Análisis

Cristales rotos que no se recompondrán

Antonio Bigatá

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Ya sabéis que el principal problema de los cristales rotos es que no pueden pegarse y quedar como antes. Cuando se quiebran, nadie puede decir que no ha pasado nada. Fijaros en que históricamente han ocurrido muchas cosas entre el Real Madrid y el Barça, algunas graves, en el plano de la rivalidad y la envidia. La gente de las dos entidades ha desarrollado visceralidades sostenidas que en ocasiones se manifiestan de forma amable o en variante jocosa, pero otras veces han desembocado en la tripleta de las agresiones deportivas, agresiones sociales y agresiones políticas… Se ha entronizado entre ambos lados un auténtico, refinado y solo formalmente contenido odio, ¿por qué negarlo? Sin embargo, tras cada uno de los escándalos ha existido por ambas partes cierta voluntad abstracta de recuperar un nivel de convivencia, de convertirlo todo en una rivalidad civilizada.

Pero lo de ahora parece diferente. La temporada pasada, en el maratón final de cuatro partidos seguidos entre los dos equipos, se rompieron copas de cristal. El problema actualmente no reside en la no aceptación madridista de la realidad de que el Barça es en estos momentos superior, porque eso es una simple respuesta a la no aceptación catalana de la superioridad efectiva del Real Madrid en otras ocasiones. El nuevo quid de la cuestión, lo que lo convierte en trascendental cara al futuro, es la existencia simultánea en este club de un presidente,Florentino Pérez,y un entrenador, José Mourinho, que no se plantean límites de fondo o forma por conseguir sus objetivos. El primero no ejerce su obligado papel de marcar la línea de lo que considera aceptable y compatible con el prestigio de la entidad, y el segundo no solo ha renunciado a imponer un nivel de deportividad a sus jugadores sino que presumiblemente les exige un comportamiento regular de agresividad temeraria. Su negativa a censurar directa o indirectamente las violencias dePepe y Marcelo en estos dos partidos, y el cinismo de alabarles cuando incluso los analistas madrileños partidistas reconocen que hicieron unas intervenciones criminales, retratan que el problema no tiene solución mientras él esté en el banquillo.

Hay mucho daño acumulado en estos últimos meses. La aceptación de esta estrategia por parte de los jugadores del Madrid ha roto, y lo iremos viendo a lo largo de la temporada, no solo la civilidad en la Liga, sino también la viabilidad de la selección española como grupo homogéneo de éxito. Cuando los jugadores del Madrid en los partidos de club cierran los ojos ante la violencia intolerable de sus compañeros de equipo contra otros miembros de la selección, o cuando retratan ante la prensa que la superioridad barcelonista se basa en la antideportividad de quienes caen y se quejan de sus patadas, o cuando se apuntan a la tesis de que los éxitos deXavi, Iniesta,Puyol,Piquéy compañía se deben fundamentalmente a favores arbitrales sistemáticos, hacen imposible la complicidad futura hacia ellos de todos los aludidos. Y cada vez es mas insostenible, ética y prácticamente hablando, que Casillas,excelente portero pero destacado suscriptor de las tesis deMourinho,pueda continuar siendo el capitán aglutinador de la selección. La deriva deCasillas, su falta de hombría para mantenerse por encima de las miserias que emanan de su banquillo y del palco de su presidente, es otro cristal que ya no se podrá recomponer.

Llega la Liga, pero este prólogo de la Supercopa anuncia otra temporada cargada de tensiones y con el riesgo de queGuardiola tenga razón al temer que todo acabe mal.