CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE UN POETA DE TODOS

Julia, hija de Goytisolo, y el cantautor Paco Ibáñez evocaron en la Virreina la figura amarga e irónica del autor

Ella es la destinataria de uno de sus poemas más populares

Paco Ibáñez y Julia Goytisolo, ayer, en la Virreina, poco antes de sus intervenciones en el congreso.

Paco Ibáñez y Julia Goytisolo, ayer, en la Virreina, poco antes de sus intervenciones en el congreso.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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En la mesa, Julia, la hija de José Agustín Goytisolo, la musa a su pesar y «superviviente» de un poema transformado en canción generacional e himno de guerra para la vida, y Paco Ibáñez, tan greñudo y cercano como siempre, guitarra en ristre. Se trataba de evocar desde la emoción y la ironía agridulce con la que el poeta se tomaba las cosas, especialmente las más dolorosas, la figura del padre y del amigo. El diálogo --expandido a la primera fila de la platea donde la viuda, Asunción Carandell, apoyaba y precisaba-- fue, ayer en el Palau de la Virreina, un oasis de emoción en el académico congreso internacional dedicado al mayor de los hermanos Goytisolo, desaparecido hace 10 años.

Palabras para Julia, el poema, la canción, fue algo así como la magdalena proustiana del recuerdo. De cómo tras haber musicadoMe lo decía mi abuelito yEl lobito bueno y, tras una entrada distante que se hizo pronto cálida, el propio José Agustín le ofreció al cantautor el poema y de cómo tardó Ibáñez en encontrar la inspiración musical de su segunda estrofa: «Tenía que cantarla en Colliure y encontré la melodía en Montpellier en medio de una juerga».

«¡Qué barbaridad, qué le vas a hacer a tu hija!», cuentan que dijo su gran amigo Juan Ramon Masoliver, que prácticamente le hacía de padre, al leer un poema dedicado, entonces, a la niña Julia, de 7 años. Pero Julia y sus palabras despegaron hacia otros ámbitos. «En Buenos Aires se me acercaron unas uruguayas para decirme que esa canción les había ayudado a resistir las torturas durante la dictadura», evocó un Ibáñez satisfecho de haber encontrado la melodía a esos eneasílabos, tan «fáciles de musicar», según Carme Riera, directora de la cátedra José Agustín Goytisolo.

Sus particularidades como padre salieron a relucir. De cuando despertaba a su adorada Julia por las noches para hablar con ella, o de cómo jugaba a hacerle de lobo mimoso

–de ahí el lobito bueno–, de los viajes que hicieron juntos, de sus peleas. «Vosotros érais iguales, yo era la cerebral», acotó Carandell.

Y entre las risas, también evocó la viuda el dolor del siempre triste poeta. «Se habla mucho del fallecimiento de su madre pero apenas se menciona que, mucho antes, tras la muerte de su hermano mayor, Antonio, su padre le ignoró». Las canciones de Paco Ibáñez , coreadas por unanimidad, clausuraron un encuentro del todo inusual.