SERIE '17 CARAS PARA LOS ODS'

"Las ciudades, en su crecimiento, se han convertido en lugares poco amables"

Iker Marcaide es el CEO y fundador de Zubi Labs, empresa desde la que han lanzado la iniciativa de barrio La Pinada. En esta entrevista, nos explica en qué consiste este "ecobarrio" que destaca, entre otros aspectos, por estar siendo co creado junto a sus futuros habitantes en Valencia.

Iker Marcaide es el CEO y fundador de Zubi Labs, empresa desde la que han lanzado la iniciativa de barrio La Pinada. En esta entrevista, nos explica en qué consiste este "ecobarrio" que destaca por estar siendo co creado junto a sus futuros habitantes

Barrio La Pinada

Barrio La Pinada / economia

Fran Leal

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En esta nueva entrega de nuestra serie ‘17 caras para los ODS’ abordamos concretamente el número 11, sobre Ciudades y Comunidades Sostenibles, que persigue lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean más inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. 

Para ello, y para hacerlo con los pies en el suelo, hemos querido conocer de primera mano un proyecto que se está diseñando en Valencia. Se trata de barrio La Pinada, una iniciativa de Zubi Labs y que figura como socio del Club de Empresas Responsables y Sostenibles de la Comunidad Valenciana (CE/R+S). Este eco-barrio, que está siendo co-creado junto a sus futuros habitantes, pretende aportar soluciones a cuestiones tan determinantes para nuestro futuro como la concentración de población en las grandes ciudades, la movilidad o la gestión de los residuos, siempre desde la sostenibilidad. Sobre ello hemos charlado con Iker Marcaide, CEO y fundador de Zubi Labs, y esto es lo que nos ha contado.

La cada vez mayor concentración de población en las ciudades es uno de los grandes retos que tenemos como sociedad. ¿Cómo debemos enfocar esta cuestión?

Si pensamos en los retos de las ciudades, sin duda, uno de ellos es el ambiental. El 70% del consumo de la energía o el 60% de la huella de carbono tiene su origen en las ciudades. Y esto se traduce en una intensidad ambiental en cuanto al consumo de recursos muy grande. Y lo vemos en muchas dimensiones. No solo en huella de carbono, sino en todo lo derivado de las soluciones de movilidad, los materiales que se utilizan en la edificación o todo lo que tiene que ver con los residuos.

Otro de los retos es el de la biodiversidad, con una gran tendencia en cuanto a la renaturalización de las ciudades. Pero es que, incluso, aparecen problemas como la soledad, porque cada vez la gente vive más, los núcleos familiares se están reconfigurando y las ciudades igual no están dando respuesta a estas nuevas fórmulas familiares. De hecho, en el barrio se nos están acercando familias de divorciados, monoparentales, personas de tercera edad…

¿Cuál es la clave entonces para abordar esta problemática?

La clave está en la velocidad en la transformación. Si pensamos en transformar ciudades y rediseñarlas, los cambios son muy lentos, porque no es algo ni fácil ni obvio.

Por un lado, está toda la batalla de transformar el tejido existente urbano, que como no está yendo lo suficientemente rápido, no da respuesta al crecimiento de las ciudades.

Y por otro, todo el tejido nuevo que se genera. En esto, el gran reto, en relación con la sostenibilidad, es garantizar el mantenimiento de la calidad de vida, de una manera sostenible y que encaje con la disponibilidad de tiempo y de presupuesto de cada uno.

En nuestros negocios, nuestra misión está centrada en quitar fricción para que, de forma fácil y sin sobrecoste, se pase a un modelo de consumo mucho más sostenible.

Está claro que el crecimiento de las ciudades tiene que ser más sostenible, de forma más inclusiva y con menor huella ambiental. Y al final es lo que planteamos con Barrio La Pinada; partimos de objetivos muy ambiciosos a nivel ambiental (economía circular, movilidad sostenible, huella de carbono) y social, donde la vivienda se adapta a ti y no al revés, pudiendo formar parte de una comunidad activa.

Todo esto al final favorece la salud de los ciudadanos y les permite llevar una vida activa. Y, algo fundamental para nosotros y que es lo más innovador que planteamos, es que se lleve a cabo desde la co-creación.

¿Cómo es ese proceso de involucrar a la ciudadanía como parte activa del barrio?

Nuestro sueño es ver más verde y menos gris, que los niños vuelvan a crecer jugando en las calles. Queremos que se comparta más y que se consuma menos. A partir de ahí, a ver quién se apunta. Nosotros invitamos a un diálogo y, aunque es cierto que es un barrio, no hablamos tanto de vivienda como de que la gente pueda vivir bien. De ahí que nos centremos más en los aspectos de interacción social, movilidad, gestión de recursos… Porque creemos que es lo que te permite precisamente llegar a vivir bien.

Quizá sea más volver a vivir y dejar de sobrevivir, como hace buena parte de la población de las grandes ciudades...

Efectivamente. Creo que las ciudades, en su crecimiento, se han convertido en poco amables, sobre todo si piensas en mayores o niños. De hecho, si te fijas, en el centro de las ciudades no suelen vivir muchos niños.

La gente dice que La Pinada es lo mejor de un pueblo y lo mejor de una ciudad. Y es en eso en lo que nos queremos centrar, en las pequeñas cosas que hacen que la vida sea fantástica. A veces no son cosas que se puedan comprar y ahí nuestro entorno nos puede ayudar a sacar lo mejor de cada uno de nosotros.

¿De dónde parte Barrio La Pinada?

El origen de todo esto es un colegio. Iniciamos el proyecto en 2017 y es una iniciativa puramente privada, aunque obviamente en colaboración con las administraciones.

