LUGAR SAGRADO

Botellón versus religión en la Creu de Montigalà de Badalona

Cruz de Montigala

Cruz de Montigala / periodico

Anna Rocasalva

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El sector sur de la sierra de Marina incluye parte de los municipios de Tiana, Badalona, Santa Coloma de Gramenet, Montcada i Reixac, y Sant Fost de Campsentelles. Pero es precisamente en Badalona, bajo el monumento de la Creu de la montaña de Montigalà, donde se produce un fenómeno único en toda la sierra. 

"Estamos bastante acostumbrados a ver actitudes excéntricas en entornos naturales; por ejemplo, la gran cantidad de cenizas de difuntos que se tiran en el Montseny. Pero lo que pasa en Montigalà es muy peculiar", explica el jefe de los agentes rurales del área del Barcelonès, Joan Rius. Esta zona es la "Tierra Santa" del autodenominado Grupo de oración de la Virgen del Árbol, un conjunto de siete señoras muy devotas que, siguiendo las profecías de una nueva Virgen María -a la que llaman la Virgen del Árbol- se han hecho suya la ladera mar de esta montaña de Badalona. 

La Creu de Montigalà se ha convertido  en el lugar sagrado de un grupo de devotas, que no son las únicas que reclaman ese territorio como propio

Sin embargo, las religiosas no son las únicas que reclaman este territorio como propio. Este enclave también es el lugar escogido por muchos jóvenes para emborracharse y colocarse sin ser molestados. La mayoría provienen del barrio de Montigalà. Suben a pie desde el polígono comercial o bien aparcan sus coches en las tres calles sin salida de la pequeña urbanización que toca la montaña. Son otro tipo de peregrinación: la del botellón.

Botellón en el altar

Dos chicos buscan un sitio donde sentarse a liar un porro bajo la Creu de Montigalà. Tras echar un vistazo, uno señala el lugar perfecto: un claro en la ladera mar de la colina con lo que parece una mesa y unos asientos de piedra. 

Abren unas latas de cerveza y se felicitan por haber encontrado un sitio que parece hecho expresamente para ellos, con vistas al Mediterráneo. Pero no es así. Ajenos a todo, no se dan cuenta de que se han sentado en un altar lleno de flores, y que los asientos que lo rodean son en realidad pequeñas construcciones de hormigón que simbolizan a Jesús y sus 12 apóstoles.

"¡Hola, chicos! Ahora vamos a rezar, pero podéis quedaros aquí", les comunica Rosario, quien prefiere no revelar su apellido. Ella es la líder del grupo de oración y va vestida con una túnica blanca, igual que sus otras seis compañeras. En una mano lleva una Biblia y con la otra se apoya en un bastón. A uno de los chavales casi se le cae el porro del susto. 

"Casi nadie quiere quedarse con nosotras. Se piensan que somos una secta", comenta Rosario risueña, mientras los dos chicos se alejan alucinados. Y es que la cara de estupor de los excursionistas despistados al toparse con unas extrañas abuelas místicas se ha convertido en el 'leitmotiv ' de esta montaña. Como una colisión entre dos mundos. "Más de uno ha llamado a la policía pensándose que hacíamos algún tipo de ritual chalado", señala la líder. 

Lo que la mayoría no sabe es que los caminos que utilizan para pasear por esa ladera, las grandes rocas donde se sientan a reposar, las escaleras de piedras que suben hasta la cruz e incluso la cueva donde algunas parejitas entran a meterse mano son obras de esas devotas cristianas. 

30 años de recreaciones bíblicas

Todos los jueves y los domingos del año, el Grupo de oración de la Virgen del Árbol sube a rezar en un altar construido bajo un gran algarrobo, a los pies de la Creu de Montigalà. Durante más de 30 años, las señoras han ido despejando todo ese terreno (desbrozando la vegetación y allanando caminos) y han creado pequeñas construcciones que simbolizan escenas de la Biblia, como la Cueva de Belén, el Río Jordán o el Pozo de Jacob. Todo ello "bajo las órdenes directas de la Virgen del Árbol, que se comunica a través de Rosario", explican las devotas. 

A pesar de que las señoras afirman no haber tenido problemas -"exceptuando aquella vez que nos tiraron piedras", dicen sin querer entrar al trapo-; el conflicto aparece de noche, especialmente en verano y los fines de semana, cuando la zona del altar se llena de jóvenes que hacen botellón. 

A menudo, el alcohol y otras substancias envalentonan a algún chaval que decide que es una buena idea quemar el altar o destrozarles el chiringuito a las abuelas. "A veces nos hemos encontrado el árbol lleno de excrementos humanos", confiesa Erma, otra de las devotas, que tampoco quiere revelar su apellido. "Antes dejábamos figuras religiosas pero les cortaban la cabeza. Ahora sólo dejamos las flores", añade Rosario.

A veces, los chicos que suben a hacer botellón destrozan el altar, construido durante más de 30 años por las abuelas

Las señoras explican que hace años un jubilado "venía a echarles bronca" porque no entendía cómo seguían decorando el altar si igualmente iba a ser destrozado. "No comprendía que eran órdenes de la Virgen, pero si veía las flores desperdigadas, las volvía a colocar en su sitio", afirma la líder. "Un día se murió bajo el árbol. Siempre nos decía que sólo nos faltaba meter un colchón y al final fue él quien se quedó "dormido'".

Edificaciones en suelo público

Muchos vecinos del barrio colindante de Canyet conocen la existencia de ese peculiar grupo de oración. La mayoría las ven con muy buenos ojos, a pesar de que han modificado el espacio público de todos. Los hay quienes incluso las apoyan, como Manuel Fuentes, que les ha llevado agua alguna vez. "Son señoras mayores que no hacen daño a nadie y no me gustaría que las echaran", afirma. 

Sin embargo, no todos opinan igual. Unas casas más abajo, el vecino Ángel Álvarez reconoce que "la montaña ha ido a peor y no se debería permitir edificar nada religioso en suelo público". “Jamás hemos tenido problemas con las abuelas, pero los del botellón no la liarían en la montaña si no tuviesen ese altar”, resume el presidente de la Asociación de Vecinos de Canyet, Pepe Sánchez.

La zona del altar es propiedad del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), que admite a este diario su desconocimiento total del fenómenoLa gestión del terreno, en cambio, corresponde al Consorci del Parc de la Serralada de Marina y, en última instancia, al Ayuntamiento de Badalona. Ambas instituciones coinciden en que sólo se ha actuado una vez en ese lugar. Fue hace más de 10 años, cuando las señoras pavimentaron gran parte de la ladera con palés de madera que los forestales mandaron retirar debido al potencial riesgo de incendio. 

Por su parte, las devotas reivindican su derecho a construir porque la exalcaldesa Maite Arqué "les dio un permiso no escrito para edificar en la montaña", algo que la propia Arqué ha negado vehementemente a este diario. Pero, aunque eso no sea cierto, cuentan con la autorización de su "amada Virgen del Árbol" y concluyen que no piensan irse de la montaña "hasta que la madre de Dios nos diga lo contrario".

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