Camino de Valencia

Guardiola se fía aún menos del Madrid

El primer clásico refuerza el mensaje del técnico de no menospreciar al rival y ser contundentes

DAVID TORRAS
BARCELONA

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José Mourinho no necesita coartadas para hacer lo que viene en gana, pero la imagen del Bernabéu al final del primer clásico debió engordarle el ego, que ya es difícil. Parece mentira, pero la mayoría del pueblo merengue está de su parte, obligado a agarrarse a él como la última esperanza antes de morir otra vez en el intento de acabar con este Barça inacabable.

El mensaje deMouha calado, aunque en el camino ha perdido la complicidad de unos cuantos mensajeros, hartos de tanto menosprecio. Pero fuera de esa sala de prensa que ha dejado de reírle las gracias, se impone una obligada resignación. Es esto o nada. Así que, incluso con la Liga más perdida, el madridismo alzó el sábado los brazos tras el empate en lo que no dejaba de ser una derrota, justo lo que hacía el barcelonismo en otros tiempos.

SIN TRUCOS / El Barça de hoy es de otra pasta. Nada que ver con lo que fue durante años y nada que ver con lo que es el que pasa por ser su peor enemigo, un club y un equipo cada día más irreconocibles y más alejados de sus señas de identidad. El Madrid vive tan al día que ha acabado vendiendo su alma al diablo, y anda a expensas de lo que disponga Mourinho. En el Camp Nou se vive la mejor época de la historia, bajo el elegante ideario de Pep Guardiola. El Barça no entiende el juego de otra manera que no sea jugar a pecho descubierto, ir de cara antes, durante y después de enfrentarse a quien sea. Sin trucos, sin tretas, sin ponerle trabas al balón alterando el césped como un equipo de tres al cuarto, con la obsesión de ser fiel a un estilo de principio a fin.

Lo fue en el Bernabéu, y lo será el miércoles en Mestalla, adonde acudirá con la misma fórmula, convencido de que no tiene por qué cambiar. Nunca lo hace, salvo en detalles. El fondo y la forma son innegociables. La cuestión ahora es la manera de gestionar la final después de la experiencia del sábado. Y en la preparación, el 1-1, con el añadido de haberse fraguado tras la expulsión de Albiol, se ha convertido en el mejor aliado de Guardiola. Es el escenario ideal para que el técnico azulgrana reactive el discurso que más repite y que, en una situación más favorable, con el 0-1 por ejemplo, habría tenido menos impacto.

DOS PERSPECTIVAS / La fotografía que ilustra esta página, esa mirada de Guardiola mientras Mourinho le aguarda para estrecharle la mano, esperándole desde arriba, se supone que por casualidad, o igual no, es una metáfora de la situación antes del segundo duelo. El Madrid se siente capaz de todo, por más que el sábado se pasara el rato persiguiendo el balón, empequeñecido antes de empezar por la pizarra deMouy durante el partido por el juego azulgrana. Al portugués le trae sin cuidado el control. Y no digamos la estética. Mira al Barça de arriba a abajo sin rubor, ajeno a la jerarquía que dicta la pelota y la clasificación.

La perspectiva de Guardiola es justo la contraria. Podría mirar al Madrid desde un pedestal, reforzado por casi tres años de hegemonía, pero no lo hará. No lo hace con ningún rival, pero con el gran rival, menos que nadie. El técnico azulgrana no se fía del Madrid. Hoy, menos incluso que antes del sábado. Y este es el mensaje que ayer ya empezó a trasladar a los suyos y que no dejará de repetir hasta el miércoles. Ni pizca de confianza. Mourinho no es de fiar y menos cuando le aprietan las urgencias como ahora.

Pero por encima de ese discurso, de esa desconfianza, de ese respeto, de esa sensación de que no hay nada ganado, se impondrá otro mucho más poderoso que marca las diferencias abismales que separan a unos y a otros. El de ser valientes. El de ir a ganar. El de ser el Barça.