La sombra de la huida de Sandro Rosell

Rosell llega a la Audiencia Nacional de Madrid en julio del 2014 para declarar por el 'caso Neymar'.

Rosell llega a la Audiencia Nacional de Madrid en julio del 2014 para declarar por el 'caso Neymar'. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / BARCELONA

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Hoy, exactamente hoy, 23 de enero, se cumplen dos años de la pasmosa dimisión de Sandro Rosell Feliu (Barcelona, 6 de marzo de 1964), el presidente más votado de la historia del Barça: 35.021 votos en el 2010. Y hoy, exactamente hoy, siguen en el aire, o desconocidas, las razones («yo creo que ni siquiera Barto, su amigo y heredero, conoce los auténticos motivos de aquella estrafalaria huida», dice uno de los amigos de Sandro), que impulsaron a este joven, hijo de María, argentina, y Jaume, importante empresario catalán y exgerente del expresidente Agustí Montal Costa, esposo de Marta y padre de Joana y Maria, a desaparecer de la noche a la mañana, casi sin avisar.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"La intervenci\u00f3n\u00a0","text":"de su padre, que fue gerente del club con Agust\u00ed Montal, result\u00f3 clave. \"Sandro, 'pleguem'\", le dijo"}}

Si hablas con el círculo más próximo a Rosell, la conclusión más generalizada es que lo hizo por sus adorables mujeres, pero empujado por su padre. Todos cuentan que Sandro admira al patriarca de los Rosell («si mi padre me pide que me tire por la ventana, me tiro», cuenta otro amigo que le dijo en aquella época), idolatra a su madre, ama a su esposa y se vuelve loco por sus dos hijas.

DENUNCIAS EN LOS MOSSOS

Todo lo que ocurrió alrededor de aquellas fechas, especialmente las diversas amenazas que recibieron él y su familia más cercana, derivó en la frase del millón de dólares pronunciada por Jaume Rosell Sanuy: «Sandro, pleguem, ha passat això…» Y això era la amenaza definitiva: en todos los buzones de la escalera donde viven sus padres, en la Bonanova, apareció un papel en el que se podía leer «vamos a matar a tu hijo».

Cuentan que aquella fue la gota que colmó el vaso y precipitó la conversación definitiva entre padre e hijo, que ya venían dialogando sobre esas amenazas, que nunca se supo de dónde procedían. Antes de ese incidente y, según ha podido saber EL PERIÓDICO, Sandro había presentado tres denuncias en la comisaría de Les Corts de los Mossos d’Esquadra, sede policial situada en los aledaños de su casa en la calle de Déu i Mata. La primera fue con motivo de unas pintadas que aparecieron en la fachada de su bloque. No trascendió qué había escrito en ellas, pero, sin duda, bastó para que el presidente lo interpretara como una amenaza y lo notificara a la policía catalana.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Sus amigos\u00a0","text":"est\u00e1n convencidos de que Sandro tom\u00f3 la decisi\u00f3n \"en un 90% en clave emocional, por toda su familia\""}}

La segunda, poco después, fue a raíz de que forzaran la cerradura de la entrada principal de ese mismo edificio. Ese intento de allanamiento en su comunidad, tras las pintadas, le inquietó y llamó de nuevo a los Mossos. Y la tercera llegó algo más tarde, durante la Navidad del 2013, cuando unos agentes comprobaron que los pequeños agujeros detectados en la fachada de su finca eran disparos de balines. Esta vez fue su esposa quien dio parte a la policía, que registró la última de las tres denuncias. Según le consta a este diario, los Mossos d’Esquadra investigaron todo lo que pudieron y más sin alcanzar conclusión alguna. La lectura final es que lo más probable es que se tratase de ultras aislados con ganas de intimidar.

Esas amenazas provocaron la inquietud de Sandro, que, pocas semanas antes de la Navidad del 2013, ya empezó a mostrar símbolos de temor a su círculo directivo más próximo, que nunca creyó que huiría de aquella manera. Es evidente que, por el hecho de no haber sido nunca verbalizadas, la gente especuló con otras razones: delicada situación deportiva, pese a que el Barça de Tata Martino era líder empatado a puntos (51) con el Atlético; estallido, el 20 de enero del 2014, a manos del juez Pablo Ruz, del caso Neymar («Sandro ahí estaba tranquilo porque había hecho lo que debía: impedir que el heredero de Messi fichase por el Real Madrid», cuenta un íntimo); conflicto en Brasil por culpa de Ricardo Teixeira, expresidente de la Confederación Brasileña de Fútbol («nunca ha sido cierto que no pudiese entrar en aquel país», señala otro amigo), investigación de Hacienda (saldada sin problemas); maltrato, según él, de parte de la prensa «por haberle quitado», contó a todos, «un montón de prebendas de las que gozaban con Laporta» y la imposibilidad de llevar una vida normal, cosa que no debió de sorprenderle siendo hijo de quien era.