El proceso de co-creación lo estructuramos a través de diferentes talleres, presenciales o a distancia, de diversos temas. Hay personas que están por ejemplo interesadas en fórmulas más allá de la compra y el alquiler, otras que están más motivadas por los temas energéticos… Son ellos los que autoseleccionan. Esto no quiere decir que estemos personalizando al gusto de miles de personas, sino que trabajamos codo a codo con los futuros vecinos, para poder crear nuevas soluciones que aporten valor a más gente y dentro de sus presupuestos.

¿Cuáles son las principales dimensiones que queréis abarcar?

Nosotros partimos de la teoría de cambio. En La Pinada contribuimos a la regeneración urbana, porque esto eran suelos originalmente militares, que estaban olvidados e infrautilizados, en un espacio muy bien ubicado en la zona metropolitana de Valencia. Y tenía mucho sentido para dar solución al crecimiento de la ciudad.

En cuanto a las dimensiones que contemplamos, en primer lugar, apostamos por el urbanismo sostenible, es decir, tiene que ser un barrio vivo, donde haya un mix de usos, no solo residencial. Lo más respetuoso con el medio ambiente, a nivel de movilidad, es no tener que moverte, con colegios, espacios de trabajo y para vivir muy cercanos. Obviamente, eso no quiere decir que te aisles, pero al menos no tienes la necesidad cada día.

Por otra parte, están la lucha contra la emergencia climática y el consumo eficiente de los recursos. Nuestro colegio, por ejemplo, que lo hemos abierto este curso, su huella de carbono es la mitad de la que tiene un colegio al uso que construyas hoy siguiendo la normativa. Pero también nos centramos en reducir el número de vehículos por habitante, una menor generación de residuos o la utilización de materiales reciclados en la propia construcción del barrio.

La idea de comunidad es también fundamental; un entorno activo en el que poder medir cuánto se involucran los vecinos, cuánto empleo estás generando para colectivos en riesgo de exclusión o cuál es nuestro nivel de felicidad.

Y por último, otra de las dimensiones es la movilización del capital hacia los retos, porque para que esto funcione tiene que dar rentabilidad de mercado, como cualquier otro barrio. Si no, estará subsidiado y no se llegará a escalar y replicar en otros lugares. Además, nos encantaría que se pudiera democratizar la inversión, es decir, que la propia comunidad se pudiera involucrar no solo como vecinos sino en la financiación de la iniciativa.

¿Qué planteáis en concreto en relación con el transporte?

En primera instancia, apostamos por maximizar la movilidad no motorizada (andar, bici). Sabiendo, como decía, que la mejor manera de solucionar el problema del transporte es no tener la necesidad imperiosa de moverse y, en el caso de que exista esa necesidad, apostar por soluciones colectivas y flexibles. Aspiramos a que el número de vehículos privados en Barrio la Pinada sea mucho menor que en un barrio al uso. Porque, para tener parado un coche el 97% del tiempo, ¿por qué no lo compartes? 

Además, tenemos suerte, porque el anillo metropolitano ciclista va a pasar por el barrio, lo que va a permitir que puedas desplazarte a casi cualquier parte de Valencia en bicicleta, de una forma muy cómoda.

¿Y en cuanto a la gestión de los residuos?

Pensamos que las ciudades deben ser flexibles y el modelo clásico de que pase un camión por las noches recogiendo la basura no nos llama mucho la atención. Lo fundamental aquí es ver cómo se reduce la generación de residuos que, a su vez, reduce la necesidad de tener que recogerlos.

La clave está en dar una segunda vida a los residuos a través de modelos de economía circular. Por ejemplo, una cuna. En lugar de tener que comprar una y que a los 18 meses (que tu hijo ya no la necesita) la guardes, la des o la tires, ¿por qué nosotros como barrio no te la podemos alquilar? Va a suponer una cuota mucho menor que comprarla y, además, después la podemos reparar en el barrio, generando una comunidad local, y que pase al siguiente.

Hay que entender que la gestión de residuos no solo tiene que ver con cómo se recogen y tratan una vez generados, sino, mucho más importante, con reducir la generación de los mismos.

Llegados a este punto, ¿en qué situación se encuentra actualmente el proyecto?

Este barrio realmente empezará a ser intensivo en capital cuando empecemos a ejecutarlo, que aún quedan unos años. Tenemos coinversores que no solo buscan una rentabilidad económica de mercado, sino también un valor social y ambiental en sus inversiones. En definitiva, la inversión de impacto, que es donde nosotros nos movemos.

Pero, entonces, ¿cuánto tendremos que esperar para que el barrio sea una realidad?

La variable que nosotros no controlamos es la aprobación de las administraciones. Pero es muy difícil de estimar hasta que todo dependa únicamente de nosotros, de la propia ejecución material.

Pero, en realidad, el barrio ya existe aunque de momento no viva nadie. Tenemos foodtrucks, zonas de juegos infantiles... Tiene ya mucha vida el barrio, pero el éxito para nosotros sería que cuando se inaugure la gente que venga diga "guau, yo quiero un barrio como este". Porque ahí nosotros, que somos una gota en el océano, sería cuando realmente empezaríamos a transformar el sector.

Al final, la relación con las administraciones es fundamental que exista, porque como agente privado uno tiene muy pocas competencias en todo esto. Tú puedes presentar por ejemplo un modelo de movilidad más sostenible, pero luego la administración, aunque le parezca genial, puede decir “pues quiero o no quiero hacerlo”. Entonces, nuestra función al final es recopilar las mejores prácticas, socializarlas y ver hasta qué punto se puede llegar. No sé si se puede decir que como activistas, pero al menos sí denunciando la situación de emergencia en que nos encontramos, sobre todo a nivel climático.