PREGUNTAS CON HISTORIA (IX)

Jordi Villacampa, un mito entre generaciones doradas

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Alejandro García

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En la historia del baloncesto español hay dos momentos cumbres: la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1984 y la eclosión de la generación de los Juniors de oro en los albores del siglo XXI, pero entre ellos hubo una generación que sobrevive en los libros de historia gracias a un récord todavía sin batir, el de máxima anotación de un partido que consiguió Jordi Villacampa en 1990 con 48 puntos, el justo recuerdo a un mito entre generaciones doradas.

En los años en los que el baloncesto dejó de ser residual para convertirse en un deporte de masas en España, Villacampa debutó con 16 años en un Joventut de Badalona en el que jugó 17 temporadas y ganó la Euroliga antes de que la ganara el Barça. En la Penya jugó ininterrumpidamente hasta los 33 años, antes de retirarse de las canchas para después presidir el club desde el 2000 hasta el 2017, y allí tiene el número 8 retirado. 

Años oscuros

A Villacampa le tocó liderar la selección en años poco exitosos (comparados con lo que vino después), sin más que una medalla de bronce europea después de 158 internacionalidades, con participación en dos Juegos Olímpicos, tres Mundiales y cuatro Europeos, pero siempre lejos de los laureles dorados que aventuraron la generación precedente y que confirmaron, en las dos últimas décadas, la hornada posterior.

Con todo y con eso, Villacampa puso en valor su condición de estrella y consiguió anotar 48 puntos contra Venezuela, aunque fuera en la triste resolución de la clasificación del noveno al decimosexto del Mundial de 1990. Aquello fue un castigo por perder en las primeras rondas, lejos de casi todo, en Salta, una capital de provincia del noroeste argentino, una zona de cultura andina más cercana a Sucre y al altiplano boliviano que a las playas de Buenos Aires. 

Aquel Mundobasket, en el que el brasileño Oscar Schmidt Becerra promedió más de 34 puntos por partido, pasó a la historia por el incidente con la bandera croata en la celebración del título de una Yugoslavia imparable que nunca volvió a competir unida.

La selección terminó jugando en un pabellón sin apenas espacio para unos asientos de plástico temporales, tras una ochentera publicidad de ginebra, entre el silencio de las gradas casi vacías, los botes del balón y las protestas por la dureza de los venezolanos de la retransmisión de Radio Televisión Española de la época. 

Reflejo de una época

A pesar de la colección de medallas que tienen los Gasol, Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes, Calderón o los también canteranos de la Penya Rudy Fernández y Ricky Rubio, esa marca resiste como el reflejo de una época que ha quedado semioculta entre los éxitos rimbombantes de las generaciones que flanquean su historia. La anterior mejor marca de anotación en un partido de la selección española la tenía Jordi Bonareu, que anotó 45 puntos ante Italia en los Juegos del Mediterráneo de 1955 en Barcelona.

LA PRÓXIMA PREGUNTA:

¿Qué futbolista, campeón de Europa en 1991, pasó a la historia por conseguir tres goles de falta directa en el mismo partido? Aquí la respuesta.