OBSESIONADO CON LA PRENSA

Algunos de esos puntos críticos, que terminaron por acorralar a Rosell, tenían matices tan poco transparentes como los que le empujaron definitivamente a su renuncia. Por ejemplo, a Brasil nunca llegó a ir, ni siquiera para ver algunos partidos del Mundial del 2014. Y muchas de las acusaciones sobre las dádivas que recibían ciertos periodistas fueron desmentidas por la junta de Barto. Curiosamente, Rosell se refería, en muchos casos, a informadores que él había invitado a almorzar y charlar (nadie habla de conspirar) en su coqueta bodeguita de Déu i Mata.

Sin descartar el hartazgo al que pudo llegar en aquel momento Sandro Rosell, sin obviar las consecuencias de lo que todos los consultados definen como el síndrome de Peter Pan que padece el expresidente (un niño grande, inmaduro en ciertos aspectos psicológicos y sociales, personalidad narcisista y creencia de que está más allá de las leyes de la sociedad y de las normas establecidas) y siendo evidente su incapacidad para crear alrededor suyo un grupo de amigos que le hubiesen convencido de que, pese a todo, debía seguir y defenderse desde dentro del club, es evidente que Rosell sufrió un desgaste desmedido al ocupar la presidencia de su amado Barça.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Su madre\u00a0","text":"fue amenazada varias veces en el Mercat Galvany. Su padre actu\u00f3 cuando vio notas en el\u00a0buz\u00f3n\u00a0de casa que dec\u00edan \"vamos a matar a su hijo\""}}

Hay quien piensa que, a pesar de saber perfectamente lo que significaba el cargo, es evidente que a Sandro le acaba decepcionando la categoría de esa representación. «Ser presidente del Barça –explica uno de los exvicepresidentes más importantes de la historia del club– tiene un coste personal, de agenda, brutal, muy complicado de asumir, máxime si eres un tío con un estatus profesional y personal de primera línea que, como en el caso de Sandro Rosell, has hecho lo que te ha dado la gana durante toda tu vida».

UNA AGENDA MUY ESCLAVA

«El presidente del Barça, cuando se despierta –continúa relatando el exdirigente--, ya tiene programada su jornada. Sabe que, a lo sumo, podrá atender su negocio de ocho a diez de la mañana, y no todos los días. A las once va al club porque tiene una reunión con el responsable de márketing; a las dos tiene una comida, en Via Veneto, con la gente de Catar; a las cuatro se reúne en el club con los responsables de las secciones; luego verá al mánager de Busquets porque hay que mejorarle el contrato y, cuando acabe, ha de recoger a su esposa para cenar en casa de su cuñado, que celebra su 40 cumpleaños. Pero se levanta y, a las nueve, le llaman del club y le dicen –por supuesto me lo invento– que ha fallecido la madre de Michel Platini. ‘¡Caray!, tendré que ir al entierro a Nyón, porque Platini es quien manda a los árbitros de la Champions’, piensa correctamente, ¿no? Ya no va a su despacho. Suspende la reunión de márketing, aplaza la comida con Catar, el principal contrato del club, y les dice que cenará con ellos. Llama a su esposa y le comenta que no podrá acompañarle en el cumpleaños de su hermano. Cuando llega de Nyón, le dicen que la mamá del portero del juvenil B ha tenido un accidente y está en la UVI del Clínic. ¿Tiene que ir a verla, no? La cena de Catar se retrasa una hora. Total, llega a casa a las dos de la madrugada y su esposa le dice ‘han venido unos gamberros, han disparado cinco balines contra la fachada de casa, las niñas tienen miedo y llevan cinco horas sin dormir’. Cuando te pasa eso tres veces seguidas, envías a la porra la presidencia del Barça».

«¿CREES QUE VALE LA PENA?»

