LA JORNADA DE LIGA

El Barça se lleva un palo

Cuatro remates al larguero frustran el estreno de Suárez y relegan al equipo detrás del Madrid con la segunda derrota

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Como las desgracias nunca vienen solas, a la derrota del Bernabéu, siempre dolorosa, se le ha añadido otra más penosa, en casa, ante un Celta que nunca había ganado en el Camp Nou. Dos tropiezos han descabalgado al Barça del liderato y, lo que es peor, le han relegado detrás del Madrid, que a primera hora de la tarde se exhibía al sol con fútbol y goleada. La noche cayó sobre el estadio azulgrana y el once de Luis Enrique, ofuscado, se complicó mucho la existencia, abriendo la puerta a  que la discusión futbolística se mezcle con la polémica institucional.

Para que semejante catástrofe sucediera, deben concurrir muchas circunstancias. Todas aparecieron menos la primera: que el Barça jugara rematadamente mal y no es cierto. Solo remató mal. El palo de la derrota se representó con los cuatro remates que se estrellaron en el larguero: dos de Neymar, uno de Jonny por error y otro de Messi. La ofuscación local se unió a la excelente actuación del meta visitante Sergio, que lo paró todo e hizo evidente una situación impensable: que una delantera de valor  incalculable -se desconoce el precio de Messi, sin duda superior al de Suárez y Neymar- se quede a cero.

Muchas derrotas

¿Un ataque imparable? Pues el primer día quedó desmontado el aserto, y tras 56 partidos con goles en el Camp Nou, se cerró la racha. Un anónimo portero gallego, Sergio Álvarez, paró al trío de estrellas. La madera ayudó al meta a cuajar el partido de su vida, en un triunfo que recordará para siempre el Celta. Y también el Barça, por unos días, poco acostumbrado a tales disgustos. No encadenaba dos partidos perdidos en la Liga desde mayo del 2009. El equipo de Guardiola cayó en Mallorca y en casa ante Osasuna, pero no hubo ningún drama, recién conquistada la Liga y de camino hacia la final de Roma con el Manchester. El asunto es bastante más serio ahora, que no dramático, el 1 de noviembre: de tener cuatro puntos de ventaja se ha pasado a estar dos por detrás del Madrid.

Los resultados lo justificaron todo cuando el juego brilló por su ausencia, y contra el Celta el marcador se giró en contra del Barça, escaso de fútbol desde el primer día, propinándole una derrota que fueron muchas por las consecuencias que produjo. Entre otras, una advertencia al entrenador para que le dé un par de vueltas a la forma de jugar de su equipo, por más que ante el conjunto gallego la desgracia se cebara contra él. El castigo fue muy injusto, pero el aviso adjunto al marcador habría que tomarlo en cuenta.

De atrás adelante sin pausa

El Barça fue más que nunca el Barça de Luis Enrique: un nervio de equipo. Como era él de futbolista. Vertical, brioso, rápido, sin pausa. Jugó de lateral y de delantero y el equipo va de la defensa al ataque sin pasar por el centro del campo, y si lo hace es con prisas. Con Rakitic y Rafinha de interiores, con Mathieu de central, con Bravo atrás y Suárez delante, media alineación se construyó con los fichajes del técnico. Ellos aportaron el dinamismo que buscaba. El Barça ya no se duerme construyendo, pero tanto insomnio le nubló la vista.

El eje del equipo se ha desplazado a la delantera, donde se reúnen tres de los mejores del mundo. Antes estaba situado en el centro del campo, el jardín de Xavi Iniesta. Por calidad y por galones marcaban ellos el ritmo; sin ellos, titulares en el Bernabéu donde el Barça fue sepultado, no hubo mando en plaza. Rakitic y Rafinha no jugaron mal, especialmente este último, motivado ante su exequipo y por ser titular 11 partidos después de la última vez, pero carecen del peso y la ascendencia de aquellos. Luis Enrique apeló a Xavi con el 0-1.

El sistema fetiche

No solo rescató al cerebro, sino que en medio de la creciente desesperación porque el tiempo se agotaba, el técnico rescató el sistema fetiche para situaciones dramáticas: el 3-4-3. Una recomposición general que devolvió (tímidamente) los extremos al campo y que habían desaparecido desde el verano. Neymar y Suárez, que se estrenaba, siguieron fallando remates. Y Sergio continuó parando.

Ni siquiera el señuelo de esa transformación alteró al Celta, muy bien puesto y que tuvo más ideas que el Barça. Y más suerte, por poder mantener inalterable su propósito, y que Larrivey Nolito, que disfrutaron en la inmensa pradera del Camp Nou, más larga que ancha porque así lo quiso el Barça, salieran victoriosos delante de la Santísima Trinidad.