Las opiniones

La ruptura de una tradición que era marca de la casa

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Antoni Segura
Catedrático de historia contemporánea (UB).

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El FC Barcelona ha obtenido el mejor contrato en publicidad de la historia del fútbol, 30 millones de euros al año por publicitar la Qatar Foundation en la camiseta y por un periodo de cinco años. Las razones argüidas por el club son la mala situación económica en que dejó a la entidad la anterior junta directiva. Sin entrar en consideraciones sobre la herencia económica negativa, aunque todo parece indicar que había un cierto despilfarro en ciertos aspectos (catering del palco, sueldos de algunos empleados de alto rango, auditorías de seguridad, gastos desorbitados poco justificados, etcétera), como socio de la entidad no me parece oportuno que, además de los logos de TV-3 y Nike y la propaganda de Unicef, se añada ahora la de la mencionada fundación qatarí. No es solo un problema de recursos económicos -sin duda, 30 millones anuales no son nada despreciables-, sino que se renuncia a una imagen labrada durante los últimos años y que era el signo de distinción del club. No se puede comparar la propaganda gratuita de Unicef, que engrandece la imagen del club con un acto solidario de alcance mundial, con la propaganda de una fundación que se enmarca dentro del merchandising del club.

Tampoco entraré en el debate de si merece la pena llevar en la camiseta la propaganda de una fundación que preside la esposa de un emir de un país no democrático, aunque sus objetivos sean loables: mejorar la educación, la investigación científica y el desarrollo comunitario en una región del mundo donde, como señala en su página web, «la necesidad y el potencial para el desarrollo humano son considerables». Ni si dicha fundación puede ser mejor que otras opciones comerciales. No hace mucho tiempo se vislumbraban opciones todavía menos recomendables relacionadas con un régimen totalmente impresentable como el de Uzbekistán. Este, en todo caso, sería un debate que pertenecería a la realpolitik del mundo de los negocios. Lo que me parece desacertado de la decisión es romper con una tradición que era marca de la casa.

Más que un club

Como dice el tópico, el Barça es más que un club y eso implica no ser una sociedad anónima y no llevar propaganda remunerada en la camiseta, aunque, puestos a elegir, siempre es mejor una fundación dedicada a objetivos loables que una empresa de apuestas o una marca de preservativos.

En definitiva, si tan precaria es la economía del club, tampoco parece que 30 millones de euros al año vayan a solucionar los problemas económicos. Si, además, la apuesta es la cantera, se puede reducir el déficit y la deuda con otro tipo de ingresos. Si, por último, no había otro remedio porque la situación es mucho peor de la que imaginamos los socios, la opción qatarí parece solvente, la fundación se dedica a objetivos loables y el régimen y su emir son suficientemente ambiguos (Doha, la capital de Qatar, es la sede principal de Al Jazira, que ha supuesto una verdadera revolución de la comunicación en el mundo árabe y musulmán). La nostalgia del socio será ver lucir una camiseta donde será difícil reconocer los colores del club.