Crónica
'La casa dels cors trencats' conquista el TNC con la potente carga irónica y el humor de Bernard Shaw
La impactante escenografía del salón de una residencia de la campiña inglesa, que representa un barco, nos sitúa de inmediato en el brillante retrato, mordaz y lleno de carga irónica que Bernard Shaw hace de una sociedad a la deriva. En ese interior y en los jardines de la mansión, esbozados a modo de campo de fútbol, discurre durante más de tres horas la acción de La casa dels cors trencats, agitado cóctel de comedia y tragedia aderezado con elevadas dosis de un punzante humor que apunta a la diana de unos personajes que buscan el sentido a sus vidas en la Inglaterra de la primera guerra mundial.
El viejo, excéntrico y retirado capitán Shotover (imponente Pep Cruz) encabeza el reparto. Desde su aparente enajenación mental, el dueño de la casa y prisionero de una nostalgia marina bañada con ron lanza sus invectivas contra la decadente sociedad que le rodea. A su alrededor, gira un microcosmos de gente que da una arrolladora fuerza al primer Bernard Shaw del TNC.
Empezamos por Ellie Dunn (excelente Anna Ycobalzeta), una joven a punto de consumar una boda de conveniencia con el especulador Alfred Mangan (Pep Anton Muñoz), apalabrado por su padre Manzini (Artur Trías). “¿Qué puedo hacer con mi vida?”, se pregunta Ellie que ve en ese compromiso la salida a su miseria económica y social. La respuesta se la da Hesione, hija del capitán (deslumbrante Carme Elías) que la convence de que debe romper el pacto.
El dominio de las mujeres se pone en evidencia con el ejercicio de seducción que practican Hesione y su reaparecida hermana Lady Arianne (espléndida Sílvia Bel). Ellas añaden más carga satírica a la acción. Héctor, el simpático conquistador y marido de Hesione (un bien dibujado Abel Folk) y Randall (Santi Ricart, el manipulado cuñado de Arianne) enriquecen este caótico collage. La farsa se redondea cuando la imagen del lloricón empresario Mangan cae por los suelos, seducido por Hesione.
Josep Maria Mestres dirige con acierto. La reiteración del discurso de algunos personajes en la segunda parte y la mal resuelta última escena de la catástrofe celestial ponen alguna objeción al rotundo éxito de esta comedia llena de mensajes aplicables a la sociedad actual que intenta también salvarse del naufragio. H
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