El clásico europeo

El último golpe

El Barça se apropió del balón para dejar aturdido a un Madrid que mejoró sin llegar a asustar

Los jugadores del Barça celebran con efusividad el gol de Pedro, ayer.

Los jugadores del Barça celebran con efusividad el gol de Pedro, ayer.

JOAN DOMÈNECH
BARCELONA

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Vuela el balón hacia Wembley. Vuela el Barça de Guardiola, al lugar donde nació para rendir tributo al Barça que lo parió, el de Cruyff, como consta en la partida de nacimiento certificada en Londres. Honrando un estilo, una filosofía perfeccionada con los años, voló el Barça con la pelota de Xavi por encima del Madrid, al que propinó el último golpe de la serie, dejándole aturdido para que siga delirando con la excusa de los arbitrajes. Por cierto, ayer se quedó con 11 en el campo porque De Bleeckere quiso.

El trabajo quedó hecho en el Bernabéu, como seguirán recordando los madridistas, y solo faltaba rematarlo. Si la guinda al pastel no pudo ser una nueva victoria, lo fue la reaparición de Eric Abidal, que disfrutó de un par de minutillos de fútbol y unos cuantos más de celebraciones mientras los blancos desfilaban hacia los vestuarios. Mascullando, seguramente, el victimismo en el que se refugian. Podrán blandir las cinco tarjetas como prueba; ocultarán que merecieron unas cuantas más por los palos que soltaron cuando se dieron cuenta de que los milagros surgen muy de vez en cuando.

Y un milagro debían esperar, aunque ayer lo buscaron. Fue el mejor Madrid de los cuatro clásicos, no se sabe si por desesperación, porque Mourinho se quedó en el hotel y no pudo echar a sus hombres atrás, o porque sus hombres (Xabi Alonso, el que más sabe) se autogestionaron.

CASILLAS, EL MEJOR PARAGUAS / Medio equipo no es para andar detrás de los rivales, sino para correr hacia la portería ajena. La suya está bien protegida. Casillas volvió a ser el paraguas que le guareció del chaparrón de juego en cinco minutos sobre la media hora, cuando el Madrid recibió un pimpampún con tres tiros de Messi, otro de Pedro y uno de Villa. El mejor Madrid, sin embargo, anda por detrás del Barça y su pelota, a los que solo puede parar con faltas.

Corre el Madrid y no llega para pillar a los azulgranas, que avanzan de rondo en rondo con el balón cosido al pie. Su idea básica, acentuada ayer con el amparo de la ida. No tenía el once azulgrana mayor pretensión que dominar el juego y el reloj al mismo tiempo. Con la alineación del Bernabéu, excepto el cambio de Keita por Iniesta. En consonancia a la situación agónica que vive el Madrid, Mourinho colocó a Kaká e Higuaín de entrada, dos suplentes que no habían aparecido en los tres clásicos y que desaparecieron pronto.

Ni con ellos intimidó. Aunque tocara más el balón, aunque el Madrid presionara arriba como no había hecho hasta ayer. Tampoco así fue capaz de poner en aprietos al Barça. El gol de Marcelo fue una anécdota, en tanto que resultó su única aproximación digna al área de Valdés. El único tiro a la portería.

DE VALDÉS A PEDRO / Anecdótico y vulgar fue el gol blanco comparado con el del Barça. Maravilloso, de videoteca, perfecto resumen de las desigualdades que separan a los dos grandes. Un tiralíneas que brotó de un saque de puerta que pasó Valdés a Mascherano, este se la devolvió y el portero elevó sobre Alves. Avanzó el brasileño, oteó a Iniesta que corría en paralelo por el centro y el genio de Fuentealbilla tiró una puñalada vertical a Pedro que se plantó ante Casillas.

Golazo antológico, como el de Messi en el Bernabéu, cuyo recuerdo convendría mantener a pesar del estruendo madridista por ocultar la realidad, que no es otra que la superioridad del Barça. Se observó ayer con nitidez sobre el césped, sin trampillas propias de club acomplejado.

ENTRE XAVI Y CASILLAS / El complejo real es la diferencia de propuesta. El Barça apela a Xavi y el Madrid confía en Casillas. Para parar y para comenzar los ataques. Los blancos intentaron jugar más que otras veces, pero abandonaron su pretensión en beneficio de los proyectiles de Casillas. Allá esperaban Mascherano y Piqué para descolgarlos y dárselos a Xavi. El amo de la pelota, que compartió con sus compañeros a una velocidad inalcanzable. Un tuya-mía de 90 minutos para que el señorial Barça vuelva a Londres convertido en mayor de edad.