LA SUPERCOPA ESPAÑOLA

Messi cumple 33

El argentino, que estrenaba capitanía, levantó un título más de los que compartía con Iniesta como récord azulgrana

Leo Messi, en la Supercopa de Tánger.

Leo Messi, en la Supercopa de Tánger. / .44647876

Marcos López

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La falta era nueva. Sí, era realmente nueva. Parece mentira que haya algo nuevo en ese catálogo infinito de recursos técnicos que posee Leo Messi. Un catálogo de miles y miles de páginas. Y en Tánger, al norte de África, inventó un lanzamiento distinto porque Vaclik no sabía lo que le iba a suceder. Seguro que Pablo Machín, el nuevo técnico del Sevilla, había aleccionado al exguardameta del Basilea. Pero ni él ni el extécnico del Girona habían visto una falta así.

Así empezó todo. Messi, con una poblada barba, ajustó su pierna izquierda como si estuviera en plena competición. Nadie diría que acaba de llegar de vacaciones. Pero literalmente. Una semana de entrenamientos y camino de Tánger, sin jugar previamente ni un solo minuto oficial. Plantó con mimo el balón en la frontal del área, tramando sigilosamente un secreto. Un secreto no detectado por el Sevilla, aunque necesitara, eso sí, un golpe de fortuna porque ese maravilloso lanzamiento, escupido hasta en dos ocasiones por el palo izquierdo, castigó el cuerpo de Vaclik.

Nada pareció casual. Quizá solo que la pelota golpeara en la madera y después en el cuerpo del nuevo portero sevillista. Pero todo lo demás estaba planeado. ¿Todo? Pues, sí. El balón viajó por el hueco que dejaron Piqué y Arthur, que ocupaban la barrera junto a los jugadores del equipo andaluz. La precisión y el veneno del disparo llevaba el sello de origen messiánico. O sea, iba a hacer daño allí donde los porteros sufren tanto que ven volar la pelota como un objeto de tortura.

Torturado quedó Vaclik  y el Sevilla porque Messi, de nuevo Messi, los dejaba desnudos. Casi fue su gol 32º en 34 partidos al conjunto andaluz, su víctima preferida, porque quien remachó fue Piqué. Pero antes y después, Leo dejó otra exhibición de pases. Dejando solo, al menos en una ocasión,  a sus compañeros de ataque. Y a Jordi Alba, por supuesto. Luego ya no es asunto suyo. Si todo dependiera del 10, la vida sería mucho más sencilla para todos. Dejó solo a Suárez con un monumental pase, pero erró. Tan monumental resultó que el nueve no se percató de que la pelota podía pasar por esa fínisima rendija que descubrió Messi. Dejó solo Leo a Dembélé, pero también erró el disparo.

Para Ter Stegen, manda Leo

Empezó pegado a la banda derecha, pero, en realidad, actuó de todocampista, convertido en el faro de la creación del juego azulgrana. Nada nuevo en el Barça desde hace más de una década. Tardó apenas unos minutos en desengancharse de la cal para iniciar su capítulo de pases (nunca vistos, siempre vistos) a todos sus compañeros. Quería ganar el 10 la Supercopa y no le gustó nada el despiste defensivo azulgrana en el tanto de Sarabia.

A partir de ese momento, todo cambió. A cada pase, y fueron muchos, llegaban acontecimientos distintos de Messi. Para empezar, rasgó esa estructura defensiva diseñada por Machín. Curiosamente, no ordenó el extécnico del Girona un marcaje individual como el que planteó con Maffeo en Montilivi la pasada temporada. A su manera conectó a sus compañeros para que entendieran que debían reaccionar tras un mal inicio.  Pasan los meses, inicia Valverde su segundo (y de momento) último año de contrato (nadie le ha ofrecido, que se sepa, la renovación) y la vida culé sigue igual.

Igual porque Messi levantó su primer trofeo como primer capitán del Barça. Suma ya 33 títulos, algo que nadie ha logrado en la historia del club, dejando por detrás ya a Iniesta, que disfrutó desde Japón de la victoria de sus excompañeros. Para Ter Stegen y manda Messi. Tan simple como siempre.