ANÁLISIS

Un legado de pasión

Firme en sus creencias, defensor de propuestas que no siempre son entendidas, hace tiempo que Aíto ascendió a una suerte de limbo moral

Aíto, en una imagen del 2003, cuando entrenaba al Joventut

Aíto, en una imagen del 2003, cuando entrenaba al Joventut / periodico

LUIS MENDIOLA / BARCELONA

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Respetado y elogiado por su trayectoria, admirado por su dedicación, nadie podrá discutir la decisión de la ACB de celebrar los 50 años de Aíto García Reneses en el mundo del baloncesto. Es bueno para la liga rendir homenaje a sus leyendas (una práctica en la que se ha prodigado menos de lo que debería) y potenciar la memoria colectiva como hace la NBA, donde se rinde culto a los grandes nombres. Aíto entra en esa lista sin discusión.

No puede entenderse la historia del baloncesto en España sin el técnico madrileño, actor principal casi siempre desde sus inicios en el banquillo en el Cotonificio (cuarto en la liga del 78) pasando por el JoventutBarcelonaUnicaja Cajasol hasta la actualidad: la final de Copa con el Gran Canaria. Aíto sería un referente como Dean Smith, entrenador durante 36 años de la Universidad de Carolina del Norte, donde se formó Michael Jordan, lo es para EEUU o el profesor Asa Nikolic, precursor del baloncesto moderno de la extinta Yugoslavia.

EL VALOR AÑADIDO DE LA DEFENSA

Innovador en muchos aspectos, fue el primero en darle un valor añadido a la defensa (el ‘karate press’ del 'Coto'), en introducir la figura del tres alto (Andrés Jiménez), en ampliar la rotación del banquillo (el Barça de Epi y Solazábal), en mejorar los registros del espectáculo (la Penya de Ricky Rudy), en ser espejo de técnicos (Julbe, Sito Alonso…). Es más, por sus manos han pasado algunos de los de los mejores talentos europeos (Jofresa, Montero, Villacampa, Jiménez, Epi, Solozábal, Ricky, Rudy, Pau Gasol, Navarro, Porzingis…), aunque siempre se le criticó, lo que él niega, su aversión a las estrellas, razón que impidió que PetrovicKukoc Sabonis, según cuentan, recalaran en su época en el Barça.

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Otra cosa, seguramente, es cómo lo perciban las aficiones en función de cómo sopló el viento en cada ocasión. En el Palau no se olvidará que cambió la historia y puso al Barça en primera línea (9 Ligas, 4 Copas, una Recopa y una Korac en 15 temporadas), acabando con la dictadura del Madrid. Pero tampoco las finales perdidas de la Copa de Europa o sus pulsos con Epi, Maljkovic o Solozábal, que llenaron páginas. En Badalona pasó del desprecio por irse al gran rival, el Barcelona, a pilotar una nueva época dorada (Copa del Rey y ULEB). En Málaga, pocos entendieron que en dos años y medio no le diera al Unicaja nada más de un subcampeonato de Copa, antes de ser despedido.

Firme en sus creencias, defensor de propuestas que no siempre son entendidas (“valoro más la actitud que el triunfo”) hace tiempo que Aíto ascendió a una suerte de limbo moral, como probó su elección como seleccionador olímpico en Pekín, lo que sirvió para apagar el incendio por la salida del aclamado Pepu Hernández.

Entre sus seguidores, una legión numerosa con el paso de los años, y también entre los detractores, que también los tiene, existiría un punto de acuerdo en cualquier caso: la pasión que le mueve (solo así puede entenderse que siga a pie del cañón a los 69 años) y la consistencia de un legado que perdurará.