COVID Y EXCLUSIÓN

Cesta Amiga: una iniciativa de empoderamiento alimentario para víctimas de violencia de género

Desde Fundación Ana Bella han lanzado estos meses de confinamiento este proyecto, junto a otros actores como Uber y United Way España, con el objetivo de rescatar de la exclusión a supervivientes de esta lacra social.

Desde Fundación Ana Bella han lanzado estos meses de confinamiento este proyecto, junto a otros actores como Uber y United Way España, con el objetivo de rescatar de la exclusión a supervivientes de esta lacra social

Cesta Amiga

Cesta Amiga / economia

Fran Leal

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La crisis sanitaria del coronavirus no ha afectado a todos los grupos de población por igual. Y a los estragos a nivel sanitario, hay que sumar la vulnerable situación económica previa a la crisis que ya sufrían muchas personas en nuestro país.

Sin embargo, y más allá de las ayudas sociales públicas, hemos visto numerosas iniciativas orientadas a aportar su granito de arena para que estas personas puedan seguir adelante. Una de ellas es Cesta Amiga, un proyecto lanzado desde la Fundación Ana Bella, con el apoyo de la Fundación Daniel y Nina Carasso, y con la colaboración de Uber y Fundación United Way España. La iniciativa, llevada a cabo en Madrid, consiste en favorecer el acceso a la alimentación sostenible, basada en alimentos locales y agroecológicos, respetuosos con el medio ambiente y justos a nivel social, a través del envío de estos alimentos a aquellas mujeres supervivientes de violencia de género y sus familias, uno de esos grupos vulnerables que han visto agravada su situación.

Empoderamiento alimentario

El fin último de Cesta Amiga es lograr el empoderamiento alimentario en estas mujeres que sobreviven a la lacra de la violencia de género. Marta y Teo son dos de esas mujeres que se han beneficiado del proyecto de la Fundación Ana Bella. Según nos cuentan, durante el Covid-19 perdieron su empleo y la situación se complicó al extremo. “Sin entrar en mi casa ningún sueldo ni ayuda desde febrero ha sido complicado”, asegura Marta que, aunque ya ha recuperado su trabajo, asevera que ahora le toca “remontar, pagar lo que debo del piso anterior, luz y demás gastos”. Y esos grandes apuros económicos, lógicamente, también afecta a la alimentación: “Perdí un trabajo con el que ganaba algo de dinero y me he quedado en una situación de pobreza total, sin poder permitirme comprar alimentos”, confiesa Teo.

Así, la ayuda aportada por la Fundación Ana Bella ha sido vital para que hayan podido mantener una alimentación sana y equilibrada, según relatan. Algo que además repercute en otros aspecto, como “sentir que hay personas que se preocupan de mí”, o “darme cuenta de lo importante que es la buena alimentación para mi empoderamiento personal”, expone Marta. Teo, por su parte, asegura que “me siento con mucha más fuerza y siento que mi salud mental y física ha mejorado”, gracias a poder acceder a una dieta más equilibrada, con más frutas y verduras, fuera de su alcance hasta entonces por la carestía de estos alimentos.

Acabar con la lacra de la violencia de género

Tras el confinamiento, ayudar a las mujeres víctimas de violencia de género es más necesario que nunca. Y es que, como nos relata la propia Ana Bella, impulsora de la fundación y superviviente de esta lacra, “en España, solo 1 de cada 5 mujeres maltratadas se atreve a denunciar o pedir ayuda, y el confinamiento ha supuesto una barrera más para que las víctimas rompan el silencio, volviéndose más invisibles si cabe”.

Además, realza la importancia de la ayuda externa, de toda la sociedad, ya que al ser maltratadas “nos roban los instintos para reaccionar; tenemos una indefensión aprendida que nos impide pasar a la acción y separarnos de los agresores”, matiza. De hecho, ella fue maltratada durante 11 años y denuncia que “nadie de mi alrededor me rescató. Nadie se dio cuenta, ni siquiera yo misma”. De ahí que sea tan importante “que la ciudadanía tome conciencia y actúe como agente de cambio, rompiendo el silencio por las mujeres que no pueden hacerlo”.

A esto, habría que añadir las condiciones económicas, que les coloca en una posición de vulnerabilidad. Y es que, efectivamente, como nos cuenta Bella, las mujeres supervivientes que salen sin empleo de las casas de acogida deben subsistir con 426 euros de la Renta Activa de Inserción, una cantidad “insuficiente para pagar alquiler en Madrid y una alimentación sostenible y equilibrada”. Y las que sí obtienen un puesto de trabajo, suele ser en sectores que durante esta crisis del coronavirus más se han visto afectados, por lo que la exclusión continúa siendo un riesgo real.

Así, desde la fundación, que venían acompañando a estas personas en el proceso de inserción laboral “para lograr su empoderamiento económico”, con la llegada del Covid-19 y “la gran cantidad de peticiones de ayuda urgente de alimentos” por parte de estas mujeres, “decidimos trabajar también el empoderamiento alimentario”, apunta Bella, “facilitándoles el que sean consumidoras y promotoras de una alimentación sostenible, para cuidarse ellas, a su familia y al planeta”.

La suma de todos

En el éxito de la iniciativa ha sido también determinante el compromiso de otros actores como Uber y Fundación United Way España, que han posibilitado el reparto gratuito de las cestas, a través de la colaboración de personas voluntarias, en el caso de United Way, y la donación de todos los viajes necesarios para el reparto, en el de Uber.

Desde ambas compañías reafirman la necesidad de arrimar el hombro en momentos como estos. De hecho, según explica Juan Galiardo, director de Uber en España, han proporcionado el servicio de transporte necesario para entregar más de 560 cestas, una colaboración que forma parte de un programa mucho mayor, llamado ‘Move what matters’, a través del cual han donado “más de 10 millones de viajes gratuitos destinados a que personal sanitario, grupos en riesgo de exclusión o en necesidad de todo el mundo, tuvieran garantizados trayectos seguros y comida”. Desde United Way, su CEO, Marina Fuentes, destaca la figura de los voluntarios: “Cuando acudimos a ellos planteándoles la situación que están viviendo estas mujeres se movilizaron de forma inmediata”, algo vital porque, además de la propia entrega de las cestas, estos voluntarios “proporcionan una cara amiga y una sonrisa para que estas mujeres sepan que no están solas”, concluye Fuentes.