CON LA 'BENDICIÓN' DE MESSI

Dembélé, el 'Mosquito' empieza a picar

El furioso gol al Chelsea tranquiliza y libera al delantero francés tras un aterrizaje complejo en el Camp Nou

Messi abraza a Dembélé tras el gol que marcó este al Chelsea en el Camp Nou.

Messi abraza a Dembélé tras el gol que marcó este al Chelsea en el Camp Nou. / periodico

Marcos López

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Iba tan deprisa Ousmane Dembélé por el fútbol que no se le adivinaban límites. En tan solo un año, Francia se le quedó pequeña. Una explosiva temporada en el Rennes abrió los ojos sobre ese delantero fibroso, que no sabe si es zurdo o diestro, dotado de una endiablada velocidad. Se fue a Alemania, pero también era pequeña para él porque apenas resistió otro año en Dortmund.

Huído Neymar a París, el Barça no dudó en convertirlo en el fichaje más caro de la historia (105 millones de euros más 40 en variables) antes de que llegara Coutinho este invierno. Pero quien parecía minúsculo en el Camp Nou era Dembélé, angustiado por las dos primeras lesiones musculares de su carrera (serias ambas), que le hicieron empequeñecerse. Y dejó de correr.

Arropado por Umtiti

De pronto, ese joven francés, de 20 años, pareció más tímido de lo que realmente es. Su fútbol, luminoso e imprevisible, se tornó entonces tosco y resbaladizo, como si el balón quisiera burlarse del Mosquito, como le llama Umtiti, su compatriota y protector. A la sombra de Big Sam ha vivido Dembélé esos primeros meses tan convulsos donde un taconazo que dio en Getafe le envió al quirófano en Finlandia. Pero nada ha liberado tanto al delantero como esa apasionada carrera que dio Messi para abrazarle tras el "golazo", como recalcó Sergi Roberto, al Chelsea.

Nada ha calmado tanto a Dembélé como el sentido abrazo que le dio Messi tras batir a Courtois

En ese furioso derechazo, el Mosquito empezó a volar realmente. Y a picar de verdad.  El gol fue trascendente porque se unía, además, a la delicada asistencia que sirvió a Coutinho en La Rosaleda. Aunque nada tiene tanto valor simbólico, y a la vez real, que ese sentido abrazo de Messi. Es la auténtica bendición del Rey del Camp Nou a su nuevo súbdito. Un joven con solo dos años de carrera profesional (Rennes y Dortmund) que ocupa la silla vacía de un tridente que ya historia del fútbol: Messi-Suárez-Neymar.

"Encontrar las claves"

No lo ha tenido fácil. "Se ha visto perjudicado por la fatalidad de las lesiones, eso ha sido un verdadero contratiempo", confesó Valverde, aliviado también porque su valentía táctica ante el Chelsea ("pensaba que jugar con un extremo largo nos iría bien", precisó) halló la recompensa del primer gol azulgrana de Dembélé. Gol y abrazo del monarca Leo, el detalle tal vez más valioso.

A diferencia de Coutinho, que entró en el vestuario avalado por su vieja amistad tejida en Anfield con Luis Suárez, el francés ha tenido una inmersión más compleja en el Camp Nou

A diferencia de Coutinho, que entró en el vestuario arropado por la vieja amistad que tejió con Luis Suárez en Anfield y una exitosa carrera en la elite como demuestran sus años con el Liverpool, el francés era casi un desconocido en un grupo de súper estrellas.

El club, temiendo que tan elevada inversión no sirviera de nada, le puso un cocinero particular, mientras él, tras ver como se rasgaban con una frecuencia nunca vista sus músculos, contrataba un ostéopata para cuidarse. Todo ello unido a un aprendizaje de un nuevo idioma futbolístico sin margen alguno para el error.

"Viene de otro fútbol, de otra manera de jugar, aunque el Dortmund era también un equipo muy ofensivo. Pero tiene que encontrar las claves en las que nos movemos nosotros a la hora de atacar, en el juego de posición y en esa gran presión tras pérdida que no queremos perder", reveló Valverde, quien ensalzó los dos goles que marcó Dembélé al Chelsea: el primero a pase de Messi, el segundo cuando "se sacrificó", como recordó el técnico, para robarle aquel decisivo balón a Marcos Alonso en el área de Ter Stegen.

 Mientras aprende esas claves, el Mosquito, a quien muchos ya no esperaban hasta la próxima temporada, picotea sobre el Camp Nou. Apenas juega con regularidad (solo completó los 90 minutos ante el Girona), pero ya deja detalles. Más de lo que puede llegar a ser de lo que es realmente ahora. Cuatro asistencias de gol antes de ese abrazo messiánico que le hizo sentirse, al fin, en su casa.