Una gestión eficaz da el triunfo al Barça

La camiseta que lucieron los jugadores del FC Barcelona en el momento de saltar al campo prometía “Un Nadal per canviar-ho tot”. Formaba parte de una campaña solidaria del club que pretende promover el deporte como herramienta de inclusión social. Pero en cuanto el balón empezó a rodar se vio que aquí no ha cambiado nada: Ernesto Valverde alineó a los mismos futbolistas que han venido jugando de inicio en los últimos partidos (con Semedo de vuelta al once), Jordi Alba canalizó por su banda el juego de ataque azulgrana, el Barça renunció al control de la pelota durante buena parte del encuentro para sacar provecho de los errores del rival y marcaron Leo Messi y Ousmane Dembélé. Una película que ya hemos visto muchas veces esta temporada. Y con final feliz: 2-0. Para honrar como es debido el día del sorteo de la lotería de Navidad, los jugadores del Celta se marcharon del Camp Nou diciéndose a sí mismos que lo importante es tener salud.

El equipo de Valverde acaba el año como líder en solitario. Y acumula cuatro partidos seguidos de Liga con su portería a cero, un logro que hace solo un par de meses se antojaba imposible. Quizá ya no ambiciona jugar como los ángeles y se conforma con administrar bien los partidos, pero mientras los resultados avalen la propuesta, el entrenador seguirá teniendo motivos para tachar de “demagógicas” las voces que le piden más aventura y menos realismo, más poesía y menos gestión.    

El partido no tuvo secretos y reveló su maquinaria interna casi desde el principio. El portugués Miguel Cardoso, que tiene ganada a la afición del Celta desde que el día de su presentación como técnico del cuadro vigués dijo estar “encantado de empezar esta nueva etapa en el Deportivo”, plantó la defensa muy adelantada, lo que le sirvió a su equipo para minimizar el juego del Barça en el centro del campo pero fue una invitación permanente a la incorporación de los laterales azulgranas; invitación, casi está de más decirlo, que estos aceptaron con gusto.

Pases telepáticos de Alba

Especialmente voluptuoso se mostró en esta tarea Jordi Alba, de cuyas botas salieron los pases que propiciaron los dos goles barcelonistas. Ambos envíos tuvieron el mismo destinatario: Messi. En la primera ocasión, el rosarino disparó a las manos del portero Rubén Blanco y el rechace de este fue aprovechado por Dembélé para enviar la pelota a la red. En la segunda, el 10 adoptó la personalidad del dios acuático Manannán (un personaje de la mitología celta que lo mismo encandila a los rivales con su casco flameante que se cubre con un manto de invisibilidad para pasar inadvertido) y se plantó en el borde del área sin que su presencia fuera detectada por la defensa celeste para allí recibir el telepático pase de Alba y anotar su gol número 48 en el 2018.

El partido no dio mucho más de sí. Hubo algunas ocasiones para los dos bandos, pero tuvieron más el perfume de lo anecdótico que el poso del verdadero juego de asociación. El Barça entendió pronto que no iba a necesitar mucho más para asegurarse los tres puntos, y el Celta se resignó a ver cómo sus buenas intenciones se estrellaban contra la eficacia del fútbol funcionarial impuesto por los azulgranas. Y así, con el paso de los minutos, el encuentro fue cayendo en un estado de melancólica intrascendencia del que nadie pareció tener la voluntad de huir, más pendientes los jugadores de la inminencia de las vacaciones navideñas que de la posibilidad de cambiar el guion.

Hace más de tres décadas, el grupo vigués Siniestro Total se preguntaba aquello de “¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos?”. Son hoy cuestiones pertinentes a la hora de enjuiciar el juego del Barça, pero, una jornada más, Valverde y sus jugadores han decidido aplazar las respuestas y centrarse en ganar los tres puntos. Ya lo decía aquella otra banda de Vigo: malos tiempos para la lírica.