Entre el campo y el juzgado
El Barça disputa ante el Alavés una final tapada por las apabullantes noticias judiciales
Albert Guasch
Periodista
ALBERT GUASCH
Un expresidente se encuentra ya en Madrid, pero no está claro que pueda ver el partido. Si lo hace, no será en un asiento privilegiado como el que está acostumbrado. Tardará en sentarse en un palco.
Al presidente actual se le amontona la presión para que explique qué sabía de los negocios oscuros de este exdirigente entre rejas, amigo cercano y consejero directo en la sombra hasta ahora. Todo contrato que se firmó bajo su presidencia se ha cubierto del polvo de la sospecha. El presidente actual precisa de la anestesia momentánea de un título.
La estrella del equipo tendrá a la fuerza el ánimo alicaído tras confirmarse la pena de 21 meses de prisión por delito fiscal. Es altamente improbable que ingrese en prisión, pero el golpe es contundente. El fútbol, la final, debería servirle una vez más de medio para sustraerse de sus severos problemas.
No ha sido una semana convencional en can Barça. Los preparativos para la Copa han quedado sepultados por las crónicas judiciales. Términos como sumario, auto, interlocutorio y prisión incondicional se han abierto paso a golpe de mazo en las páginas deportivas.
La táctica, los recambios de los sancionados o las ganas de un título han sido arrinconados. Incluso la despedida de un técnico victorioso como pocos en la historia del club ha pasado como un tema menor ante las apabullantes novedades procedentes de los tribunales. Tan atípicos han sido los preparativos de esta final que ni siquiera el himno o las 'esteladas' han formado parte de la conversación pública.
UN LÍDER ARISCO
Por suerte, los juzgados cierran en fin de semana y el balón recuperará el protagonismo perdido. Si Luis Enrique acierta en la puesta en escena, si Messi se enfunde el traje de genio, si Neymar desborda, si Piqué y el entramado defensivo cumplen, el Barça dinamitará la ilusión del Alavés y sus seguidores. No se espera otra cosa, pese a la ausencia de Luis Suárez. Una derrota no sería un final a la altura de la trayectoria de Luis Enrique, líder puertas adentro, arisco puertas afuera.
Una derrota resultaría muy contraproducente para la junta. Ya ha sufrido la de la acción de responsabilidad, se venda como se venda. Y la sitúa en una posición a la defensiva. Sin título alguno en todo el año, estaría ya contra las cuerdas. El interés de Josep Maria Bartomeu por disimular y desmarcarse de los problemas de Sandro Rosell se complicaría sustancialmente.
Los malos resultados lo conectan todo y agravan lo trascendente y lo intrascendente, y nada queda libre de la sospecha. Él lo sabe mejor que nadie: un triplete le dio una presidencia que tenía perdida. Se diría que el club se halla en una peligrosa encrucijada. Otra vez.
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