LAS IRREGULARIDADES DETRÁS DE LA TRAGEDIA

Los otros incendios de Sant Roc

Bajos de un edifició de Sant Roc que se incendió en febrero del 2018.

Bajos de un edifició de Sant Roc que se incendió en febrero del 2018. / DANNY CAMINAL

Anna Rocasalva

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La situación que desembocó en la tragedia acontecida el pasado sábado 5 de enero, donde tres personas perdieron la vida en un incendio por una sobrecarga eléctrica, no les resulta anómala a los vecinos del badalonés barrio de Sant Roc que, desde hace muchos años, denuncian la situación de degradación que sufren sus edificios. “Algún día tenía que pasar”, lamenta Paco Alcalud, presidente de la comunidad del bloque número 248 de la Avenida Marqués de Mont- Roig, uno de los edificios colindantes al inmueble incendiado. “Y lo preocupante es que todos estamos igual: con viviendas degradadas, cableado deficiente, enganches en la corriente y ocupas”, agrega.

Alcalud está jubilado y cobra una pensión que apenas llega a los 600 euros. Hace poco más de un año se mudó al viejo piso de sus padres y cambió el cableado eléctrico antiguo por uno más nuevo que le hace sentirse “más seguro”. Los vecinos le hicieron presidente de la comunidad enseguida. “La anterior presidenta ya no podía más”, recuerda.

“Que yo sepa, como mínimo tenemos tres pisos ‘de patada’ que seguramente estén enganchados en la corriente”, dice Alcalud, refiriéndose a las viviendas ocupadas del bloque. Por eso algunos tramos de la escalera central también están completamente a oscuras, y es que el presidente dice que no repondrá los fluorescentes fundidos “a quien no pague la comunidad”.

Fuego en casa

Sant Roc es uno de los barrios socioeconómicamente más deprimidos de Badalona. Fue edificado durante la dictadura franquista para acoger a los barraquistas de Montjuïc y el Somorrostro -como los padres de Paco Alcalud-, a los afectados por las riadas del Vallés de 1962 y a los damnificados por la construcción de la autopista C-31.

Desde los setenta, las viviendas presentaron problemas debido a la baja calidad de la construcción y, a pesar de que se han llevado a cabo grandes planes de reforma y rehabilitación, la mayoría de inmuebles tienen más de 50 años y muchos de ellos se mantienen en un estado precario.

Uno de estos edificios, el bloque número 245 de la Avenida Marqués de Mont-Roig, es donde vive M. C., que aún tiembla al recordar el incendio del 5 de enero. La vecina, que prefiere mantener su anonimato, sabe muy bien lo que es estar encerrada en su piso mientras el humo y las llamas lo van consumiendo, porque el 10 de febrero del 2018 los bajos del inmueble también se incendiaron. “Estábamos echándonos una siesta con mi marido cuando los vecinos de arriba aporrearon la puerta pidiendo auxilio”, explica. “Abrimos, alarmados, y entraron de golpe tres personas con un bebé, medio asfixiados”, agrega su pareja. 

"Aquí no vino nadie tras el incendio"

Los bajos estaban okupados por una familia en situación de vulnerabilidad desde hacía tiempo. El humo alertó a los inquilinos, que quisieron salir del bloque bajando por las escaleras, pero a medio camino se vieron atrapados. “Cerramos las puertas y las ventanas y nos refugiamos en la habitación más alejada de la casa”, explica el marido. “La espera fue horrible, pero lo peor fue no poder avisar a mi madre, que va en silla de ruedas y vive en el mismo edificio”, sigue M.C. 

Afortunadamente, no hubo ningún herido pero los bajos quedaron calcinados y el edificio sufrió grandes desperfectos. “Aquí no vino nadie tras el incendio -lamenta la vecina-, solo después de quejarnos repetidas veces, y al cabo de dos semanas, el banco propietario de los bajos, el BBVA, puso una puerta en su piso y tapió”.

Mientras tanto, varias personas entraron en el bloque para llevarse las tuberías y los cables de cobre, denuncia la pareja. “Podría haber ocurrido una desgracia”. Hasta verano no se apuntalaron los bajos y se tardó meses en limpiar el interior. “Después de luchar con nuestra abogada, hemos conseguido que el banco nos indemnice y ahora estamos cambiando el cableado eléctrico de la escalera”, explican.

Abandonados por la Administración

La vecina M. C., igual que Paco Alcalud, se criaron en Sant Roc y sus familias son del barrio de toda la vida, pero lamentan que la zona ha cambiado mucho desde su infancia. “No es solo la delincuencia, la Administración nos tiene abandonados.  Hay que vivir aquí para entenderlo”, denuncia M. C.

Para llegar a su casa, la vecina tiene que sortear un camino de aceras levantadas y farolas rotas. “Yo pago los impuestos como todo el mundo, aunque por aquí hay muchos que no. Cuando alguien viene a reparar algo, se hace una chapuza rápida y ya está. No lo entiendo, ¿es que no somos ciudadanos de Badalona?

María del Carmen Flores, la presidenta del bloque de delante (Av. Marquès de Mont-Roig, 247), comparte las quejas de su vecina. Cuando se quemó el quinto segunda -debido al cableado eléctrico, según su propia inquilina, que no ha querido dar su nombre-, tampoco fue nadie de la Administración a echarles una mano, explica.

Fue entonces cuando Flores decidió pintar la pared de la escalera de blanco, que se había quedado de un tono “ocre cochambroso”, por el humo del incendio y el paso de los años. “Con el blanco al menos ahora nos vemos las caras”, agrega sonriente.

La presidenta vive en el bloque desde hace 51 años y dice que ha visto de todo. Apoyada en el marco de su puerta, atiende a las quejas de los vecinos: “Mari, el ascensor se queda parado en el segundo piso”, le avisa una inquilina del bloque. “Pásame el número del técnico que yo no veo. Y de mientras habrá que apearse en el segundo y bajar el resto por las escaleras”, le contesta la presidenta. “Aquí las cosas funcionan así”, lamenta. 

Miedo a que la tragedia vuelva a ocurrir

Flores, igual que Alcalud y M.C., explica que muchos vecinos no pagan la comunidad y que hay varios pisos ocupados, pero que ella, a sus 74 años, “ya no está para perseguir a nadie”. Aun así, confiesa que tiene miedo de que la misma tragedia del sábado ocurra en su bloque porque muchas viviendas “enganchadas” tienen un cableado antiguo, el de plástico duro que se enyesaba en la pared.  “Con mucho esfuerzo y poco a poco pude renovar el de mi piso”, comenta Flores, “pero me lo tuvieron que hacer dos veces porque la primera ni siquiera me pusieron una toma de tierra”.

No obstante, a pesar de todas las vicisitudes que viven estos vecinos a diario, muchos habitantes de Sant Roc han explicado a EL PERIÓDICO que todavía siguen queriendo a su barrio. “Aquí tenemos de todo: un mercado, muchas plazas, el metro, el tranvía... si lo cuidásemos más entre todos, este sería un lugar precioso”, concluye Flores.

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