Del hartazgo a la autorrealización: cómo empezar a disfrutar de nuestro trabajo

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Empleo / economia

Carmen Sánchez (Intelema)

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En un reciente estudio realizado por nuestra consultora Intelema hemos descubierto que solo un 13% de las personas trabaja por vocación. Esto quiere decir que un pequeño porcentaje de la población ha nacido para las funciones que tiene asignadas, que solo ese tanto por ciento de profesionales asume sus responsabilidades con cariño e interés. En el otro lado de la balanza, en base al mismo estudio, hemos comprobado que más del 40% de los trabajadores realizan sus tareas con una evidente falta de compromiso, y que eso repercute negativamente en los empleados particularmente implicados y en los resultados globales de la compañía.

Más al detalle, el estudio contempla seis categorías diferenciadas por el grado de motivación y encuadra a las 200 personas analizadas de la siguiente manera: 20 personas no quieren estar en sus trabajos; 33 están perdidas; 33 trabajan por el único aliciente del dinero; 81 son trabajadoras y rinden en cualquier labor; 27 disfrutan sus responsabilidades por auténtica vocación y 6 lo hacen porque estas les ayudan a crecer profesional y personalmente, o dicho de otro modo, a auto realizarse. 

Tras examinar los condicionantes involucrados en cada uno de los comportamientos reflejados, estoy en disposición de concluir que 114 profesionales cargan con el peso de 86, y ni los primeros ni los segundos son conscientes de esta situación. Hay empresas que tienen la capacidad de generar riqueza suficiente para  transformarla en puestos de trabajo estables y con mejores horarios, pero esa capacidad se ve ensombrecida por la desidia, la desgana, el desánimo, el agotamiento, el sufrimiento. 

Además de esa primera lectura, en el estudio también observamos una distancia muy grande entre las 81 personas que son trabajadoras natas y las 6 que asumen sus funciones por la recompensa de la auto realización. En las primeras podemos intuir el arraigo de nuestras convicciones culturales, un cóctel en el que las creencias religiosas del “te ganarás el pan con el sudor de la frente” se entremezclan con el pobre estatus social del desempleado y, complementariamente, con la necesidad humana de hacer y producir. En las segundas se aprecia un estado luminoso que invita a crear, innovar, promover cambios, mejorar aquello que se hace y crecer en su estado de madurez, sensatez y fluidez continua. 

En ese sentido, la persona que está conectada a  la auto realización aparenta trabajar por vocación. Luego ocurre que todos tenemos condiciones que nos diferencian, pero estas no siempre tienen el mismo valor para la sociedad. Por ejemplo, en el grado de consideración social tiene más valor un jugador de tenis profesional que un cuidador de perros profesional, y es fácil que este último se desconecte de su propia auto realización al prejuzgar que su trabajo no tiene valor. Ese punto peligroso solo sirve para privarnos a nosotros mismos de no saber dónde podríamos haber llegado si hubiéramos dejado el prejuicio a un lado. 

La auto realización es el estado más elevado de motivación: es la vocación en acción, el punto en el que se utiliza todo el potencial que nos es posible usar

La auto realización es el estado más elevado de motivación: es la vocación en acción, el punto en el que se utiliza todo el potencial que nos es posible usar. Mónica Cavallé, en su libro “el arte de ser”, dice: “Todos estamos llamados a ser artistas de nuestra propia vida, prueba de ello es que no hay dolor superior al que acompaña la conciencia de no haber sido, de no haber vivido en toda hondura de esta palabra, de no haber movilizado nuestras más propias y profundas posibilidades”.

En una línea semejante, el prestigioso psicólogo estadounidense Abraham Maslow apunta: “La psicología humanista sobre la auto realización se basa en el supuesto de que la persona quiera vivir y desarrollarse y es también la teoría de las capacidades que quieren expresarse y realizarse”. Y el también psicólogo Antonio Blay complementa: “Todo lo que queda reprimido, todo lo que no puede expresarse, queda simplemente en una energía que se está reteniendo, sin expresión por tanto no produce desarrollo, seguridad”.

El anhelo es lo que impide alcanzar la auto realización: en ese estado hay frustración, rabia, impotencia y sufrimiento

Entonces, ¿qué impide que alguien alcance la auto realización? Entre otras cosas, el anhelo. Me explico: el anhelo está instalado en el ser humano como una ausencia o como un vacío de algo. Es lo que no está y no tengo, pero me gustaría tener; de modo que el anhelo y el deseo están unidos porque al desear quiero tener algo que no tengo. Lo conflictivo de todo esto es que en ese estado de anhelo hay frustración, rabia, impotencia y sufrimiento. Aquello que no está o no tengo está fuera de mí. 

El ser humano pasa una gran parte de su vida viviendo fuera de sí mismo y esto solo puede acarrear en último extremo violencia, pero debemos cambiar el foco: todo está dentro de uno mismo. Si aprendemos a mirar dentro de nosotros y actuar de dentro hacia fuera estaremos usando nuestros recursos internos para alcanzar ese estado óptimo de auto realización.