Ganadora del Planeta

Ángeles Caso: «El mundo hay que acariciarlo y no pisotearlo»

La experiodista televisiva se lleva los 601.000 euros del premio con la historia real de su empleada de hogar y «amiga».

Ángeles Caso.

Ángeles Caso.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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São, la mujer que ha cuidado a la hija de Ángeles Caso, es una emigrante de Cabo Verde y la protagonista de Contra el viento, la novela que le ha valido el Planeta.

–La suya es una literatura de mujeres para mujeres.

–Los hombres son los que marcan la pauta de la cultura. El problema es que nosotras nos hemos dejado atrapar en esa trampa porque, presumiblemente, la mirada valiosa es la de ellos. Pero me niego a que por ver el mundo como mujer mi literatura sea considerada noña, cursi y sentimental.

–Unos adjetivos que persiguen a este tipo de literatura.

–Cuando publiqué mi primer libro, una persona muy conocida el mundo del rock, nada sospechosa de conservadurismo, me dijo que por norma no leía libros de mujeres. Eso es un prejuicio tan absurdo como si yo dijera lo contrario. Pero un hombre puede decir estas cosas y nadie se rasga las vestiduras.

–¿Cree que entre las mujeres hay un sentimiento de clase social menos acusado que en los hombres?

–Hay cosas que unen a la mujer de clase alta con la que friega las escaleras: el sentimiento del amor y lo desgraciada que te puede hacer sentir la maternidad y la responsabilidad con tus ancianos.

–¿De ese entendimiento surge su amistad con São?

–Sí, dudo mucho que el alto directivo de una empresa pueda hablar con el bedel de sus sentimientos.

–¿Pidió permiso a São para contar su historia?

–Sin él no me hubiera atrevido porque en la novela aparece con su nombre auténtico. A ella y a sus amigas, unas mujeres muy valientes y hermosísimas, les emocionó la idea.

–Como occidental acomodada, ¿no le daba miedo meterse en la piel de una mujer negra y emigrante?

–Hacer eso es mi obligación como escritora.

¿Y cómo lucha contra la superficialidad?

–Ese es el peligro. Por suerte ninguna de las personas que se han leído la novela me ha trasmitido que yo me haya tomado el asunto con ligereza. Al revés, me han dicho: «Parece que has nacido y vivido allí». Y jamás he pisado Cabo Verde.

–Su novela aspira a la bondad, lo dijo Álvaro Pombo la noche del Planeta.

–Ya sé que puede resultar pretencioso, pero desearía pasar por la vida siendo una buena persona. El mundo debe acariciarse y no hay que pisotearlo. Esa es la intención, lo que no quiere decir que siempre lo consiga. También puedo ser mala.

–¿Qué ha descubierto de sí misma al profundizar en las vidas difíciles de estas mujeres?

–Lo absolutamente privilegiada que soy. Acabo de cumplir los 50 y a veces me veo quejándome de que me ha salido una arruga o tengo una lorza de más. Y lo que es peor, eso puede convertirse en ¡un tema de conversación! En Asturias hay una expresión que define bien esto: «quejas de refanfiaos», esto es, lamentos del que tiene de todo.

–¿No teme las críticas de lo mal parada que salen las figuras masculinas en la novela?

–Seguro que hay hombres que se van a molestar. Es inevitable. Pero yo no me he inventado la historia de São: su padre es un alcohólico que la abandona, el primer jefe que tiene intenta violarla y su marido la maltrata y la tortura. Es lo que hay.

–¿La noche del Planeta pensó en su padre?

–Sí. Mi padre era catedrático de Literatura y yo soy escritora porque de niña me contaba cuentos con Ulises o Alonso Quijano. Dos meses después de ser finalista del Planeta le diagnosticaron un cáncer incurable. Es por eso que he tardado tanto en volver a presentarme.

–¿Cómo casan éticamente emigración y 601.000 euros?

–Una parte del premio es para São. Es lo justo. Un 43%, hacienda obliga, lo repartiré con los ciudadanos españoles. Me gustaría pensar que ese dinero va a crear empleo, hospitales y escuelas y no tapar agujeros de políticos corruptos. El resto queda para los míos y la hipoteca.