Tres semanas sin Messi

La estrella se sentó en el suelo por una lesión en el aductor, el Camp Nou coreó su nombre y el Atlético empató dos minutos después

Messi disputa un balón con Carrasco en el Camp Nou antes de lesionarse.

Messi disputa un balón con Carrasco en el Camp Nou antes de lesionarse. / efe / Toni Albir

DAVID TORRAS / BARCELONA

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Ni dos minutos tardó el Camp Nou de corear el nombre de Messi a quedarse en silencio, golpeado por el efecto de ver marcharse a su héroe andando, cabizbajo, con un gesto indisimulable de preocupación, y sin tiempo para convencerse de que todo iría bien, que lo de Leo no sería nada serio y que el equipo seguiría firme, ¡pam!, gol del Atlético. Al final de la noche, las noticias empeoraron. Los dos puntos que volaron quedaron engullidos por el parte médico del 10: tres semanas de baja. "Perder a Messi significa que pierde el fútbol y perdemos nosotros. Con Leo somos más fuertes, pero seguiremos siendo fuertes", aseguró Luis Enrique, asumiendo el revés pero sin querer dramatizar.

Hay que tener muy mala idea para preparar un guión tan macabro y que al trauma de ver a Leo como una alma en pena, tocándose el adductor no se sabe si a consecuencia de la pubalgia que sufre y que ya le hizo parar con Argentina, quién sabe si contando ya los días que estará lejos de la pelota, colocarle sin respiro la jugada del 1-1, con caño a Piqué incluido y resbalón de Mascherano.

 "Perder a Messi significa que pierde el fútbol y perdemos nosotros. Con Leo somos más fuertes, pero seguiremos siendo fuertes" (Luis Enrique)

Antes que cayera el 10, ya ocurrió algo extraño con Busquets, la pieza que Luis Enrique no cambiaría nunca porque no hay otra igual. Y lo hizo. Se retiró sin cojear, como si no le pasara nada, pero en el fondo todo el mundo sabía que  no estaba bien, que ni decisión táctica ni nada por el estilo, que algo le pasaba. Un proceso gripal con el que ya llegó al estadio justo la víspera de un día especial para él: la firma de su renovación hasta el 2021, largamente aplazada. "Ha aguantado 50 minutos pero tras el descanso ya no tenía energía", reconoció el técnico.

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Y al poco rato, cayó Messi. Se quedó quieto tras una carrera y uno de esos giros y frenazos sobre sí mismo, y se llevó la mano a la ingle. Alarma. Pocos gestos imponen tanto temor en el Camp Nou. Y en el banquillo. Luis Enrique, Unzué y todos los demás le miraban y se miraban, como la mayoría de los culés. Messi apenas levantaba la cabeza. Se quedó parado, se agachó, se levantó, siguió andando mientras el juego continuaba. Miró al banquillo y con la mano pidió que esperaran. Conociéndole, es fácil imaginar que no quería marcharse, que quería seguir probando. Pero no tenía buena pinta y Arda salió rápido a calentar. Mala señal.

QUEJAS DE LUIS ENRIQUE

Hasta que se sentó en el suelo. Entonces, ya sí, se escuchó un murmullo en la grada y, al instante, empezaron a resonar los gritos de «Messi, Messi». Por primera vez, no eran una celebración, eran gritos de ánimo y consuelo hacia quien siempre les hace gritar de alegría.

Iniesta se le acercó y le besó en la cabeza, consciente de que no hay nada más doloroso para Leo que tener que parar de jugar. Y a su lado, todos los demás, acompañándole en medio de esa tristeza con la que abandonó el campo, con su nombre resonando pero tal vez sin escucharlo. 

"Las molestias no remiten. Había que descansar pero este calendario no lo permite" (Luis Enrique)

«Las molestias no remiten. Había que descansar pero este calendario no lo permite», dijo Luis Enrique, admitiendo la dificultad de que el 10 no juegue incluso cuando es lo que necesitaría. El comunicado médico agravó las malas sensaciones. La estrella sufre una rotura muscular en el aductor derecho.

«Messi, Messi...», gritó el Camp Nou. Por una vez, Leo no sonrió. Ni lo hará hasta que vuelva a jugar. De momento, el Barça tendrá que vivir tres semanas sin el mejor.