El pulso por la Liga

El discurso de siempre

El Barça mantiene su estilo elegante pero choca contra la desgracia y un pésimo arbitraje

Messi no llega por poco a un centro de Bojan, ayer en el Pizjuán.

Messi no llega por poco a un centro de Bojan, ayer en el Pizjuán.

DAVID TORRAS
BARCELONA

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Frente al discurso del Rey Florentino, el Barça volvió a guardar silencio y esperó a hablar donde mejor se le entiende. A diferencia de la corte de Mourinho, Guardiola y su elegante ejército no necesitan levantar la voz para ganarse el respeto. Ellos solo hablan en el campo y ahí nadie les quita la palabra. Ni siquiera anoche por más que el Sevilla le arrancara un empate (1-1) dejó de perseverar en la idea de ser fiel a su estilo. Luchó de principio a fin y solo la desgracia le privó del premio que merecía. Hubo algo más. De tanto llorar, Mou ya tiene alguien que le ha echado una mano para consolarle: Pérez Lasa, tan o más responsable que los palos y la mala suerte de que el Barça esté hoy a cinco puntos del Madrid.

Con tanto ruido, con tantas lágrimas, con tantas historias de conspiraciones, al final alguien tenía que acabar picando el anzuelo. Y nadie mejor que Pérez Lasa, uno de esos árbitros nacidos para alterar el orden. Curioso. Con él, el Barça empató en Gijón y vio seis tarjetas. ¿Casualidad? Sí, un mal día. Pero ayer se le fue la mano con una de las decisiones más absurdas del campeonato al anular el gol de Messi en el lanzamiento de una falta. En teoría por un rifirrafe de Busquets en la barrera; en la práctica, por un capricho inexplicable. O igual no. Igual sí tiene explicación. Si el afectado fuera el Madrid, está claro. Se apelaría al Villarato y demás historias, e igual Mourinho tenía la coartada para tirar la Liga. Ahora, que es al revés, será un error humano y punto. Y no solo eso. También pasó por alto un penalti sobre Bojan.

La cuestión es que, pese a ese golpe moral, el Barça siguió con su discurso. El de siempre. El del buen juego, el de tener el balón y darle un meneo de padre y señor mío al Sevilla, al que algunos comentaristas blancos blanquísimos acusaban de estar entregado. Por esta regla, más se entregó el Madrid. Le cayeron cinco. Faltó eso. Remachar esta nueva exhibición en el marcador más allá del gol de Bojan. Pero nada le acompañó. El larguero birló el 0-2 a Messi y a última hora, cuando el Barça acorraló al rival, volvió a aparecer para repeler un disparo de Iniesta, poco antes de otro remate que Medel salvó bajo palos.

ADMIRACIÓN RIVAL / Pero por en medio, y salvo algunos apuros en alguna fase de la segunda parte tras el empate, el equipo dejó momentos para recordar. Otro partido enorme, con un Iniesta exquisito, y un dominio abrumador que el Sánchez Pizjuán contempló boquiabierto. «El Barça sigue siendo el mejor equipo del mundo y uno de los mejores de todos los tiempos», reconoció Del Nido, poniéndole muy por encima de cualquier otro. También del Madrid, que deberá pasar por ese escenario.

SIN QUEJAS / Frente al discurso del Rey Florentino y la claca de Mourinho, el Barça se fue de Sevilla con la cabeza alta, sin derramar una sola lágrima. Guardiola se calló las quejas y habló de fútbol, del juego, del rival, de las buenas sensaciones que le dejó el equipo. El discurso de siempre y que marca diferencias con el comportamiento tan poco señorial por más que diga Florentino que se lleva en el Bernabéu. Ahora ya pueden rehacer las cuentas con vistas al clásico dentro de cuatro jornadas. Igual cinco puntos no parecen nada. Pero sí lo son para quienes creen que la distancia entre unos y otros es mucho mayor. En fútbol y en muchas otras cosas. Así que, a diferencia de lo que haría Mourinho, el Barça no se echó ayer a llorar. No es su estilo.