Papá, mamá, su esposa, las niñas. Los amigos no dejan de pensar en las mujeres de Sandro. «Cierto, todo puede interpretarse con más o menos temor, ¡pero que te pase a ti...!», explica uno de los mejores amigos de Rosell. «Los balines son simples balines, sí, ¡pero que te los disparen en tu puerta...! Y, sobre todo, que esté tu madre haciendo cola en la pescadería del Mercat Galvany, en Santaló, y se le acerque un caballero poco fiable y le diga al oído, no uno sino varios días, ‘señora Rosell, ¿usted va sola a comprar?, yo de usted no iría sola’. Y que se aleje a paso ligero...».

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Su madre es intocable para Sandro. Por eso, cuando otro amigo le sugirió, hace un par de meses, por qué no salía a la superficie, por qué no aspiraba a algún cargo internacional dado su «enorme prestigio en el exterior», Sandro le dijo con rotundidad: «Mientras mi madre viva, yo no volveré a tener un cargo con repercusión pública. Si algún día mi madre muere, que no lo deseo por nada del mundo, tal vez me lo replantee». Cuentan que, tras la escena del buzoneo en casa de sus padres, María Dolores, su madre, que fue la más difícil de convencer para que aceptase que su hijo encabezase una candidatura a la presidencia del Barça, le preguntó un día «¿tú crees, Sandro, que todo esto vale la pena?»

«Su madre sufría, sí, y mucho, como Marta y como sus hijas, que tras la escena de los balines se sobresaltaban por cualquier ruido», explica otro amigo del expresidente. «Pero quien dice ¡basta!, quien dice ‘Sandro, pleguem’, es su padre, que le recuerda que no puede seguir inmerso en el ojo del huracán, ni poner en juego la tranquilidad de la familia». No es de extrañar, pues, que uno de los vicepresidentes a los que Rosell comunica, que no consulta, su decisión, le diga que no ve motivo alguno para dejar la presidencia. «Lo que tienes que hacer –le dijo–, es matar a tu padre y quitarte de encima este complejo de Edipo que llevas encima».

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Ese mismo exvicepresidente asegura que, pasados dos años «en los que Sandro ha desaparecido, primero porque cuando alguien desconecta de algo tras llegar al hartazgo mas absoluto, desconecta para toda la vida sin mirar atrás y, segundo, porque también quería dejarle las manos libres a Bartomeu», ya entonces advirtió a su amigo de que nadie entendería su huida. «Yo creo que Sandro cometió un error estratégico muy importante, fruto de uno de sus típicos arrebatos, cuando creyó que, con su desaparición, desaparecerían muchos de los acosos, entre ellos el caso Neymar, que sufría su amado Barça. No hubo manera de hacerle entender que aquello era contra el Barça y no solo contra él». El mismo exdirigente considera que «la ausencia de una guardia de corps a su alrededor, gente suya, de fiar, hizo imposible convencerle de que se replantease una dimisión que ya nos vino dada».

Muchos de sus amigos acusan a Sandro, siempre con muy buenas palabras, de su incapacidad para crear empatía a su alrededor. «Sandro es un tipo volcánico, que hoy se levanta y es H, mañana se despierta y es I, y pasado se acuesta y es J», explica una de las personas que más dialogó con él a lo largo de aquellos meses. «Cuesta mucho que entre en una disciplina de grupo, Sandro siempre ha ido a su bola», relata otra fuente próxima a Rosell.

CORRIENDO COMO 'FORREST GUMP'

«Sandro es un pez que siempre se te escurre entre los dedos. El silencio de estos dos últimos años es lo que más y mejor le define. ¡Ése es el auténtico Sandro! El del anonimato. Este reportaje no le va a gustar nada, porque le devuelve al lugar de donde huyó, del foco mediático. Sandro es único, invencible, en el cuerpo a cuerpo, ahí es el puto amo, te cautiva, te convence, es buenísimo. Pero, luego, le das distancia, le das un micrófono y lo matas. Siempre se ha movido mejor entre bambalinas que debajo de los focos», señala un excompañero de junta. «En el fondo -añade otro exdirigente sentado a su lado-, si lo analizas, era el único presidente que no necesitaba estar en el escaparate: era joven, y ya era rico e importante».

Del mismo modo que el exdirector general del Barça Antoni Rosich es incapaz de explicar los motivos de la huida de Rosell en el primer consejo de dirección que preside tras la dimisión del presidente, al que desde aquel día llamará 'Forrest Gump' porque salió corriendo, tampoco el puñado de amigos a los que, tres meses después, Sandro cita en el restaurante Casa Morán logran arrancarle una confesión. «Seguimos pensando –explica uno de los presentes en aquella interminable sobremesa–que el 90% de la decisión de Sandro es en clave emocional, en clave familiar. En aquellos días, no hubo ningún otro tema que le empujase a hacer lo que hizo que no fuese su familia».

