con un ritmo de presión que, antes o después, tenía que pasar factura al equipo de Solari.

A ese recurso es al que se encomendó el Barça de Valverde, con un planteamiento conservador, lejos de la espectacularidad de otras épocas, con la primera y gran ambición de mantener la portería a cero. A partir de ahí, la idea era clara: buscar un gol que obligara al Madrid a abrir todavía más espacios para correr a la espalda de sus precarias posiciones defensivas.

Carente de pretensiones y con la apetencia justa para sobrevivir, el partido se rompió tras el primer gol de Suárez y entonces el Barcelona encontró la debilidad que había esperado ante la previsible desesperación de su afición.

GOLEADA SIN EXHIBICIÓN

El mismo resultado con el que el Barça selló su billete a la final de Sevilla provocó, una vez, aplausos en el Bernabéu ante una exhibición inolvidable de Ronaldinho. El feudo madridista se quedó vacío para despedir a los jugadores, entre la decepción de una derrota inapelable y la frustración sobrevenida tras haber confiado en un Madrid propositivo que había merecido ir por delante en un marcador que terminó siendo un tortura para la afición blanca.

Con dos disparos a puerta y un desmarque intenso al corazón del área, Luis Suárez propició los tres goles del Barça, producidos por un eléctrico Dembélé que, hasta que acertó a encontrar al uruguayo en uno de sus desbordes había sido una máquina constante e infalible de perder balones, alimentando la estrategía de un Madrid que, por momentos, vio muy cerca un gol que hubiera cambiado la eliminatoria.

LA DIFERENCIA AL FINAL

Sin embargo, la diferencia que decantó el partido, más allá de los méritos en los ochenta metros de campo restante, fue la eficiencia en los últimos 20. El Madrid naufragó entre la bisoñez de Vinicius y el Barça completó la travesía a hombros de la eficiencia de Luis Suárez y Dembélé.

Sin muchos más recursos de los que tirar, el planteamiento del Madrid fue tan atrevido como desesperado. A la espera de que el Barça enganchara una acción definitiva, el Madrid se encomendó a sus exhaustos atacantes que no consiguieron llevar al marcador el dominio que mostraron sobre el partido.

Benzema se fue diluyendo con el partido, fatigado tras liderar la producción blanca en las semanas de éxitos, y la aportación de Modric fue insuficiente para que el gran receptor de las ilusiones blancas, Vinicius, rompiera el techo de cristal que le está condicionando la existencia.

El brasileño del Madrid creó, generó y propició más acciones de peligro que nunca, eléctrico, vertical y con desborde en cada acción que intentaba, sin embargo, los problemas para definir empiezan a ser preocupantes, sin la determinación necesaria para decidir correctamente. Vinicius es como un torero sublime que nunca que culminado una faena con la espada. En su currículum ya puede apuntar, entre otras cosas, un regate maravilloso a Piqué sin tocar el balón, aunque en el dorso de su expediente tiene que aparecer, forzosamente, una falta de concreción en el área y de resolución en los metros decisivos que terminó por mermar su partido.