UNA AVENTURA DESCLASIFICADA

El espía caradura

Un libro descubre el pasado del Juan Pujol, agente doble británico Zigzag, un ladrón de cajas fuertes que quiso matar a Hitler

Juan Pujol, 'Garbo'

Juan Pujol, 'Garbo' / periodico

ERNEST ALÓS
BARCELONA

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El agente doble del espionaje británico que más influyó en la segunda guerra mundial fue sin duda el barcelonés Juan Pujol, Garbo, que logró convencer a Hitler durante unos días cruciales de que el desembarco de Normandía era solo un engaño. Pero quizá el más extravagante, caradura y temerario, hasta el punto de planear seriamente asesinar a Hitler, fuese Eddie Chapman, el ladrón de cajas fuertes bautizado como Zigzag.

La historia de Chapman inspiró vagamente en 1966 la película Triple Cross (Christopher Plummer interpretó su papel) pero, a pesar de sus ansias de publicidad, su pasado solo se conoció realmente cuando el año 2007 se desclasificó su expediente como espía. Fue entonces cuando se supo que el Gobierno británico, por fair play o desconfianza, rechazó su propuesta de atentado suicida contra Hitler aprovechando que le habían prometido un asiento de primera fila en un mitin nazi como premio por sus servicios. El periodista del Times Ben Macintyre ha recogido la historia en un libro, El agente Zigzag (Crítica), elogiado por el escritor John Le Carré.

El único británico condecorado con la cruz de hierro --aunque hay quien lo duda: Chapman vendió o regaló al menos tres cruces auténticas...-- fue un eslabón de Double Cross, la genial creación de John Masterman: el MI5 capturó a toda la red de espías nazis en Gran Bretaña, muchos de los cuales ya habían sido reclutados para traicionar a sus amos, y la puso a su servicio para dar informaciones falsas a Alemania, en medio de otras ciertas pero inocuas.

La mala cabeza de Chapman le convirtió en espía alemán: estaba preso en la isla de Jersey cuando la ocuparon los nazis. Quizá resentido con su país, quizá intentando la única vía para volver a Inglaterra, o para sacarles miles de libras, como hizo, se ofreció a los nazis como experto en explosivos para que lo enviasen como espía de vuelta a casa.

Tras un metódico entrenamiento fue lanzado en paracaídas con la misión de hacer estallar la fábrica de los bombarderos Mosquito. Lo esperaban --el control británico de los mensajes cifrados alemanes era tal que habían identificado sus prácticas de Morse y su marca final, signos de carcajadas como Je, Ju, Jo, Ja-- pero él se adelantó entregándose a la policía nada más pisar suelo inglés.

Ilusionismo

Aquí empezó su verdadera historia: con la ayuda de un escenógrafo y del ilusionista John Maskelyne, el David Copperfield de la época, simularon que la fábrica De Havilland había saltado por los aires. Regresó a Alemania y tras vivir en Noruega a cuerpo de rey fue enviado de nuevo a Gran Bretaña como la gran estrella de la Abwehr, con expectativas desproporcionadas: ajustar la puntería de las bombas V-1 (lo que hizo fue dar datos falsos para desviarlas del centro de Londres), descubrir por qué sus submarinos caían como moscas (les informó de una falsa bomba cazasumergibles) y robar el radar de un caza nocturno.

La historia de Zigzag tiene un final triste. Quiso seguir al servicio de su majestad, pero este no podía mancharse utilizando a presidiarios con delirios de grandeza en lugar de cachorros de Cambridge. Tras el paréntesis heroico de la guerra, Chapman por lo menos pudo aplicar la experiencia adquirida para traficar con oro, falsificar moneda, estafar en la Costa Azul, exhibirse en Rolls-Royce por los bajos fondos, dar consejos para no ser víctimas de robos a los lectores del Sunday Telegraph y comprar un balneario y un castillo. Pero siempre quiso que se conociese --y vender a la prensa-- su pasado heroico. La ley de secretos oficiales lo impidió. Quizás haya sido mejor esperar a que los documentos hablen tras su muerte en 1997. Él, al parecer, mentía demasiado bien.