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Formarse en 'slow fashion' para huir del ecopostureo

En una sociedad cada vez más inmediatizada, la industria de la moda está íntimamente ligada al impulso consumista y al concepto de usar y tirar. Por eso desde la plataforma Slow Fashion Next defienden un cambio fundamentado en la calma: una slow fashion frente a la fast fashion.

La industria de la moda está íntimamente ligada al impulso consumista y al concepto de usar y tirar. Por eso desde la plataforma Slow Fashion Next defienden un cambio fundamentado en la calma: una 'slow fashion' frente a la 'fast fashion'.

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María Refojos

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En una sociedad cada vez más inmediatizada, la industria de la moda está íntimamente ligada al impulso consumista y al concepto de usar y tirar. Por eso desde la plataforma Slow Fashion Next defienden un cambio fundamentado en la calma: una slow fashion frente a la fast fashionfast fashion. Lento versus rápido. 

Y todo, según explica Gema Gómez, fundadora del proyecto en 2011, para alimentar “un sistema ficticio que se ha creado de una necesidad que realmente no tenemos y que genera unos impactos muy altos”.

¿Cuáles son estos impactos? El modelo de fast fashion se basa en una alta rotación de prendas en las tiendas y precios bajos, posibilitado por un ritmo acelerado de producción y un volumen masivo. Uno de los pilares que soporta estas prácticas es el consumo de una cantidad ingente de recursos. 

“Puedes verlo así: estamos robando agua que van a necesitar las generaciones futuras para el último vestido de poliéster; estamos robando bosques vírgenes, que son la fuente más importante de biodiversidad, para tener blusas de viscosa”, defiende.

Este impacto ambiental se puede medir. Según datos recopilados por Naciones Unidas, la industria de la moda es responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global y solamente el sector del vestido emplea 93.000 millones de metros cúbicos de agua cada año, una cantidad suficiente para que sobrevivan 5 millones de personas. Otro ejemplo: la producción de ropa y calzado produce el 8% de los gases de efecto invernadero.

Regenación total

La cadena consta no solo del eslabón de los recursos naturales necesarios para la fabricación de la ropa, sino también de la huella ambiental del transporte o de las condiciones laborales de las personas que las confeccionan, en su mayor parte mano de obra barata y deslocalizada.

Las miserias que se descubrieron bajo las ruinas del Rana Plaza, el complejo textil que colapsó en 2013 matando a más de 1.100 personas, sirvieron de acicate para que, al menos, conociésemos en el primer mundo la realidad de estos trabajadores. El estudio ‘The Sustainable Fashion Blueprint 2018’ señalaba que en Asia la producción de artículos de moda representa el 40% de los puestos de trabajo industriales. Y, lamentablemente, no han experimentado grandes cambios en sus sueldos o en sus jornadas. 

Es un proceso que Gema Gómez conoce de primera mano, después de pasar varios años de su vida en dos grandes empresas de moda y tener que viajar por el continente asiático. En su opinión, la solución pasa por rehacer el modelo plenamente, aplicando cambios sobre cada una de estas fases. “Empieza a haber una tendencia al reciclaje, a la segunda mano, al intercambio… Está muy bien, pero no dejan de ser soluciones de transición”, afirma esta experta. 

La alternativa real, asegura, es alcanzar métodos, estructuras y enfoques “regenerativos”. “Ya no hablo de sostenibilidad, hablo de moda regenerativa, que sea capaz de empezar a regenerar todo lo que estos modelos tan agresivos han destrozado”, plantea. 

“Lo primero es el volumen: no necesitamos tanto y cuando somos conscientes de esto… Nuestra necesidad de compra se reduce a un décimo o menos. Esos son los tipos de modelos que tenemos que empezar a entender y a ver; cuando empiezas a tener esta información vas haciendo clics”, explica Gómez. 

Formarse en slow fashion

Por eso la principal tarea de Slow Fashion Next es la divulgación y la formación, tanto orientada a nuevos profesionales que quieren aprender cómo hacer las cosas de otra forma en el sector y “aportar su granito de arena”, como a las empresas, a las que ayudan a integrar la sostenibilidad en su actividad. 

Y con la voluntad de seguir fomentando el espíritu transformador incluso en medio de una crisis económica y sanitaria como la originada por la COVID-19, han lanzado una treintena de becas del 100% del importe de los programas ‘Introducción a la moda sostenible’ y ‘Emprende en 7 pasos’, que se imparten en modalidad online. Un total de 35 alumnos, de las más de 140 solicitudes recibidas, se benefician desde el pasado 2 de noviembre del acceso gratuito a estos cursos, con el respaldo de empresas y organizaciones que ya colaboraban con la plataforma: el Departamento de Medio Ambiente de la Diputación Foral de Guipúzcoa, Biobel de Jabones Beltrán y SIGNUS. 

¿Qué van a aprender en estos meses? Según explican desde Slow Fashion Next, lo primero es situar al alumno en contexto con historia del sector y con la evolución reciente, porque “no todo el mundo conoce los ODS”. El siguiente paso es ofrecerles la visión sistémica de la industria y de los productos que compramos y usamos, para que el estudiante entienda cómo van interaccionando en la cadena de valor. 

Por último, se abordan cuestiones más específicas referentes a materiales, procesos, certificaciones, impacto social, logística, embalaje o nuevos modelos de negocio. 

La formación está más centrada en moda y sostenibilidad en el curso de ‘Introducción a la Moda Sostenible’, mientras que el de ‘Emprende en 7 Pasos’ se enfoca más en el emprendimiento en moda sostenible. Aunque el objetivo es común: “Desarrollar proyectos con foco en la sostenibilidad real, no la de ecopostureo y greenwashing

Seguir avanzando

“En el sector medioambiental hay un miedo a que todo lo que haya conseguido en estos años desaparezca, por eso nuestro objetivo era seguir impulsando, como siempre lo hemos hecho y siempre va a ser, este sector”, afirma la fundadora de Slow Fashion Next. 

A principios de este año, antes de la debacle pandémica, la consultora McKinsey ya señalaba en su informe ‘The State of Fashion 2020: Navigating uncertainty’ que las empresas del sector iban a tener que aprender a lidiar con unos consumidores cada vez más preocupados por la agenda del cambio climático. 

La tendencia, unos meses después, no solo se ha consolidado, sino que ha ganado velocidad. “Lo que ha hecho la pandemia es poner de relevancia el vínculo con el medio ambiente; ha creado la conciencia de que somos vulnerables y que tenemos que cuidar el exterior para estar a salvo”, comenta Gómez.

Por este motivo está convencida de que las empresas que no transiten hacia la sostenibilidad son modelos de negocio “con fecha de caducidad”. Aunque también reconoce que la evolución es compleja, especialmente para las grandes multinacionales. “Están sometidos a sus inversores y a una cuenta de resultados, y esto es lo que va a estar siempre en primer plano, no los límites planetarios o la deforestación… Si además has acostumbrado a tu cliente a que por 5 euros puede tener una camiseta, cómo le vas a decir que pague más”, expone.

Para el consumidor de a pie también hay deberes, y también pasan por un cambio cambio de entalidad que debe partir de una reflexión inicial. "Se empieza mirando lo que tenemos en el armario y ver que prácticamente el 80% no te lo pones. Muchas veces compramos fast fashion como compramos fast food y las implicaciones son enormes", asegura.