El riesgo de convertir las moratorias de alquiler en una huida hacia adelante

Moratoria de alquiler

Moratoria de alquiler / economia

Raúl Pérez Acebo (Avalisto)

Raúl Pérez Acebo (Avalisto)

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La ampliación del plazo de las moratorias aprobadas por el Gobierno es una medida que podría aliviar a aquellas familias que han quedado en peor situación económica y social tras los meses más críticos de la pandemia. Al menos, a las que finalmente puedan acogerse a este tipo de ayudas. Es evidente que la excepcionalidad de la situación ha obligado a revisar la duración y aplicación de estos paliativos con el objetivo de no agravar la carga económica de muchos arrendatarios. No debemos perder de vista el foco temporal de todos estos estímulos si queremos, efectivamente, aspirar a una normalidad bien calibrada que respete las economías no solo de los inquilinos, sino también de los arrendadores. 

Esta afirmación, que podría parecer obvia, es una de las preocupaciones que con más frecuencia nos transmiten los propietarios particulares e institucionales —grupo sobre el que se acotan especialmente las moratorias—, con los que interactuamos a diario. Hay que destacar que, más allá de los canales de ayuda oficiales, el mercado inmobiliario se ha sostenido gracias a la colaboración espontánea de sus participantes, que han buscado mediante el entendimiento mutuo una forma menos rígida de ayudarse. El problema que detectamos es cómo el paso de los meses agota la posibilidad de que este tipo de colaboración pueda seguir manteniéndose saneada y cómo podría conllevar situaciones complicadas a futuro. Y en este sentido, el clima institucional que amplía estímulos sin aportar seguridad jurídica sobre si podrían realizar futuras ampliaciones, no ayuda al mercado a encontrar una certidumbre sobre cómo y cuándo llegará la citada normalidad.

Hay que distinguir entre buenos inquilinos que estén viviendo una situación económica delicada y los que cometan un impago aprovechando la desprotección que a veces tienen los arrendadores

Si bien no podemos dejar de reconocer la difícil tarea que supone tratar de regular cualquier mercado en general, y el del alquiler en particular, que se esté viendo afectado por una epidemia tan insólita como la del  Covid-19, tampoco podemos dejar de desear una correcta vigilancia por su buen funcionamiento real. El matiz es importante. Y es que estos meses deberían haber bastado para discernir entre buenos inquilinos que estén viviendo una situación económica delicada y aquellos que estén cometiendo o tengan vistas de cometer un impago ante la desprotección que, en muchas ocasiones, también padecen los arrendadores.

El riesgo de convertir las moratorias del alquiler en un manto opaco que dificulte establecer una diferenciación entre este tipo de situaciones puede derivar en “una fuga hacia delante” que nos haga experimentar con mayor intensidad los impagos y desahucios a futuro. Y con ellos los daños económicos, sociales y reputacionales a soportar por propietarios e inquilinos. 

Recojo un ejemplo bastante habitual y gráfico. Aquellos propietarios de una segunda vivienda en régimen de propiedad cuyo pago se realice mediante hipoteca, no podrán acogerse a su vez a la moratoria al no tratarse de una vivienda habitual por lo que un impago del alquiler podría forzar un impago en cadena que de otra manera no tendría por qué haberse producido. El peligro de algo así es evidente.

 Es momento de llamar a la responsabilidad y a la elaboración de planes concretos que permitan arrojar toda la certidumbre que sea posible acerca del momento en el que desaparezcan estos estímulos  

Es pronto para poner en valor la idoneidad y el calado de estas medidas, así como de sus ampliaciones. Máxime teniendo en cuenta los rebrotes que contemplamos, no carentes de preocupación. No obstante, es un punto de inflexión para llamar a la responsabilidad y a la elaboración de planes concretos que permitan arrojar toda la certidumbre que sea posible acerca del momento en el que desaparezcan estos estímulos y la limitación de los desahucios. La nota optimista la siguen poniendo los propietarios que no dejan de informarse sobre las opciones de las que disponen para garantizar sus alquileres y los inquilinos que buscan cómo aportarles credibilidad y no sufrir el sesgo de la desconfianza. Y, en este sentido, mientras el mercado del alquiler se mueva en busca de soluciones, su futuro está garantizado.