La 59ª edición del Festival de Berlín

Claudia Llosa da el golpe con el drama peruano 'La teta asustada'

La cineasta, que vive en BCN, narra la tragedia de mujeres violadas en la guerra

Claudia Llosa y Magali Solier.

Claudia Llosa y Magali Solier.

N. S.
BERLÍN

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Mucho ojo con La teta asustada. La segunda película de la peruana Claudia Llosa, coproducción española que ayer se presentó a competición en la Berlinale, podría dar la campanada y llevarse una de las porciones más carnosas del palmarés. Por varios motivos. 1. Apenas tiene rivales de entidad este año; 2. Posee dos ingredientes que en los festivales gustan mucho: relevancia social y el exotismo que el mundo subdesarrollo transmite a Occidente. Y 3. Es una de las mejores obras a concurso, y confirma a Llosa como una narradora precisa y a la vez exuberante y una sagaz exploradora de la capacidad dramática y lírica de la imagen.

Sin duda, supera su notable debut, Madeinusa, premiada en Sundance en el 2006. Llosa dijo ayer en Berlín: “Madeinusa era barroca, y con La teta asustada debía desnudar la narración. La película propone un viaje del miedo a la libertad, y ese viaje debe hacerse con un equipaje ligero. Posee toda la asepsia necesaria para limpiar la herida”.

¿De qué herida habla la película, que hoy se estrena en España? “La teta asustada es una rara enfermedad conocida en Perú, que se transmite por la leche materna de mujeres que fueron violadas durante la gestación y la lactancia en la época del terrorismo de Sendero Luminoso”.

LA PATATA / Un mal que provoca en quien lo padece un miedo atávico, como el que lleva a Fausta (Magali Solier), protagonista del filme, a alojar una patata en su vagina. “La patata es un escudo, pero con ella también quise transmitir la idea del trauma que pretendemos ocultar pero que acaba emergiendo. En mi país también simboliza la raíz, y refleja la pugna de lo ancestral por no perecer frente a la modernidad”.

Llosa, pariente de Mario Vargas Llosa, estudió cine en España y vive en Barcelona desde hace cinco años, pero ha rodado sus dos películas en Perú. “Se ha hablado muy poco de lo que se ha vivido allí, y es urgente hacerlo. Me interesan la confrontación entre la cultura quechua y la cultura española y la herencia del terrorismo”. Quienes sufrieron las consecuencias del terror en su país, sostiene, son víctimas por partida doble: “No solo no fueron compensados o consolados, sino que, al contrario, sufrieron marginación, porque para la sociedad eran un recordatorio de la barbarie. En ese sentido, La teta asustada también habla de la dificultad para enterrar el pasado”.

En cualquier caso, mientras muestra cómo la población andina trata de adaptar y acomodar su cultura y sus rituales a los ritmos urbanos de Lima, Llosa parece a ratos coquetear con ese cuestionable método, popularizado por cineastas como Walter Salles, que mira con condescendencia y afán poético las penurias del Tercer Mundo.

“No creo que esta película sea un ejercicio de etnografía, muestra un mundo del que no somos conscientes pero que existe. Quiero mostrar nuestra cultura sin tapujos ni miedos. Hacer lo contrario sí sería paternalista”, se defiende. Parte instrumental de esa cultura es la música, que en La teta asustada juega un papel narrativo y dramático esencial. “La música sirve como bálsamo, para hablar de aquello que nos duele o no queremos decir en voz alta”.