VIAJES

'Turismo slow': cuando la prisa por descubrir lugares se convierte en calma

Si coleccionas paisajes, momentos, atardeceres, experiencias… el denominado ‘turismo slow’ es lo que te llama, un movimiento que busca volver a las tradiciones, respetando el entorno y el medio ambiente y adoptando la lentitud como forma de viajar, colocando la cultura y gastronomía local en el centro.

Si coleccionas paisajes, momentos, atardeceres, experiencias intensas... el denominado 'turismo slow' puede llamarte, un movimiento que busca volver a las tradiciones, respetando el entorno y el medio ambiente y adoptando la lentitud como forma de viajar

'Turismo slow': cuando la prisa por descubrir lugares se convierte en calma

'Turismo slow': cuando la prisa por descubrir lugares se convierte en calma / economia

Nora Benito

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El mundo contemporáneo vive demasiado ajetreado. Como respuesta, y enmarcado en un llamamiento a la desaceleración de la vida cotidiana, ha nacido el turismo slow, un turismo lento, local y a pequeña escala, en definitiva, de otra manera. Estas son algunas de las características propias de esta forma de viajar, que reivindica las tradiciones y las nuevas y profundas experiencias desde una perspectiva de sosiego que acerca al viajero a las costumbres, la cultura y la gastronomía locales. Pero sin prisas.  

Este tipo de turismo, el turismo slow, encuentra sus raíces en la filosofía del movimiento slow, propiciado en Italia en los años 80, centrado en sus inicios en el slow food, en contraposición a la comida rápida o fast food. Este movimiento reclama la desaceleración de los procesos productivos y de consumo, buscando un acercamiento a las tradiciones, a la gastronomía local y a la naturaleza. El objetivo: vivir una experiencia a otros ritmos distintos de los actuales.

Incluso han surgido submovimientos alrededor de este modo de entender la vida: este es el caso de Cittaslow, que nació en 1999 en Italia y que cuenta con municipios adheridos en los que se respeta esta forma de ver las cosas. Pueblos como Balmaseda, Begues, Begur, Morella o Rubielos de Mora son algunos ejemplos que se enmarcan en Cittaslow.

No obstante, a pesar de que cada vez son más sectores lo que se suman a esta filosofía, aún continúa siendo bastante desconocida. Según una encuesta incluida en el informe “Otro consumo para un futuro mejor”, de OCU y Foro NESI, el 50% de los encuestados no conoce qué es el movimiento slow, un 21% lo conoce, pero no participa, un 24% participa activamente en él, y un 6% se lo toma muy en serio.

VIAJES 'SLOW': CAMBIAR EL RITMO

En palabras de Ramón Larramendi, explorador polar, fundador y director de Tierras Polares Viajes y Expediciones, el turismo slow, al que él prefiere llamar viaje slow, “huye de la masificación y los destinos que conocemos como ‘turísticos’ para disfrutar de la naturaleza y entrar en contacto con la población local”. Tierras Polares, por ejemplo, ofrece viajes a Groenlandia, que incluyen un “kaffemik” o merienda en casa de una familia inuit o participar en una excursión de kayak entre icebergs. 

“Es una forma de viajar que lucha contra la vertiginosa vida que llevamos todos y que busca desarrollar un viaje de más conocimiento, de interacción con la gente local, de traer recuerdos existenciales y de generar un impacto positivo con los viajes”, afirma en una conversación con BYZness Javier Urrutia, director de Utópica, de Viajes El Corte Inglés, una agencia que elabora viajes personalizados y de mayor conocimiento del terreno que se visita. Tal es así, que cuentan con proyectos de colaboración directa en 70 países, con experiencias que cuidan el medio ambiente o de colaboración con comunidades locales de países en desarrollo.  

“Lo que busca la gente es conocer realmente, no acumular fotografías en el teléfono o chinchetas en un mapa, sino generar conocimiento, aprendizaje y experiencias de crecimiento personal”, indica Javier Urrutia. En definitiva, “ser actores del viaje”, añade. 

TURISMO SLOW: RESPETO POR EL ENTORNO Y EL MEDIO AMBIENTE

“Sacrificar unas horas de sueño para ver una aurora boreal en Islandia es un ejemplo de lo que busca nuestro viajero; o participar en una cena donde probar los mismos platos que comen los inuit en Groenlandia desde hace siglos y cuyo sabor no deja indiferente a nadie. En vez de un hotel, existe un tipo de viajero que prefiere pasar un par de noches en un campamento montado cada verano delante de un frente glaciar, donde el ruido del hielo al resquebrajarse y convertirse en un nuevo iceberg es el único sonido ambiente”, subraya Ramón Larramendi. 

Por su parte, en Utópica, según su director, los destinos más buscados en su primer año y medio de vida pertenecen a Asia y África, aunque también se buscan países del Ártico o América Latina con fuertes culturas nativas, tales como Perú, Panamá o Colombia. Volviendo a Europa, también los viajeros buscan perspectivas más experienciales, como podría ser realizar rutas gastronómicas o viajes con explicaciones específicas para niños. 

Gente con inquietud por conocer lugares y tipos de vida diferentes, pero con un denominador común: el respeto por el medio ambiente. Este es el perfil de quienes, en virtud de las palabras de Larramendi, realizan viajes de turismo slow, una forma de desplazarse respetando el entorno y acercándose aún más si cabe a la población local.