«Su mismo aspecto posterior desaliñado, ¿lo recuerda?, con aquella barba de cinco días», cuenta otro de los presentes en aquel almuerzo, «demuestra que había cerrado la tele, apagado la radio, dejado de leer prensa y, en un ejercicio budista, intentaba superar el momento a su manera. Sandro vivió groggy, tocado, aquellos días. No quiso saber nada de nosotros y escapó a Londres a ver a su hija mayor, que estaba estudiando allí. Me temo que la historia le sobrepasó por todos lados».

NO ATENDIÓ A RAZONES

«Le pedimos tiempo», narra otro dirigente de la época. «Le dijimos que todo estaba encarrilado y que no podía dejarlo de esa manera. Le propusimos que esperase a final de temporada e, incluso, que si quería irse antes, lo hiciera tras conocer el resultado del referéndum sobre la reforma del Camp Nou, una de sus obras. Podía esgrimir la aprobación del ansiado Espai Barça (ganado, el 5 de abril del 2014, con el 72% de los votos escrutados) como la excusa para hacerse a un lado». No les hizo ni caso.

Cuentan quienes le conocen bien que, en esos días, a Sandro se le abrió el cielo cuando, en una de las muchas conversaciones que mantuvo con Josep Maria Bartomeu y Xavier Faus, sus dos validos, Barto le tranquilizó al asegurarle que, en caso de que dimitiese, se veía con coraje de tomar el relevo. Faus, por el contrario, no solo luchó por convencer a su amigo de que no dimitiese (hay quien asegura que la frase de «has de matar a tu padre», pronunciada con el mayor cariño y respeto del mundo, es de Faus) sino que le dijo que su situación personal y profesional le impedía dar un paso al frente en caso de que Barto descartase hacerlo.

INCAPAZ DE PRESTAR ATENCIÓN

Los amigos cuentan que el que más sufrió en aquellos días por Rosell fue Xavier Martín, su director de comunicación. Martín, que se enfrentó con Rosich por defender a su jefe y acabó siendo despedido en el aparcamiento del Pans & Company del Camp Nou después de que Rosell se lo comunicase en el hall del Princesa Sofía, almorzó  con Rosell al poco  de su dimisión. Sandro se atrevió a decirle: «Mira, Xavi, el Barça es una trituradora, te trituró a ti y me ha triturado a mi». Martín le respondió sin dudar: «No, perdona, tú te has triturado solo y a mí me has triturado tú».

Ese es otro punto clave, cuentan, en el repentino adiós de Sandro Rosell: lo difícil que resultaba trabajar con él, formar equipo, confiar en él, compartir, adquirir un punto de complicidad suficiente, no solo para creértelo, sino para formar parte de su núcleo duro, ese que, de haber existido, hubiese aplazado esa inaudita huida. «Captar la atención de Sandro era, a menudo, imposible. Es tan hiperactivo que no para», explica uno de sus más próximos colaboradores, empleado desde hace años en el Barça. Tal es así que, en una ocasión, llegó a producirse la esperpéntica escena de que uno de sus ejecutivos, harto de que Rosell se distrajese cada vez que acudía a despachar con él, decidió grabar en su móvil lo que deseaba exponerle y, cuando llegó al despacho, colocó el teléfono sobre la mesa, apretó play y pidió a Sandro que, por unos minutos, escuchase lo que le tenía que decirle y que había grabado. Solo así pudo lograr que Rosell, el presidente, le prestase atención diez minutos seguidos.

Poco antes de dejar el Barça, Xavier Faus, vicepresidente económico, comentó a unos amigos, en una cena en el restaurante Nuba, que ser dirigente de un club de fútbol «no se aprende en ningún sitio». Faus considera que «lo que conlleva ser directivo del Barça es demasiado fuerte como para asimilarlo con sensatez». Por eso le pareció incomprensible que Rosell fuese incapaz de compartir información con sus vicepresidentes. Hay quien piensa que Sandro, en lugar de generar con su complicidad esa guardia pretoriana que le hubiese rescatado del caos, lo que hacía era dividir, contándole, sobre un mismo asunto, una versión distinta a cada vicepresidente.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Aquel aspecto\u00a0","text":"\"Aquel aspecto\u00a0desali\u00f1ado que mostr\u00f3 tras su dimisi\u00f3n es la prueba de que acab\u00f3 'groggy'\", dice otro amigo"}}

