Un año de la masacre

El mosso que persiguió la furgoneta de la Rambla: "Disparar era imposible"

Una furgoneta arrolla a varias personas en la Rambla de Barcelona

Una furgoneta arrolla a varias personas en la Rambla de Barcelona / periodico

Guillem Sànchez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aquella tarde, el furgón de la unidad 610 de la Brigada Móvil de los Mossos d’Esquadra se encontraba realizando tareas de prevención antiterrorista aparcado en la Rambla de Barcelona, frente al Club Capitol, junto al carril que usan los vehículos para subir en dirección a la plaza de Catalunya, muy cerca de la fuente de Canaletes. García, agente de 39 años de edad y con casi 11 años de experiencia como antidisturbios, estaba de pie junto al vehículo, armado con un subfusil, dando la espalda a la zona peatonal. En el interior del coche policial descansaban tres agentes que acababan de recorrer la Rambla en formación de trinomio y por la calle Santa Anna regresaban a pie los otros tres antidisturbios que completaban la unidad 610. Faltaban pocos minutos para las 17.00 horas del jueves 17 de agosto del 2017.

En ese instante, Youness Abouyaaqoub, un veinteañero de Ripoll de origen marroquí, al volante de una furgoneta alquilada en la empresa Telefurgo de Sabadell, llegaba al final de la calle Pelai y divisaba, a su derecha, la Rambla, atestada de turistas. Lo último que hizo antes de convertirse en un asesino fue dar un volantazo para subirse al paseo barcelonés. Porque había venido a eso: a matar a todos los que pudiera.

Con los primeros gritos de personas atropelladas, García se dio la vuelta y tuvo tiempo únicamente de ver cómo la furgoneta blanca cruzaba frente a él, como un rodillo que quitaba vidas. García aporreó la carrocería del furgón policial para alertar a sus compañeros y echó a correr, persiguiendo a Youness Rambla abajo. Por la emisora, dio el primer aviso: "¡Hay un atropello masivo en la Rambla!". Sin dejar de correr, levantó el subfusil y apuntó. Pero no pudo disparar. Un año después, junto a los compañeros Daniel Jaume -que ese día también pisaron la Rambla-, explica a EL PERIÓDICO cómo vivió en primera persona la masacre del 17-A. 

-¿Por qué no pudo disparar? Cuando apunté a la furgoneta por primera vez me di cuenta enseguida de que abrir fuego era imposible. Había gente rodando bajo las ruedas, gente que salía despedida por encima del techo del vehículo. Y el conductor hacía 'eses' buscando los sitios en los que se acumulaban más personas: en los kioskos, tiendas… La perseguimos durante 50 metros y nos sacó casi 200 metros más. Comprendimos que a pie no íbamos a atraparla. El sargento dio un grito y nos ordenó regresar a buscar el coche. Estábamos seguros de que la furgoneta se haría toda la Rambla y de que saldría por Colón. No sabíamos que iba a chocar contra un kiosko, sobre el mural de Joan Miró. Cogimos el coche e iniciamos el descenso por el carril derecho de la Rambla. Durante ese recorrido, nos encontramos cuerpos, cuerpos y más cuerpos, algunos heridos, otros muertos, que tuvimos que ir esquivando con el vehículo. Con la velocidad a la que iba la furgoneta de Youness, había lanzado cuerpos a 7 u 8 metros de distancia. Había muchos gritos… Solo se escuchaban gritos.

-¿Encontraron la furgoneta? Sí, mientras descendíamos con el coche, de repente, la vimos, sobre la Rambla. Salimos corriendo. Yo rodeé el vehículo apuntando con el arma y gritando: "¡el conductor! ¡el conductor!". Pero vi que ya estaba vacío. Un agente de la Guardia Urbana nos avisó de que el conductor era un joven con camiseta a rayas que había huido corriendo Rambla arriba. Salimos disparados en esa dirección. Al llegar al mercado de la Boqueria, un vigilante de seguridad llamó nuestra atención: "Acaba de entrar [en el mercado] y lleva una camiseta a rayas y un cuchillo en la mano". Frente a la entrada principal de la Boqueria, paramos un segundo. Yo y un compañero iniciamos una maniobra de asalto. Ya no íbamos al sprint. Avanzamos asegurando cada paso. El mercado se fue vaciando. Cada vez había menos gente. Y la gente era la que nos indicaba por dónde había huido. Hasta que ya no quedaba nadie y frente a nosostros se abrieron cinco callejuelas distintas por las que habría podido huir. Creímos que estaría entre la gente que se amontonaba en los bares laterales del mercado. Pero no estaba allí.  [Youness se escapó por el extremo opuesto de la Boqueria]

-¿Y qué hicieron? No sabíamos nada. Si había un terrorista o eran más. Si tenían armas automáticas, si había coches bomba. Así que volvimos a la Rambla, para intentar asegurar aquella zona. Por la emisora se hablaba de personas armadas en el Corte Inglés, rehenes en el bar Istanbul… todo era desconcertante. Recuerdo que cuando llegamos junto a la furgoneta, vi a una persona tendida en el suelo, frente al vehículo, que me estaba mirando. Me agaché y comencé a tocarle la cara hasta que se acercó otro policía y me dijo: "compañero, que está muerta". Pero tenía los ojos abiertos y pensaba que estaba viva. No muy lejos había otra mujer, extranjera, sentada sobre la acera, muda. Tenía una fractura abierta de tibia y peroné. En otra situación, cualquier persona hubiera estado chillando de dolor. Pero ella estaba quieta, en silencio, en estado de shock, esperando su turno, mientras los sanitarios atendían a otros heridos más graves.   

-¿Cómo se detiene la cabeza para no pensar en que se habría poder haber hecho algo más para evitar aquella matanza? Las muertes por atropellamiento eran inevitables, la Rambla estaba llena de gente, aunque hubiera tenido la tranquilidad de encañonarlo con el subfusil, abrir fuego a tanta distancia era demasiado arriesgado. Un blanco en movimiento a 60 km/h puede ser asequible en las películas, pero en la vida real… La única muerte que tal vez se podía haber evitado era la del chico del Ford Focus [Pau Pérez, asesinado por Youness en el párquing de la Zona Universitària, durante su huida]. Con él sí teníamos el remordimiento de creer que si hubiéramos seguido corriendo Rambla abajo es posible que nos hubiéramos cruzado con Youness huyendo en dirección contraria. Pero tampoco sabíamos qué cara tenía el conductor que buscábamos. Hubiéramos podido pasar junto a él y no enterarnos.

-¿Cómo se digiere una experiencia así? En caliente no eres consciente de lo que acabas de vivir. Pero cuando nos relevaron y me saqué el chaleco y bebí agua... me derrumbé. Todos sentíamos impotencia por no haber podido hacer más… Durante este año, hemos hablado mucho entre compañeros. Sacando todo lo que teníamos dentro. Es lo único que nos ha ayudado. Hablar mucho. Sobre qué sentimos y sobre cómo lo hemos pasado en nuestras casas. Yo he tenido episodios de pesadillas, cosas raras… que al principio son intensas y después se van diluyendo poco a poco.

-Youness huyó durante cuatro días pero finalmente fue abatido... ¿qué supuso dar con él? Alivio. Si no lo hubiéramos cogido, las secuelas para todos nosotros hubieran sido mucho más duras.