Equipamiento cultural en el Barcelonès Nord

Badalona promocionará en BCN su 'Roma, a 15 minutos en metro'

Vista parcial de la ciudad romana que Badalona alberga en su subsuelo.

Vista parcial de la ciudad romana que Badalona alberga en su subsuelo.

CARLES COLS
BADALONA

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A15 minutos en metro de la Sagrada Família es posible sumergirse (cuidado, es una metáfora, pues agua no hay) en la vida romana alrededor de unas termas, en ese relax que hace más de 2.000 años consistía en ir delfrigidariumalcaldarium, previo paso por eltepidarium, ese último espacio lo más parecido a una moderna sala de depilación de ingles, pero de la antigüedad. Ese tesoro está a menos de 15 minutos en metro de la Sagrada Família, pero no en Barcelona. El Ayuntamiento de Badalona, mano a mano con la Diputación de Barcelona, ha decidido que ya es hora de echar las redes en el mayor caladero de turismo de Catalunya, la Sagrada Família, para promocionar con justicia su gran tesoro arqueológico.Roma, a 15 minutos en metro. Ese será el lema, explica el teniente de alcalde Ramon Riera, con el que se dará publicidad allí, junto al templo de Antoni Gaudí, a un museo, el de Badalona, de visita más que aconsejable.

El edifico, a un minuto de la boca de metro de Pompeu Fabra, es un espanto. Barcelona tiene la suerte de dar cobijo a parte de su pasado romano nada menos que con una cubierta de lujo, con un edificio del gótico civil catalán, la Casa Padellàs, junto a la plaza del Rei. Badalona, no. La arquitectura exterior del Museu de Badalona no invita a entrar, pero bajo esa arquitectura anodina hay 3.500 metros cuadrados visitables de lo que en su día fue una activa ciudad romana tal cual era.

EN BIQUINI SICILIANO / La musealización (así le llaman a la técnica que permite al visitante disfrutar en toda su plenitud de lo expuesto) es exquisita, así que la vida de Baetulo (tal y como los romanos bautizaron ese poblado) es casi palpable, en especial esas tres estancias que formaban el cuerpo central de las termas, adonde los antiguos badalonenses acudían en estrictos turnos, ahora los hombres, después las mujeres, y ellas, además, con unos biquinisavant la lettre, según permitieron en su día deducir unos frescos romanos descubiertos en Sicilia.

La historia de este museo es una demostración más (otra, si cabe) de que Barcelona tiene una fuerza gravitacional sobre esto del turismo desmesurada. Poco o nada deja para su entorno más inmediato, en ocasiones injustificadamente. Este es uno de esos casos.

Riera, que además de concejal de Badalona es responsable de Turismo en la Diputación de Barcelona, asegura que para él fue una desagradable sorpresa descubrir que en el material que edita esa administración sobre los tesoros arqueológicos de la provincia, el museo de su ciudad ni siquiera salía mencionado. Corregido el error, cree que ahora es hora ya de lograr, de forma más activa, que Baetulo salga de la penumbra, aunque solo sea porque del pasado siempre se sacan interesantes lecciones, como las que ofrece hasta el próximo 6 de mayo una exposición temporal sobre la medicina en tiempos de los romanos, más que nada porque ahora es tiempo de recortes en esta materia.

Las excavaciones realizadas en Badalona poco material médico han aportado a las vitrinas. La mayor parte son excelentes reproducciones de objetos hallados en Pompeya, cuyo final bajo las cenizas del Vesubio ha hecho de ella una de las máquinas del tiempo más precisas de la historia. Gracias al infortunio de aquella ciudad de la antigüedad es hoy posible, especialmente si uno es una mujer, apretar los muslos ante la visión acongojante de una sonda vaginal trivalva que, al parecer, era común en la medicina romana.

ERROR ARISTOTÉLICO / Los romanos, en cualquier caso, no fueron la punta de lanza de la medicina de la antigüedad. Sus conocimientos procedían del mundo helénico, en lo bueno y bruto («la medicina es la mejor escuela del cirujano», decía Hipócrates) y en lo malo, pues Aristóteles, por ejemplo, sostenía que el cerebro era un órgano menor, algo así como una simple esponja en la que se refrigeraba la sangre. Hipócrates decía que no, que dentro de la cabeza residía el razonamiento, pero Aristóteles era mucho Aristóteles, así que prevaleció su opinión, y los romanos al final heredaron un enciclopédico conocimiento descriptivo sobre todos los órganos del cuerpo humano y, a la par, una ignorancia preo-

cupante sobre la función de cada uno de ellos. Con todo (ese es el eje central de la exposición temporal del Museu de Badalona) la medicina en el imperio romano era un pilar al que ningún emperador se le hubiera ocurrido meterle un tijeretazo.

No era solo, por ejemplo, porque las habilidades de los cirujanos fueran imprescindibles para mantener perfectamente engrasada la maquinaria del espectáculo de los gladiadores (detrás de un buen luchador había siempre un galeno de prestigio), sino porque se consideraba esa profesión, la de sanar, más crucial para el buen funcionamiento del país que la propia política. Calígula y Claudio, recuerda el material editado por el Museu de Badalona, pagaban a sus médicos particulares 500.000 sestercios anuales y a sus altos funcionarios solo 200.000. Estos eran, claro, casos excepcionales, pero con todo Roma llegó a desarrollar la figura del médico de barrio, que atendía a las clases más humildes a costa de las arcas del imperio.

Badalona, en resumen, también tuvo su médico, su especialista que cauterizaba varices con un hierro candente y que reconstruía piezas dentales con hilo de oro y molares de buey, aunque se supone que en la mayor parte de las visitas se limitaba a administrar ungüentos y tisanas. ¿Dónde pasaba consulta? No queda claro a la vista del material arqueológico allí hallado, pero ello no desmerece la visita al Museu de Badalona, el que ahora el ayuntamiento está decidido a promocionar junto al escaparate de la Sagrada Família.