En ese sentido, según todos los consultados, Rosell tiene muy pocos amigos. Él, Sandro, siempre habla de Andreu Ramos, un ganadero de Alàs, cerca de La Seu, como si se tratase de un pastor sabio. De entre esos pocos amigos hay, cuenta, algún hermano, pero tampoco muchos. Tal vez su inseparable Pep Colomer, poseedor de un precioso resort en Senegal y responsable de toda la movida futbolística organizada alrededor de Catar y África, como la Academia Aspire, el proyecto Football Dreams y la Mediterranean International Cup. Eso sí, Sandro posee infinidad de conocidos y saludados.

EL SUEÑO CUMPLIDO

Entre sus amigos está Albert Agustí, presidente del RCT Barcelona y el primer jefe que tuvo Rosell, a los 22 años, cuando lo fichó para Myrurgia Perfumes. Beto Agustí suele explicar que un día, poco después de llegar a la empresa, le preguntó al joven Rosell qué quería ser de mayor, y Sandro respondió: «Presidente del Barça». En ese sentido, hay quien defiende, privadamente, como, por ejemplo, el mismo Barto, que Sandro «quiso ser presidente del Barça para poder ser director deportivo, que es lo que de verdad le gusta».

Los mismos compañeros que criticaban internamente su estilo presidencialista se sintieron dolidos en el momento de su abandono. «Muchas veces a lo largo de estos meses -señala uno de los directivos actuales-, he pensado en la entrañable frase que Sandro pronunció tras su victoria, cuando dijo aquello de ‘no us fallaré’. Y lo he pensando porque, al final, no solo falló a los socios y al club, sino también a sus compañeros de junta». En ese sentido, sí los hay que piensan que Rosell se asustó a las primeras de cambio demostrando estar poco acostumbrado a ser criticado y a afrontar problemas importantes. Todos los que dudan tienen derecho a pensar que abandonó cuando vinieron mal dadas, especialmente al estallar el caso Neymar. Y, no solo eso, el propio Barto ha reflexionado, privadamente, con algunos periodistas, sobre las obsesiones que Sandro tenía con los medios de comunicación «viendo siempre un motivo oscuro en cualquier artículo, comentario o crítica».

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Rosell sigue oculto cuidando, ahora ya con total dedicación, de su extraordinario patrimonio inmobiliario (casas, pisos, apartamentos y párkings), disfrutando de uno de sus últimos juguetes como es la marca catalana de ropa deportiva Grifone, en la que ha invertido recientemente, así como del singular hotelito de solo tres habitaciones que abrirá en la Cova d’en Rosell, ubicado encima de la ermita de Colobó, a unos 1.300 metros de altitud en el Montsec d’Ares, en Àger, terreno paternal. Ni que decir tiene que, dado su prestigio internacional, Rosell sigue siendo un cotizado consultor de firmas dedicadas al mundo del fútbol así como clubs, federaciones, ligas y gobiernos de todo el mundo.

Lo cierto es que fue presidente del Barça, y el más votado de la historia. Y abandonó sin que pudiesen retenerlo. «Yo viví con él una velada inexplicable un mes antes de que dimitiese, en las Navidades del 2013», cuenta un amigo que suele tener contactos, más de negocios que personales, con él. «Y ya lo noté abrumado, superado por la situación, especialmente por las amenazas a su familia. Muchos piensan que Sandro es un chulito, un echao p’alante que puede con todo. Y no es así. En aquellos días te confesaba ‘¡ojalá pudiese dejarlo!’ Se sentía muy maltratado por los medios de comunicación, pero en ningún momento pensé que, pocas semanas después de aquel encuentro, lo dejaría así, de repente».

AQUELLA BODA EN GAVÀ

Este mismo amigo volvió a coincidir, meses después, con Rosell en una boda, en Gavà, a la que también acudieron Barto y Jordi Cardoner. «Me encontré a un Sandro muy feliz, relajado, desconectado de todo aquello que le había hecho tanto daño meses antes y, sobre todo, muy lejos de aquel protagonismo que le venía grande o, tal vez, que tanto y tanto le incomodaba. Estuvo muy discreto durante la boda, el banquete y la fiesta, siempre en un rincón, lejos del foco, cuando todos los presentes sabíamos que por su simpatía, desparpajo y personalidad, de haberlo querido, hubiese sido el novio, la novia y el rey de la fiesta hasta anochecer».