El corte de mangas de Piqué

Las calumnias de los dos grandes diarios deportivos madrileños retratan la crisis de valores pero también de profesionalidad en el sector

ENTREGA Piqué intenta un remate, durante el partido contra Albania.

ENTREGA Piqué intenta un remate, durante el partido contra Albania.

ANTONIO BIGATÁ

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Las redes sociales están repletas de 'hooligans' miserables que aprovechan la impunidad para insultar y mentir a su antojo con el objeto de distorsionar los debates en los que intervienen. Es una calamidad que tendrá que intentar resolver el conjunto de la sociedad con cambios operativos tecnológicos y replanteamientos legales, pero hasta que suceda (no descartemos que pueda prolongarse indefinidamente) se debe convivir con ello. Convivir aunque teniendo claro que esa práctica es una basura y que nos impide a todos utilizar mejor la comunicación instantánea.

Hay otro problema peor: cuando la prensa se equipara a ese lastre de las redes sociales y hace lo mismo. Cuando son supuestos periodistas, aunque igualmente miserables, quienes actúan como aquellos 'hooligans'. Proliferan cada vez mas y en todo tipo de medios, aunque tienen en la prensa deportiva, la política y la de sucesos sus principales feudos. El drama añadido es que allí conviven, se mezclan -y para los ciudadanos son difícilmente diferenciables- con los profesionales serios (que los hay, y muchos) en esos mismos medios privándoles de credibilidad.

HARTO DE SALVAJADAS

Este es el verdadero escenario del corte de mangas que ha hecho Piqué. Está harto de las salvajadas que le dedican las redes sociales, pero está todavía más indignado por la prensa antideportiva teóricamente seria y lo que hicieron la noche del Albania-España. Desde medios como  el digital 'OK Diario' (del desacreditado madridista y anticatalanista Eduardo Inda), y algunas cabeceras de prensa profesional como 'As', 'Marca' y 'ABC', algunos de sus periodistas actuaron como los calumniadores sinvergüenzas de las redes e hicieron suya  sin matices la mentira que estos difundían: lo de que Piqué se había cortado las mangas largas de la camiseta para no llevar la bandera española que supuestamente las remataba.

Esos medios venían a validar por lo tanto comentarios de la red como "asqueroso es poco", "puteador de la bandera" y "es vergonzoso que se permita jugar a este personaje". No era un accidente. Si lo hubiese hecho un diario podría serlo pero coincidiendo tantos en exactamente lo mismo queda de manifiesta que era algo con fondo compartido por todos ellos.

PIDIENDO PERDÓN

Son significativas esas calumnias en los dos grandes diarios deportivos madrileños pues retratan la crisis de valores pero también de profesionalidad en el sector, que está de capa caída. No verificaron lo que difundieron de los comentarios de Twitter de las redes sociales, no buscaron en la web de Adidas, por ejemplo, cómo eran las mangas largas de la selección, algo que se podía efectuar en pocos segundos. No era esa su voluntad.

Luego alguno de esos medios ha pedido perdón y ha enhebrado cantinelas como que Piqué siempre ha sido ejemplar con la selección (como si en caso de haber jugado de forma mediocre hubiese sido más comprensiva la mentira), o que no es independentista (como si en caso de serlo su error periodístico hubiese sido menos importante). Lo de pedir perdón y creer que así se acaba todo bien, sin castigar profesional y públicamente a quienes se quitaron durante un rato la careta, es otra laxitud. El diario 'As' aludía a que las redes sociales son "ese barullo inextricable del que poco bueno sale", cuando el caso demuestra que en su  casa  las utilizan como fuente informativa fiable que no es necesario confirmar.

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OTRO MAL REGUSTO

De este caso hay otra cosa que deja mal regusto. Los otros jugadores del Barça lo han tomado como una cuestión de Piqué y no como la agresión a lo que ellos mismos representan, que es lo que  encierra esa obsesión de la prensa antideportiva reticente con Catalunya. El castigo eficaz a los 'hooligans' españolistas sería empezar a debatir si dejar todos ellos la selección y dejarles sin su aportación, tan necesaria para ganar competiciones. Eso por lo menos forzaría el debate sobre la prensa antideportiva madrileña y, quizás, aportaría un principio de solución.