ADIÓS A UN MITO AZULGRANA

La Biblia de Gustau

JOSEP MARIA DUCAMP

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Se fue Kubala, el último que todavía me llamaba niño. Se va Biosca, el último en llamarme nano. Ya he perdido mi estatus… Y otro amigo entrañable.

La primera defensa que recuerdo es aquella de Miró, Zabala, Benito. Luego, Velasco, Elías, Curta. Y finalmente, la ejemplar defensa de las Cinc Copes: Ramallets, Seguer, Biosca, Segarra. Hoy lloro -lloramos- el adiós de Gustau Biosca. Aprendí a llamarle así en la época pos Franco. Antes -como todos- era Gustavo. Y desde que llegó Kubala, el Gitano, entrañable sobrenombre con que le bautizó Laszi, igual que Rexach fue Charly en cuanto llegó Cruyff.

La primera vez que tuve relación con Biosca fue en el campo de la España Industrial. En un partido de entrenamiento, recién incorporado yo a los juveniles. No me dejó rematar un córner, con un recurso muy suyo y que nadie apreciaba más que aquel que estaba a su lado. Yo en el suelo y él sonriendo, oí que me decía: «nano, no badis mai, nano».

Luego, durante sus 187 partidos con el primer equipo del Barça, fueron muchos los delanteros de postín que, por lo visto, también badaven.

Biosca era elegante jugando. Sacando el balón controlado, con la cabeza alta y aires de mariscal. Y el único que se atrevía con Ramallets, cuando éste recriminaba a sus defensas por algún gol encajado. El gran Antonio no tenía nunca la culpa. Esa maldita culpa era de Seguer, de Segarra que, más tímidos, aceptaban la reprimenda bajando la cabeza. Biosca era el único que le contestaba. A menudo, la culpa también era de la hierba y de su cuidador…

Cabello brillante, ricitos de señorito de Jerez, impecablemente vestido, siempre coordinado, amante de flamenco y de los toros. También coincidimos un día, él como matador y yo como mono sabio en un festival taurino en Las Arenas, de Barcelona. Señorío con el capote, perfecto con la muleta en la izquierda y entrando a matar por derecho. Ovación y triunfo el mismo día que Bernart Hilda, de la orquesta del mismo nombre, en el cénit de la fama, soltó la capa cuando vio llegar al toro… y aún debe estar corriendo hoy por la arena de la Eternidad.

De pareja con Kubala causaban auténticos terremotos en los corazones femeninos. En contra de lo que muchos puedan pensar, el auténtico conquistador era Gustau. A Laszi le conquistaban. Sus andanzas son notorias y bien conocidas.

«Vemos la eternidad»

Por eso, una de las mayores sorpresas que me he llevado en esta vida fue cuando, recién incorporado Biosca como entrenador del Pontevedra, le llamé un día a las 10 de la noche. Confieso que no tenía ninguna confianza en encontrarle, dada la hora temprana. Y allí estaba… ¡A falta de unos minutos para las diez!

-¿Qué haces? ¿No estás bien?

-Sí. Perfectamente. Estoy leyendo la Biblia.

-¡Anda ya! Menos coñas…

-Sí, sí. Va en serio, la Biblia.

-¿De qué vas?

--Me lo ha dicho un sacerdote. «La Biblia es una ventana en esta prisión que es el mundo. Y a través de esta ventana vemos la eternidad».

--Habla en serio, cachondeo no.

--En serio. Me he buscado durante años y no me he encontrado. Ahora, he dado conmigo por sorpresa cuando menos lo esperaba.

Me quedé sin palabras… No supe qué decir. Y antes de colgar, oí algo así como:

-La palabra es mitad de quien la pronuncia y mitad de quien la escucha.

Les juro que no había bebido.

Gustau volvió a Barcelona. Y durante años fue la auténtica alma de la agrupación de exjugadores. Y cuando, en ocasiones, íbamos con Laszi a almorzar al Port Olímpic y Gustau nos llevaba de vuelta a casa con su coche, repetía orgulloso: «Lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido tener a mi lado a Roser, mi esposa».