DESCUBRIMIENTO

La malaria y una afección ósea mataron al faraón Tutankamón

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Hoy no le faltarán motivos a Zahi Hawas, director del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, para volver a convertir en todo un espectáculo mediático un nuevo descubrimiento sobre la civilización de los antiguos faraones. La estrella será el rey más famoso, Tutankamón, cuya tumba llena de tesoros descubrió Howard Carter en 1922. Los misterios desvelados, de las más esperados por los egiptólogos y sobre los que no han faltado hipótesis y especulaciones: la causa de su prematura muerte y el parentesco exacto que le unía a la familia real. Los últimos estudios científicos, radiológicos, antropológicos y genéticos, basados en exámenes de ADN de la momia de Tutankamón, de otras 10 estrechamente relacionadas con él, y de cinco de individuos reales del Reino Nuevo, concluyen que la combinación de malaria con una enfermedad ósea, contribuyeron a la muerte del faraón niño cuando tenía 19 años, hacia el 1324 a de C.

El estudio, publido ayer en la revista Journal of the American Medical Association (JAMA), y que hoy Hawas presentará en el Museo arqueológico de El Cairo, confirma además la teoría más extendida de que su padre fue Akenatón, conocido como el faraón hereje por haber instaurado en Egipto el culto a un solo dios, Atón, y por haber reinado junto a la hermosa Nefertiti, que le dio seis hijas. El estudio de Hawas y su equipo, realizado entre septiembre del 2007 y octubre del 2009, también establece que la momia KV35EL es la de la reina Tiye, abuela de Tutankamón y madre de Akenatón. Los investigadores apoyan el parentesco de las momias del faraón hereje y de su madre en que ambas comparten rasgos antropológicos únicos y el mismo grupo sanguíneo. La momia KV35YL, de nombre desconocido y hallada en la tumba KV35 del Valle de los Reyes, ha sido identificado como la probable madre de Tutankamón. Su identidad se ha atribuido a menudo a Kiya, segunda esposa de Akenatón.

FRACTURA EN LA PIERNA / El análisis de cuatro de las momias, incluida la del joven faraón, ha revelado la presencia del parásito Plasmodium falciparum, causante de la malaria. Además, el estudio diagnostica en Tutankamón el mal de Kohler II, un trastorno óseo que deteriora las articulaciones pero que por sí solo no causa la muerte. Los científicos añaden que la fractura de una pierna, probablemente a causa de una caída, derivó en una enfermedad crónica, una necrosis ósea vascular, que suele producirse por la falta temporal de flujo sanguíneo en el hueso, y que eso, combinado con la infección por malaria, le produjo la muerte. Esta conclusión se apoya también en el hecho de que en su tumba se hallaron bastones y una farmacia para la vida del más allá.

Los investigadores comandados por Hawas no han descubierto ni en Tutankamón ni en su padre, Akenatón, signos de que sufrieran ginecomastia (desarrollo de los pechos en varones) o el síndrome de Marfan (crecimiento de la longitud de los miembros) desmintiendo así una de las hipótesis más difundidas y abonada por el particular estilo del arte del periodo de Amarna, que representaba sus figuras con aspecto andrógino o afeminado.

Apaciguando la euforia de los descubrimientos, el doctor Howard Markel, de la Universidad de Michigan (EEUU), plantea el debate ético en un editorial que acompaña el estudio, sobre el derecho al respeto de la vida privada después de la muerte de estos personajes históricos.