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COPA DE EUROPA

Milagro, no; desastre, sí

El Barça protagoniza un ridículo colosal al dejarse remontar tres goles en Roma y caer otra vez en cuartos

Desolación azulgrana.

Desolación azulgrana. / periodico

Joan Domènech (enviado especial)

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De las noches más vergonzosas que se recuerdan y se recordarán con los años. El Barça protagonizó un ridículo en Roma que no se diluirá fácilmente en el futuro. El presente ya lo ha erosionado de forma muy sensible con una indecente expulsión de Europa a pesar de disponer de tres goles de ventaja y de enfrentarse a un rival muy inferior sobre el papel pero que, en el cara a cara, fue bastante mejor.

Ningún milagro hizo el Roma, que se ganó la clasificación merecidamente, sudando, corriendo y acertando en el área indicada, no como en la ida cuando se metió dos autogoles que alimentaron lo que en verdad ha sido un espejismo. El azar no medió en su acceso a las semifinales. No tuvo suerte.

Ridículo colosal

Pero sí que hubo un ridículo, un desastre de dimensiones colosales del Barça. Mayor que el 4-0 del PSG y del 3-0 de la Juventus de la campaña anterior, equipos más cuajados y con mayor talento. Fuerza, preparación, determinación y fe llevaron en volandas al Roma. Descuido, distensión, pasividad e indolencia retrataron a un Barça que vuelve a sucumbir en los cuartos de final por cuarta vez en los últimos cinco años.

Del hazmerreír no se salva ni Dios. La culpa va de Valverde, el guía que debió plantear física, futbolística y mentalmente a sus jugadores, a Dembélé, el último en entrar al campo. De Semedo, dejándose vencer por Manolas en el último córner, a Alba por cederlo con toda la pachorra. De Piqué, blando como un sugus, a Iniesta, débil como un niño. De Suárez, incapaz de preocuparse por jugar, a Messi, cuyo liderazgo, a falta de goles, fue inexistente siendo el principal astro de la plantilla.

Ocho minutos

Hasta que no se consumó la debacle no se vio al Barça. Ocho minutos y cuatro de añadido que, entonces sí, hubo centros al área, disparos a portería y pelotas ganas con el pie fuerte. Hasta entonces había sido todo lo contrario. Una actuación, blanda, tonta, pusilánime, inadmisible en los cuartos de final incluso con tres goles de renta. La pérdida de crédito general del equipo, del entrenador, del club es mayor incluso que la pérdida del triplete.

Pragmático como pocos, Valverde apostó por lo seguro al presentar el mismo once de la ida. Si me fue bien entonces, me irá bien ahora, fue la deducción lógica del entrenador. El mismo Barça no jugó igual. Jugó infinitamente peor, con lo que la tesis del entrenador se desmontó muy pronto, acaso cuando Sergi Roberto malogró inocentemente un balón largo que le dejó ante Alisson.

Superados en actitud y ganas

No quería Valverde que pasaran cosas extraordinarias y pasó que Dzeko marcó muy pronto ese gol que enganchaba al Roma a la creencia en el milagro. El aviso público de la víspera no había surtido efecto entre sus muchachos, y el delantero bosnio se coló entre Umtiti y Alba que le dejaron colarse con exquisita educación. Pudo pasar también que Rakitic fuera expulsado por un rifirrafe con De Rossi, pero el árbitro huyó de cualquier lance que le incomodara.

Un desastre fue el Barça del primer tiempo, superado por su rival en actitud y ganas, como era de suponer. El Roma apretó igual que en la ida para molestar la salida del balón azulgrana y lo consiguió. Nadie quería la bola entre los azulgranas. Solo Sergi Roberto se ofreció en escapadas en profundidad. No le siguió Kolarov, sino que le esperaba Juan Jesus.

Exquisita educación defensiva

Kolarov estaba para atacar, también Nainggolan en el flanco izquierdo. El Roma ensanchó el campo y tiró centros sin parar al área donde Dzeko se aprovechó de la gentileza de los centrales azulgranas. Piqué solo fue agresivo en el momento y el lugar equivocados, en un penalti que retrató la ligereza con que atendió a su par. El largirucho Schick, que sustituyó a Perotti en el ataque, tampoco presentó ninguna queja del trato de los defensas. Sigue sin marcar un gol, pese a que llegó a Roma, firmado por Monchi, con la fama de ser un rematador productivo.

Volvieron a pasar cosas extraordinarias en el segundo tiempo, tan pronto como en la fase inicial, para que el Olímpico se encendiera tras refrescarse durante el descanso. De nuevo Dzeko hurgó en el corazón del Barça, atacándole donde se sentía más sólido.

La defensa más segura de Europa fue de papel, zarandeada por todas partes. También es verdad que jugó sin red, sin una mínima protección de los cuatro centrocampistas. Ni uno echó una mano en el área propia ni uno ganó un duelo dividido, sino al contrario. Pérdidas calamitosas, una tras otras en el centro del campo, dejaron a los delanteros como náufragos, testigos impotentes, pero pasivos de cómo el Roma le iba comiendo el terreno. Metro a metro, con una ilusión que nunca se vio en el Barça.

Ficha técnica

<strong><span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;">Roma, 3 - Barcelona, 0  </span></strong>