LA CONQUISTA DEL DOBLETE

El campeón invencible

El Barça de Valverde se impone en Riazor y hace historia al conquistar la 25º Liga y el octavo doblete sin perder ningún partido

Los jugadores celebran uno de los goles.

Los jugadores celebran uno de los goles. / .43129277

Joan Domènech

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Copa y Liga. Ocho días ha tardado el Barça en abrochar el deseado doblete trabajado durante nueve meses. Ernesto Valverde inscribe su nombre en mayúsculas en la historia del club. No son tantos los entrenadores (14 con él) que han ganado las 25 Ligas del club y muchos menos (8) los que han añadido una segunda pieza a la principal competición de la temporada.

Pero Valverde es único por encima de sus congéneres. Ha sido imbatible. Nadie como él ganó una Liga sin perder, y la posteridad reserva un lugar particular para la eficaz y laboriosa hormiga. El Barça de Txingurri cantó el alirón a falta de cuatro jornadas con 26 victorias y 8 empates tras imponerse en A Coruña. Una efeméride que se recordará con el paso de los años. Será más duradera que la catástrofe de Roma, el accidente de la campaña, que ha empezado a ser enterrado por la reacción del equipo, insensible al doloroso tropezón.

Momentos difíciles

"Hemos pasado momentos difíciles", reconocía Valverde, por fin con el rostro distendido. Sabía mejor que nadie la complejidad que ha entrañado su labor. Hasta el último día, cuando el Depor igualó el 0-2 que habían anotado Coutinho y Messi. Con el empate, Messi reapareció añadiendo dos goles para desatar la euforia culé tanto tiempo contenida.

"A veces se trata de no molestar mucho. He intentado aportar cosas y que el equipo, por ejemplo, estuviera junto en los malos momentos", añadió, haciendo gala de su modestia. "No soy el primer entrenador que gana una Liga con estos jugadores", añadió, atribuyendo todo el mérito a sus hombres. Sí es el primer entrenador invicto.

Autocomplacientes y tacaños

Riazor ha sido el escenario donde se ha consumado el esperado triunfo barcelonista después de cuajar una Liga casi perfecta, inigualable para sus rivales. El Madrid se rezagó pronto, distraído por su autocomplacencia, y el Atlético apenas ha aguantado el ritmo a golito por jornada. Unos por soberbios y otros por tacaños, los dos aspirantes de la capital siguieron de lejos la estela de un Barça que se escapó el primer día.

Y en el último selló el triunfo con la misma premura con que se puso manos a la obra en busca del gran objetivo de la temporada mientras se curaba de la depresión en medio de las risas cruzadas desde Madrid y desde París entre el meneo de la Supercopa y la huida de Neymar. El Depor hizo el pasillo al campeón de Copa y el Madrid no se lo hará al de Liga, según anunció Zidane.

Riazor, el estadio emblemático de la chiripa, aquel en el que el Barça crepuscular de Johan Cruyff recibió un alirón de regalo con el penalti fallado por Djukic (1994) vio, 24 años después, otra conquista azulgrana, esta vez en directo, esta vez trabajada en el césped.

Tamaño y perseverancia

El Barça de Valverde es más mundano, más terrenal. A Cruyff le llamaban Dios sus pupilos, y a Valverde se le conoce por Txingurri, una hormiga, antes por su tamaño como extremo, ahora por su perseverancia.

Este Barça concentra toda la magia en Leo Messi, el nombre que se repite en el bestial ciclo triunfador del Barça. Como se repite el de Andrés Iniesta. Ambos atesoran nueve Ligas y son dos de los cuatro supervivientes (junto con Sergi Busquets y Gerard Piqué) de la década gloriosa que ha impuesto el equipo azulgrana desde Pep Guardiola.

El Barça ha conquistado siete de las últimas diez Ligas y ocho de las últimas diez Copas y suma el tercer doblete de los últimos cuatro años, el octavo de la historia. Una racha que no responde ni al azar ni a la casualidad, sino al trabajo y a la creencia en unas ideas futbolísticas singulares que todavía sobreviven a la zozobra.

El dolor causado por los barcelonistas en A Coruña se ha repitió de forma más cruel. El título del Barça implica el descenso automático del Deportivo. La hinchada coruñesa prefería pasar el inevitable mal trago frente al campeón antes de que se que no correr el produjera ante el Celta en Balaídos. Pudo despedir a Iniesta y disfrutar de la penúltima exhibición de Messi.